sábado, 15 de diciembre de 2018

4º ESO- EL ORIGEN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

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TRABAJO
MAPAS CONCEPTUALES










BIOGRAFÍAS (www.biografiasyvidas.com)


James Watt

(Greenock, Reino Unido, 1736 - Heathfield Hall, id., 1819) Ingeniero escocés cuyo perfeccionamiento de la máquina de vapor resultó clave para el desarrollo de la Revolución Industrial. Estudió en la Universidad de Glasgow y posteriormente (1755) en la de Londres, en la que sólo permaneció un año debido a un empeoramiento de su salud, ya quebradiza desde su infancia.
A su regreso a Glasgow en 1757, abrió una tienda en la universidad dedicada a la venta de instrumental matemático (reglas, escuadras, compases, etc.) de su propia manufactura. En la universidad tuvo la oportunidad de entrar en contacto con muchos científicos y de entablar amistad con Joseph Black, el introductor del concepto de calor latente. En 1764 contrajo matrimonio con su prima Margaret Miller, con la que tuvo seis hijos antes de la muerte de ésta, nueve años más tarde.
Ese mismo año (1773) observó que las máquinas de vapor Newcomen (inventadas por el herrero inglés Thomas Newcomen a principios de siglo, en 1712) desaprovechaban gran cantidad de vapor, y en consecuencia, una alta proporción de calor latente de cambio de estado, susceptible de ser transformado en trabajo mecánico. En 1766 diseñó un modelo de condensador separado del cilindro, su primera y más importante invención, que permitió lograr un mayor aprovechamiento del vapor e incrementar de este modo el rendimiento económico de la máquina.
Este perfeccionamiento constituyó un factor determinante en el avance de la Revolución Industrial. En 1768 se asoció con John Roebuck para construir su propio modelo de máquina de vapor, que patentó un año más tarde. Tras la quiebra de Roebuck en 1772, se trasladó a Birmingham dos años más tarde para compartir la explotación de su patente con Matthew Boulton, propietario de Soho Works, y con ello se inició una colaboración que se mantuvo por espacio de veinticinco años. En 1776 contrajo segundas nupcias con Ann MacGregor, quien le dio dos hijos más.
Entre otras importantes mejoras en las máquinas de vapor, se le deben la máquina de doble efecto, cuyos pistones suben y bajan alternativamente (patentada en 1782); el regulador de fuerza centrífuga para el control automático de la máquina; y el paralelogramo articulado, una disposición de rodetes conectados que guían el movimiento del pistón (1784).

En 1785 ingresó formalmente en la Royal Society londinense. Aunque el éxito económico de sus invenciones fue rotundo, a partir de 1794 se fue distanciando paulatinamente de la actividad industrial. Fue también miembro de la Lunar Society de Birmingham, integrada por un grupo de científicos y escritores promotores del avance del arte y la ciencia.

George Stephenson

Ingeniero mecánico inglés que inventó la locomotora de vapor (Wylam, Northumberland, 1781 - Chesterfield, Derbyshire, 1848). Hijo de un mecánico que manejaba una bomba de vapor para achicar agua en una mina (del tipo de Newcomen), se familiarizó desde muy joven con estas máquinas. Su curiosidad le llevó a estudiar en una escuela nocturna y, mientras se ganaba la vida ejerciendo toda clase de oficios, siguió educándose al ayudar a repasar las lecciones a su hijo.

Establecido por fin como mecánico jefe de la mina de Killingworth, desde 1813 se interesó por la aplicación de la máquina de vapor de James Watt al arrastre de vagones sobre raíles. Creó la locomotora Blucher, que fue perfeccionando sucesivamente, hasta que en 1821 convenció a los promotores del proyecto de ferrocarril de Stockton a Darlington para que éste fuera tirado por una locomotora de vapor y no por caballos; así surgió la primera línea ferroviaria moderna, construida por Stephenson en 1825.
El éxito hizo que le llamaran para construir la línea de Liverpool a Manchester, mucho más larga; en aquella ocasión, su locomotora Rocket ganó una carrera con otras locomotoras que aspiraban a emplearse en la línea (1829). Stephenson instaló en Newcastle una fábrica de la que salieron las ocho locomotoras que funcionaron en este primer servicio regular de ferrocarril, y fue llamado para construir o asesorar en muchos otros ferrocarriles de los que se iban extendiendo por el mundo.
Con su talento práctico para la mecánica, George Stephenson resolvió sobre la marcha los múltiples problemas que iban surgiendo en el trazado de nuevas líneas, construcción de puentes, máquinas, raíles y vagones, además de enfrentarse a quienes desconfiaban de este nuevo medio de comunicación por sus supuestos efectos sobre la salud y el medio ambiente. La construcción de redes ferroviarias dio un empuje definitivo a la Revolución Industrial al incrementar notablemente la demanda de carbón, hierro y maquinaria y facilitar el transporte de mercancías pesadas y personas; la necesidad de fuertes inversiones, por otra parte, preludió la formación de grandes corporaciones industriales y financieras, fenómeno característico de la Segunda Revolución Industrial.

Sir Henry Bessemer


(Charlton, 1813-Londres, 1898) Ingeniero británico. Miembro de la Royal Society. Trabajó en la fabricación de cañones de acero e inventó un sistema de tratamiento del hierro que, mediante la insuflación de aire a presión, facilita su conversión en acero.

Karl Marx

Karl Marx nació en la Renania prusiana (actual Alemania), en la ciudad de Trier (antes Trèves, en español Tréveris) el 5 de mayo de 1818. Fue uno de los siete hijos del abogado judío Heinrich Marx y de su esposa holandesa Henrietta Pressburg. El padre era un hombre inclinado a la Ilustración y a las ideas moderadamente liberales, devoto de Kant y de Voltaire. El pequeño Karl tuvo una infancia habitual en la burguesía culta de su tiempo, y asistió a la escuela y cursó el bachillerato en su ciudad natal.
En octubre de 1835, con diecisiete años, se inscribió en los cursos de humanidades de la Universidad de Bonn. Pasó allí sólo un año, en el que estudió griego e historia y llevó una agitada vida estudiantil, incluyendo un duelo y un día de calabozo por alcoholismo y desórdenes (fue la única vez que el fundador del comunismo científico estuvo en prisión). El ambiente universitario de Bonn era rebelde y politizado, por lo que Karl se hizo miembro de un círculo en el que se discutía de política y poesía, y llegó a presidir el Club de las Tabernas, que tenía otros fines.
Pese a tantas actividades, de pronto resolvió pasarse a la Universidad de Berlín, en la que ingresó al año siguiente, también en el mes de octubre. En Berlín se inscribió para estudiar leyes y filosofía, sin abandonar su inclinación por la historia. Encontró muchos amigos y una novia, Jenny von Westphalen, joven inteligente y atractiva de veintidós años (cuatro más que Karl Marx), perteneciente a una familia de funcionarios de reciente nobleza, que jamás tragarían al «noviecito» judío e intelectual de Jenny.
Un joven hegeliano
Georg W. F. Hegel acababa de morir y el ambiente universitario berlinés era fervorosamente hegeliano, aunque cada grupo o cenáculo estudiantil interpretaba las ideas del creador de la dialéctica a su manera. El joven Marx se vio inmerso en esas discusiones, que lo llevaron a una profunda depresión y al primer descalabro de su frágil salud. En prenda a su rigor intelectual, aceptó incorporarse a «una concepción que odiaba» (según carta a su padre de noviembre de 1837) y se unió al grupo de seguidores del joven profesor Bruno Bauer, que sostenía las ideas más progresistas y democráticas de la obra de Hegel y el cuestionamiento del pensamiento matemático y formal.
Bauer fue expulsado de la universidad por «radical» en 1839, pero los jóvenes hegelianos ya eran republicanos de izquierdas que utilizaban la filosofía y la dialéctica como instrumento crítico de la rígida sociedad prusiana en la que vivían. No obstante, Marx y sus compañeros eran todavía idealistas y bastante románticos, al confiar en que la sociedad cambiaría gracias al desarrollo de la cultura y la educación. Esta posición no era compartida por el periodista Adolph Rutemberg, el más íntimo amigo de Karl en esa época, que lo impulsaba a conocer la lóbrega realidad de los obreros y los menesterosos.
A instancias de sus amigos y de Jenny, en abril de 1841 presentó una brillante tesis doctoral que contrastaba la filosofía de Demócrito y la de Epicuro (incluyendo la después famosa frase «La crítica es también teoría»), con la que se doctoró en filosofía cuando aún no había cumplido veintitrés años. No irían mucho más allá sus logros académicos. A principios del año siguiente se incorporó a una publicación fundada por las fuerzas más progresistas de Colonia, entonces capital industrial de Prusia.
Como redactor de la Rheinische Zeitung (Gaceta de Renania), Marx tomó contacto con las realidades sociales y la naturaleza crudamente clasista de la legislación prusiana. Nombrado otra vez director de la revista en octubre de 1842, sus crónicas parlamentarias desde la Dieta renana denunciaban al Estado como guardián y valedor de los intereses de los empresarios y expresaban su interpretación radical del pensamiento hegeliano, en tanto que el Estado no cumplía su función esencial como realización ética de la especificidad humana.
Su labor como periodista político lo llevó a tomar conocimiento de los movimientos obreros en Francia e Inglaterra, especialmente por las crónicas de Heine desde París y Lyon, y de las ideas del socialismo utópico mantenidas por Charles FourierRobert OwenHenri de Saint-Simon y Wilhelm Weitling. Desde hacía un tiempo estaba fuertemente influido por el pensamiento de Ludwig Feuerbach, discípulo de Hegel que elaboró lo que suele resumirse como un «humanismo ateo». Marx comenzó a intentar casar ese materialismo con la dialéctica hegeliana sin llegar a plantearse todavía nada que pudiera llamarse lucha de clases. Justificaba en sus artículos las reivindicaciones proletarias europeas como rebelión de «la clase que hasta ahora no ha poseído nada», un fenómeno natural y circunstancial motivado por la insensibilidad del estamento dominante, que no cumplía adecuadamente su papel rector. Incluso criticaba abiertamente las ideas del socialismo utópico por su parcialidad clasista, que dejaba de lado las «comprensiones objetivas» de la realidad. En última instancia siguió defendiendo el estado integral humanista de Hegel, frente al «estado de artesanos» que, en su opinión, propiciaban los protocomunistas.
La censura prusiana presionó seriamente contra los editores de la Rheinische Zeitung y Marx se vio obligado a dimitir. No deseaba regresar a la carrera académica a causa del rígido control ideológico implantado por el gobierno en la universidad. Tras siete años de noviazgo, se casó con Jenny en junio de 1843 y ambos se sumaron a la emigración política alemana que se dirigió a París. Allí conocería a destacados representantes de la crema de la juventud revolucionaria europea, como Heinrich HeinePierre Joseph Proudhon y, sobre todo, Friedrich Engels.
El Manifiesto comunista
Marx siguió trabajando sobre la base del humanismo abstracto de Feuerbach, que criticaba la religión y la filosofía especulativa. Por su parte, Engels lo convenció de la importancia de profundizar los estudios económicos. Junto al hegeliano Arnold Ruge editó en 1844 el Deutsch-Französische Jahrbücher (Anuario Francoalemán), que incluía dos extensos artículos de Marx: «La cuestión judía» y «La filosofía hegeliana del derecho», en el que escribía el célebre aserto «La religión es el opio de los pueblos» (metáfora de gran actualidad entonces, pues Inglaterra acababa de invadir China en la llamada «guerra del opio»). También trabajó en esa época en unos Manuscritos económicofilosóficos, que dejó en borrador y no publicó durante su vida. En ellos se refleja especialmente el momento de transición que atravesaba su pensamiento, y el proceso de elaboración de lo que él mismo llamaría la «mezcla» entre el análisis crítico de las ideas y el estudio e interpretación de los datos reales.
La presión de Prusia sobre el gobierno de François Guizot hizo que Karl Marx abandonara París. El 5 de febrero de 1845 se instaló en Bruselas, donde transcurrirían dos años de fecundo trabajo en colaboración con Engels. Fue en ese período cuando efectuaron la primera formulación del materialismo dialéctico y escribieron La sagrada familiaLa ideología alemana y Miseria de la filosofía, este último cuestionando el libro de Proudhon Filosofía de la miseria.
En 1847 Marx llegó a Londres y tomó contacto con una sociedad secreta en formación, la Liga de los Justos, integrada principalmente por artesanos alemanes emigrados, que le pidieron que escribiera sus estatutos. Engels los relacionó con los obreros izquierdistas ingleses, y ambos trabajaron desde diciembre hasta enero de 1848 en la carta fundacional de la Liga, que se publicó como Manifiesto comunista. La declaración comienza con una frase que se hizo famosa: «La historia de toda sociedad que haya existido hasta hoy, es la historia de una lucha de clases». Y entre sus consideraciones afirma que las fuerzas productivas están en tensión constante con «las relaciones de producción, con las relaciones de propiedad, que son las condiciones de vida de la burguesía y de su dominio».
Según escribiría más tarde Engels, fue en este período cuando se produjo el punto de inflexión conceptual que rebasó a Feuerbach, pasando «del culto del hombre abstracto a la ciencia del hombre real y su evolución histórica». Apareció entonces también la idea de la «sobreestructura», compuesta por las instituciones y formaciones ideológicas, frente a la Verhaltnisse (palabra alemana que significa tanto condiciones como relaciones) de producción y apropiación del producto social.
En ese momento estallaron en Europa una serie de revoluciones populares en cadena que afectaron a Francia, Italia y Austria, con repercusiones sociales en Alemania e Inglaterra. Marx fue invitado a París por el gobierno provisional y se opuso con vehemencia a la expedición «liberadora» sobre Alemania que proponía el poeta Georg Herwegh. Esto le granjeó una gran impopularidad entre los revolucionarios, pese a que él y Engels pasaron en abril de 1848 a Alemania para colaborar con las fuerzas democráticas. La propuesta de Marx era una alianza de los trabajadores con la burguesía progresista, que lo llevaría a enfrentamientos frontales con los líderes obreros.
Marx resucitó en Colonia la Neue Rheinische Zeitung, que tuvo corta vida debido al contraataque represivo del gobierno prusiano. En su último número, espectacularmente impreso en tinta roja, la revista convocaba tardíamente a la resistencia armada. En 1849, ante el fracaso de la revolución, Marx volvió a París, de donde fue nuevamente expulsado; pasó entonces a Londres, ciudad en la que viviría el resto de sus días. El desencanto circunstancial respecto al activismo político y su rechazo al radicalismo utópico de algunos compañeros lo llevaron a disolver en 1850 la Liga de los Comunistas.
El cerebro de la Internacional
La primera época en Londres fue bastante dura para Karl Marx, sumido en la pobreza, aquejado por su mala salud y acechado por los acreedores. La familia sobrevivió seis largos años en dos míseros cuartos del Soho, gracias a las ayudas que enviaba Engels desde la factoría de su padre en Manchester, donde trabajaba como contable. También colaboraron a su sustento Wilhelm Wolff, amigo de Karl, y esporádicos envíos de los parientes de Jenny. Dos de los cuatro niños de los Marx murieron en esos años de privaciones y sufrimientos.
A fines de 1851 el New York Tribune lo designó corresponsal, lo que alivió en parte su situación económica y mucho su dignidad. En once años de colaboración, Marx escribió para ese diario más de quinientos artículos y editoriales, un tercio de ellos con Engels. En esa etapa de su labor intelectual comenzó a preparar datos y materiales para el primer volumen de El capital (Das Kapital). Trabajos como la Contribución a la crítica de la economía políticaTeorías sobre la plusvalía o un nuevo Esbozo para una crítica de la economía política suelen ser considerados como escritos preparatorios de su monumental obra teórica. Mientras tanto, no dejó de mantener nuevos enfrentamientos con los que llamaba «aventureros» y «alquimistas» de la revolución.
No obstante, cuando en 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores (conocida popularmente como la Internacional), sus dirigentes llamaron a Karl Marx a participar y a colaborar en la redacción de sus primeros documentos. Aunque Marx es considerado el creador del comunismo moderno, y la Internacional su primera formación concreta para los trabajadores de todo el mundo, lo cierto es que Marx no fue fundador ni líder de esta organización, sino sólo el guía intelectual de un sector de la misma.
Como miembro del consejo general, trabajó activamente en la redacción de la memoria inicial y los estatutos de la asociación, al tiempo que completaba la elaboración del primer volumen de El capital, que se editó en Londres en 1867. Fue el único volumen publicado en vida de su autor (los volúmenes II y III los dio a conocer Engels, respectivamente, en 1885 y 1894); el conjunto de esta obra tendría una influencia decisiva a lo largo del siguiente siglo. Sólo bastante más tarde se comenzó a dar importancia al estudio y conocimiento de los trabajos anteriores y juveniles de Karl Marx. El núcleo ideológico de El capital parte de la negación de la especulación filosófica como fundamento de la acción política revolucionaria, que debe basarse en el conocimiento positivo de la realidad histórica social y económica. En este último aspecto, introduce el concepto de la «plusvalía» como valor del trabajo humano del que se apropia el dueño de los medios de producción.
La Internacional nació en un momento propicio, como propuesta de unión y organización concreta del movimiento obrero, en tanto expresión de la clase trabajadora más allá de las fronteras nacionales. En 1869 alcanzaba ya la cifra de 800.000 asociados, con un consejo general integrado por representantes de las «secciones» de los distintos países. En 1870 Engels consiguió trasladarse a Londres. Curiosamente, fueron los italianos quienes le pidieron que se incorporase al consejo como delegado de su sección. La entrada de su estrecho colaborador alivió a Marx de la intensa tarea como «cerebro» de la asociación y le permitió dedicar más tiempo a sus estudios en el Museo Británico y a sus escritos teóricos.
Pese a ser quien era, Karl Marx no era un nombre muy conocido en el resto de Europa: en parte porque escribía en alemán (pero sus obras no se publicaban todavía en Alemania) y en parte porque sus elaboraciones conceptuales y su estilo no estaban precisamente al alcance de las masas. Fue el levantamiento popular de París en 1871, conocido como la Comuna, el que adoptó El capital como fundamento teórico, proclamó la primera experiencia histórica de «dictadura del proletariado» y difundió el nombre de Karl Marx por todo el mundo. La mayor parte de los revolucionarios y líderes obreros adoptaron sus ideas (aunque no todos las bebieran en su fuente original) y se inició la veneración de su persona y su obra como quintaesencia del pensamiento revolucionario.
Mientras tanto, el Marx de carne y hueso estaba enredado en una furiosa disputa de facciones en el seno del consejo general de la Internacional. Su adversario era Mijaíl Bakunin, y el tema de enfrentamiento era el camino a seguir en la lucha revolucionaria. El líder anarquista ruso, que había levantado la Comuna de Lyon en 1870, propiciaba la destrucción de los estados nacionales y disentía del papel que otorgaba su rival al partido y a los obreros industriales como vanguardia revolucionaria. El enfrentamiento se alimentaba también de las fuertes y tozudas individualidades de ambos adversarios y de su inocultable encono personal. Marx, que no estaba libre de prejuicios, llegó a afirmar: «No me fío de los rusos». Hay quien, no sin ironía, vio en esa frase una cierta intuición profética.
En el congreso celebrado en 1872 en La Haya, los partidarios de Marx consiguieron la expulsión de Bakunin y sus seguidores de la Asociación Internacional de Trabajadores. En el mismo encuentro, Engels anunció que la sede del consejo se trasladaría de Londres a Nueva York, noticia que fue recibida con justificada preocupación por los asistentes. En efecto, la que pasaría a la historia como la I Internacional languideció en su sede americana hasta desaparecer. Luego vendrían la II, III y IV Internacional, de diverso signo ideológico y sin vinculación con la persona de Marx. Éste decidió retirarse del activismo político en 1873, para dedicarse al estudio y el trabajo teórico.
Varios autores consideran que la capacidad intelectual de Karl Marx se debilitó notablemente en la última década de su vida. Lo cierto es que era un hombre enfermo, casi sexagenario y profundamente desengañado por la incomprensión o la trivialización de su pensamiento por muchos de los que deberían desarrollarlo y llevarlo a la práctica. En sus obras de madurez recuperó buena parte del estilo y la terminología del lenguaje filosófico de Hegel, según el propio Marx, por «coqueteo intelectual» con la obra de su antiguo maestro y como respuesta a la «vulgarización» que mostraba la cultura de izquierdas desde hacía varios años. Por otra parte, buscó también expresar su reconocimiento al fundador de la dialéctica, pese a no haber compartido sus «mixtificaciones idealistas».

Pese a ese semirretiro y a la declinación de sus energías creativas, Marx recibió en esta etapa final visitas y correspondencia de líderes obreros y políticos. Nunca descuidó y siempre mantuvo un magnetismo personal sobre los círculos revolucionarios (incluso los que no compartían sus puntos de vista), que no podían sustraerse a lo que Engels denominaba su «peculiar influencia». Hacia 1877, con la salud muy quebrantada, se refugió definitivamente en la vida hogareña. Y fue precisamente en el círculo familiar donde se produjeron dos desgracias consecutivas que probablemente precipitaron su muerte. El 2 de diciembre de 1881 falleció su esposa, y apenas un año después, el 11 de enero de 1883, su hija mayor, Jenny Longuet. Solo, abatido, con la mente debilitada y los pulmones seriamente afectados, Karl Marx murió o se dejó morir el 14 de marzo de 1883. Su tumba en un cementerio londinense es hasta hoy meta de peregrinación de marxistas y no marxistas que veneran la importancia de su obra y la profunda apertura intelectual de su pensamiento.

Friedrich Engels

(Friedrich o Federico Engels; Barmen, Renania, 1820 - Londres, 1895) Pensador y dirigente socialista alemán. Nació en una familia acomodada, conservadora y religiosa, propietaria de fábricas textiles. Sin embargo, desde su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda y con el movimiento de la Joven Alemania.

Enviado a Inglaterra al frente de los negocios familiares, conoció las míseras condiciones de vida de los trabajadores en la cuna de la Revolución Industrial; más tarde plasmaría sus observaciones en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845).
En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera amistad con Karl Marx. En lo sucesivo, ambos pensadores colaborarían estrechamente, publicando juntos obras como La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto Comunista (1848).
Aunque corresponde a Marx la primacía en el liderazgo socialista, Engels ejerció una gran influencia sobre él: le acercó al conocimiento del movimiento obrero inglés y atrajo su atención hacia la crítica de la teoría económica clásica. Fue también Engels quien, gracias a la desahogada situación económica de la que disfrutaba como empresario, aportó a Marx la ayuda económica necesaria para mantenerse y escribir El Capitale incluso publicó los dos últimos tomos de la obra después de la muerte de su amigo.
Pero Engels tuvo también un protagonismo propio como teórico y activista del socialismo, a pesar de lo contradictoria que resultaba su doble condición de empresario y revolucionario: participó personalmente en la revolución alemana de 1848-50; fue secretario de la primera Internacional obrera (la AIT) desde 1870; y publicó escritos tan relevantes como Socialismo utópico y socialismo científico (1882), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884) o Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888).
Tras la muerte de Marx en 1883, Engels se convirtió en el líder indiscutido de la socialdemocracia alemana, de la segunda Internacional y del socialismo mundial, salvaguardando lo esencial del marxismo, al que él mismo había aportado matices relativos a la desaparición futura del Estado, a la dialéctica y a las complejas relaciones entre la infraestructura económica y las superestructuras políticas, jurídicas y culturales.

Mijaíl Bakunin

(Mijaíl Alexandrovich Bakunin; Priamujino, Rusia, 1814 - Berna, 1876) Teórico político y agitador revolucionario anarquista ruso. Hijo de un terrateniente de ideas liberales, Mijaíl Bakunin estudió en la escuela de artillería de San Petersburgo y llegó a ser oficial de la guardia imperial. Enviado a una unidad militar en la frontera polaca, se ausentó sin permiso y a punto estuvo de ser juzgado por deserción. Tras abandonar el ejército, comenzó a interesarse por la filosofía, principalmente por la obra de los alemanes Fichte y Hegel, y fue a estudiar dicha materia en Moscú y San Petersburgo.

En 1840 viajó a Europa; en Berlín tuvo oportunidad de conocer las teorías de los neohegelianos de izquierda y de los socialistas utópicos franceses (Henri de Saint-Simon, Robert Owen y Charles Fourier). Más tarde se trasladó a Dresde, ciudad en la que publicó un periódico radical que se puede considerar su primer manifiesto revolucionario. Por último, recaló en París, donde residió entre los años 1842 y 1848, coincidiendo con pensadores revolucionarios como Alexander Herzen, Pierre Joseph Proudhon y Karl Marx, y participó en las revoluciones que estallaron en 1848 en la capital francesa y en Praga y Dresde.
Detenido y condenado a muerte, la pena no se ejecutó y Bakunin fue entregado al gobierno ruso, que lo encarceló por siete años y en 1857 lo desterró a Siberia. Según parece, el gobernador de Siberia, Muraviev, era primo de la madre de Bakunin y gracias a ello se le concedió un permiso para salir de allí; un barco estadounidense lo llevó a Japón, luego a Estados Unidos y finalmente, en 1861, se trasladó a Londres, donde residiría cuatro años. En 1864 fundó en Ginebra la Hermandad Internacional de la Democracia Social, organización revolucionaria que se disolvió al integrarse en la I Internacional, en 1867. En este mismo año se dirigió a Suiza, donde apoyó la Liga de la Paz y la Libertad, a la que pertenecían personalidades como Giuseppe GaribaldiLouis BlancVictor Hugo y John Stuart Mill.
Posteriormente formó la llamada Alianza Internacional de la Democracia Socialista, cuyo programa reivindicaba una serie de reformas que constituían la base de la doctrina política de Bakunin: la supresión de los Estados nacionales y la formación en su lugar de federaciones constituidas por libres asociaciones agrícolas e industriales; la abolición de las clases sociales y de la herencia, la igualdad de sexos y la organización de los obreros al margen de los partidos políticos.
En 1870 fundó el Comité para la Salvación de Francia, asociación que dirigió la insurrección de la Comuna de Lyon. Durante la I Internacional, las diferencias entre sus ideas y el autoritarismo de Marx llevaron a la expulsión de los anarquistas del seno de la organización durante el congreso de La Haya, celebrado en 1872.
Mijaíl Bakunin pasó sus últimos años en Suiza, viviendo pobremente y sin más aliento que la correspondencia que mantenía con pequeños grupos anarquistas. Expuso su pensamiento en una voluminosa obra, y fue su discípulo James Guillaume quien, entre los años 1907 y 1913, en París, se encargaría de recopilar y editar todos sus libros. Del conjunto de su voluntariosa obra destacan El llamamiento a los eslavos, que denuncia a la burguesía como fuerza intrínsecamente antirrevolucionaria y propugna la creación en Europa Central de una federación libre de gentes eslavas; El catecismo revolucionario y El Estado y la anarquía.

Piotr Kropotkin
(Piotr Alexeiévich Kropotkin; Moscú, 1842 - Dmitrov, 1921) Revolucionario y teórico del anarquismo ruso. Nacido en una familia aristocrática, fue dedicado a la carrera militar. Durante su destino en Siberia contribuyó a la exploración de aquel territorio y adoptó las ideas anarquistas, influido por Proudhon y Bakunin.

A raíz de la represión de la insurrección de Polonia en 1863, abandonó el Ejército y se dedicó a la Geografía, asumiendo posturas críticas contra el régimen zarista. Durante sus viajes por Europa y Asia tomó contacto con activistas anarquistas. En 1872 se afilió a la Primera Internacional (la AIT), en cuyo seno apoyó la corriente anarquista de Bakunin en contra del liderazgo de Marx.
Cuando regresó a Rusia, en 1874, fue detenido por sus actividades revolucionarias; pero consiguió evadirse y huir a Francia en 1876. Allí participó en los intentos de reunificación del movimiento obrero internacional y fundó la revista El Rebelde, en cuyas páginas defendió las ideas anarquistas y la necesidad de hacerlas realidad mediante el uso de la violencia. En 1882 fue detenido por las autoridades francesas, pasando a Inglaterra tras su excarcelamiento en 1886.
Entre las obras de Kropotkin destacan La conquista del pan (1888), Campos, fábricas y talleres (1899), Ayuda mutua (1902) y Memorias de un revolucionario (1906). En ellas definió el comunismo libertario, ideología predominante entre los anarquistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que vino a sustituir al colectivismo de Proudhon y Bakunin. Consistía en defender la organización colectiva de la producción en comunas autosuficientes, regidas por una concepción del mundo estrictamente científica, unas relaciones sociales basadas en el apoyo mutuo y una moral de libertad, solidaridad y justicia.
Gradualmente fue adoptando posiciones más moderadas: preconizó vías de acción eminentemente políticas, valoró positivamente la lucha sindical como medio de despertar la conciencia revolucionaria de las masas, e incluso recomendó a sus seguidores apoyar al bando aliado en la Primera Guerra Mundial (1914-18). Nada más estallar la Revolución rusa (1917) regresó a Rusia y prestó su apoyo tanto al gobierno de Kerenski como al de Lenin; sin embargo, enseguida empezó a criticar el poder dictatorial de los bolcheviques. Murió cuando intentaba formar un grupo político de inspiración anarquista en la Rusia soviética.

INFORMACIÓN EXTRA

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
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Llamamos Revolución Industrial al cambio fundamental que se produce en una sociedad cuando su economía deja de basarse en la agricultura y la artesanía para depender de la industria. Localización: La Revolución Industrial nace en Gran Bretaña y se extiende luego al resto de Europa. Antecedentes: La economía existente antes de la revolución industrial estaba basada en el mundo agrario y artesanal; tres cuartas partes de la población subsistían con trabajos agropecuarios. Principalmente estaba basada en el autoconsumo y no en la comercialización de los productos obtenidos, puesto que además la productividad era muy baja. Las ciudades eran pocas, pequeñas y poco desarrolladas. Hay que recordar que el régimen de gobierno de estas sociedades eran las monarquías absolutistas, en las que todo, incluyendo las personas, se consideraban una propiedad del rey.
Origen y nacimiento de la Revolución Industrial: Nace en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII. Fue posible por la existencia de una monarquía liberal y no absolutista, que consiguió evitar el panorama de revoluciones que se estaban extendiendo en otros países. Gran Bretaña quedó libre de guerras, ya que aunque estuvo involucrada en algunas, no se desarrollaron en su territorio. A esto se unió una moneda estable y un sistema bancario bien organizado. El Banco de Inglaterra se fundó en 1694.
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Principales características: Se produce un cambio rápido y en profundidad que afecta a todas las estructuras de la sociedad. Los cambios serán tecnológicos, socioeconómicos y culturales. Los tecnológicos irán desde el uso de nuevos materiales como el acero a fuentes energéticas como el carbón y máquinas motrices como la máquina de vapor, considerada como el motor inicial de la Revolución Industrial. Aparecen las máquinas de hilar y tejer, que consiguen aumentar rápidamente la producción con poco personal. Surgen técnicas para el desarrollo del trabajo y la especialización de la mano de obra. El transporte se desarrolla tanto por trenes como por barcos, lo que junto con otros inventos harán crecer el papel de la industria y el comercio.
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Los cambios culturales se plasmarán en un impresionante aumento de los conocimientos en todas las ramas, tanto científicas como técnicas y sanitarias. Los cambios sociales más notables derivan del crecimiento de las ciudades y el consiguiente éxodo en zonas rurales. Al mismo tiempo se produce un fuerte aumento demográfico, como consecuencia de la elevada natalidad y el descenso de la mortalidad catastrófica (gracias a avances sanitarios, como las vacunas, y a una mejor alimentación de la población). Esto provocará que la población europea se multiplique en pocos años.
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Al tiempo que se desarrolla una clase burguesa, el éxodo de población rural hacia las ciudades (la revolución agrícola disminuyó las necesidades de mano de obra en el campo) da lugar a la aparición de una nueva clase trabajadora que se agrupa en suburbios cercanos a las fábricas, a partir de los barracones en los que viven los obreros. Las condiciones de vida de estos empleados son penosas, tanto en las fábricas donde trabajan como en los suburbios en los que habitan. En las fábricas encontrarán humedad, poca ventilación, ninguna seguridad laboral y jornadas que superan las doce horas diarias, siete días a la semana. En los suburbios superpoblados y sucios son víctimas de epidemias de fácil propagación. La cantidad de personas afectadas por estas condiciones les lleva a organizarse para la defensa de sus intereses y aparecen los movimientos obreros de protesta.
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Consecuencias de la Revolución Industrial: En principio la Revolución industrial produjo un cambio radical en todos los ámbitos de la sociedad inglesa y, más tarde, del resto de las sociedades europeas, creando un nuevo modelo de vida. El desarrollo industrial y minero, el aumento de la productividad, el crecimiento de las ciudades y la mejora del comercio nacional e internacional contribuiran a un gran crecimiento demográfico debido al aumento de la natalidad y de la esperanza de vida. La revolución industrial en España fue mucho más tardía que en el resto de Europa. España seguía inmersa en un mundo rural en el que los cambios fueron mínimos. Las malas comunicaciones, tanto interiores como con Europa, acentuaron el retraso. Los talleres seguían siendo artesanales y la producción se especializaba por zonas dependiendo de los recursos disponibles.
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La revolución industrial fuera de Europa: En Estados Unidos comenzó al terminar la guerra civil, a finales del siglo XIX. Estados Unidos había alcanzado a Gran Bretaña en potencial industrial y tenía un mercado interior muy dinámico en un extenso territorio. La construcción de la red de ferrocarriles permitió la colonización del Oeste, y la industrialización se basó en la aplicación temprana de las innovaciones tecnológicas y una fuerte concentración empresarial. En Japón la industrialización comenzó por la actividad textil. Las características principales fueron el patrocinio del Estado en la construcción de ferrocarriles y bancos, la existencia de una mano de obra barata y disciplinada, fácil adaptación a la tecnología occidental y grandes grupos industriales muy competitivos orientados a la exportación. Este periodo fue denominado como Era Meiji o Era de la Luz: Japón se había convertido en una gran potencia.

La revolución industrial: la era de las máquinas

La Revolución Industrial supuso el paso de una economía agraria y artesanal a otra marcada por la industria y la producción mecanizada. Supone un cambio radical en todos los aspectos de la vida (sociedad, economía, política…) y se inició en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Durante el XIX se fue generalizando a distinto ritmo por diversos países de Europa, USA y Japón.
El empuje económico que permitió la Revolución Industrial se debió al liberalismo económico, que defendía la libertad plena y la supresión de todos los obstáculos para el libre desarrollo de las empresas. El capital circulara con facilidad buscando el máximo beneficio.

1.- Una época de cambios

Se van a producir una serie de transformaciones que van a dar paso a una economía nueva.
• Transformaciones  agrarias:  Se  iniciaron  a  mediados  del   siglo  XVIII   en  Inglaterra.   Se  introdujeron maquinaria, nuevas técnicas y nuevos cultivos. Como resultado de todo ello se consiguieron mejores cosechas, que permitieron un aumento de la población, al estar mejor alimentada.
• Cambios poblacionales: El aumento de alimentos beneficia el aumento de población. Descienden las muertes y se mantiene alto el número de nacimientos. Aumenta la mano de obra para la naciente industria.
• Innovaciones técnicas: Se produjeron las innovaciones en el campo de la energía (máquina de vapor de Watt), textil (hilado y tejido del algodón), metalurgia (altos hornos, etc.) y, finalmente, los transportes (locomotora  de  Stephenson).   La  incorporación  de  las  máquinas  a  la  producción  sustituyó  el   trabajo manual y los tradicionales sistemas de fabricación por otros nuevos. El trabajo se trasladó desde los talleres artesanales, con un reducido número de operarios, a las fábricas, donde máquinas y hombres (obreros) fueron agrupados en grandes concentraciones para abaratar los costes de producción.
• La revolución de los medios de transporte: La definitiva revolución de los transportes vendría con la aparición del ferrocarril, verdadero motor del desarrollo industrial europeo, al estimular la producción de hierro.
• La expansión de la Revolución industrial:  Tras Inglaterra la Revolución industrial  se extendió por Francia,   Alemania,   Bélgica,   Holanda,   y   fuera   de   Europa,   Estados   Unidos   y   Japón.   Los   países mediterráneos  como  España  o  Grecia  y  los  del   este  de  Europa,   quedaron  retrasados  esta  carrera tecnológica.

1.1. Los sectores punta de la industria

• La industria textil: El algodón fue la actividad pionera en esta fase económica. Incorporó numerosas innovaciones, como la lanzadera volante que permitían producir de forma rápida y barata. Esta industria se vio favorecida por la existencia de grandes plantaciones algodoneras en los Estados Unidos, colonia
británica  hasta  1776,   con  mano  de  obra  esclava,   lo  que  daba  lugar   a  unos  costes  de  producción bajísimos. La aplicación de la máquina a vapor a los telares fue lo que revolucionó definitivamente este sector.
• La industria siderúrgica:  Estuvo muy vinculada al carbón que necesitaba como combustible, por lo que las primeras siderurgias se establecieron en cuencas carboníferas. También aquí fueron decisivas las nuevas técnicas adoptadas, que permitieron obtener metales de mejor calidad a gran escala y de una manera rápida.

2. La segunda fase de la Revolución industrial: una economía a lo grande

A  partir   de  1870  se  inicia  la  segunda  fase  de  la  Revolución  industrial   o  Gran  Capitalismo,   debido  a  la importancia del capital como base de la producción industrial en lugar de otros factores. En Gran Bretaña, el crecimiento económico empezó dar las primeras muestras de agotamiento y los empresarios se dieron cuenta de que había que invertir más para acceder a las innovaciones tecnológicas necesarias. Las características de esta nueva fase son:
 La  concentración  empresarial,   o  alianzas  entre  empresas.   Se  crearon  sociedades  anónimas  de diversos tipos: como los cártel, los trust, o los holdings.

 También fue cada vez mayor la participación de los bancos y la bolsa en la vida empresarial.

 Diversificación de la industria, gracias a la aplicación de nuevos inventos y otras fuentes de energía. El petróleo y la electricidad fueron sustituyendo al carbón, por ser fuentes de energía más baratas y con mayor poder calorífico. El petróleo además revolucionó de nuevo el transporte, ya que permitió motores más pequeños y fáciles de montar.

 Especial desarrollo de la industria automovilística.

2.1. Los sectores industriales punta

 La industria siderúrgica: Se abarató el acero y mejoró su calidad. Se empezó a utilizar masivamente para  la  construcción  de  barcos,   ferrocarriles,   máquinas,   edificios,  etc.   En  aleación con el   níquel,   se consiguió el acero inoxidable. El aluminio, aunque más tardío, fue también de gran importancia

 La industria química: Fabricación de explosivos, fertilizantes, colorantes y productos farmacéuticos y cosméticos, creándose grandes empresas que aún hoy dominan el sector, como Bayer.

2.2. Los transportes y comunicaciones

 Se inventaron y utilizaron el telégrafo, el teléfono, la radio, el tranvía eléctrico, etc.

 Además,   el   barco  de  vapor   y  la  apertura  de  canales  como  el   de  Suez  (1869)   o  Panamá  (1914) permitieron acortar el tiempo de los viajes intercontinentales.

2.3. Las nuevas formas de organización del trabajo:
 Se crea el trabajo en cadena, sistema que se aplicó por primera vez con éxito a la fábrica de coches Ford. Fue un sistema racional de organización del trabajo que eliminaba los esfuerzos inútiles por parte de los trabajadores y que suponía una especialización extrema del trabajador.

3. Las consecuencias de la industrialización

• Consecuencias demográficas y urbanas.
 Aumentó la población europea y esa población existente dejó de ser rural y pasó a las ciudades, que crecieron espectacularmente.
 Las   ciudades   se   segregan   socialmente:   zonas   burguesas   y   zonas   obreras.   Las   burguesas mejoraron  progresivamente  sus infraestructuras  (alcantarillado,   pavimentado,   luz  eléctrica,   agua potable, etc), pero las obreras al  crecer tan rápido no cubrieron las necesidades de la gente de manera que los obreros vivían en condiciones miserables junto a las industrias.
• Consecuencias sociales.
 Se  origina  una  enorme  diferencia  social   entre  burguesía,   clase  propietaria  de  los   medios   de producción  (máquinas,   fábricas,   capital,   etc) y  proletariado,   el   nuevo  grupo  social   surgido  de  la industrialización, que no tiene propiedades y en consecuencia está obligado a vender su trabajo a cambio de un salario para subsistir. Las duras condiciones del proletariado motivarán las primeras críticas al capitalismo, así como movilizaciones y protestas.
• Consecuencias económicas.
 La  economía  mundial   quedó  globalizada  e  interrelacionada,   dando  paso  así   al   fenómeno  del Imperialismo, que veremos más adelante.
• Consecuencias culturales.
 Debido a la gran cantidad de inventos y nueva tecnología iniciada durante la Revolución industrial, hubo un importante cambio en la mentalidad y la forma de vida de la gente: rapidez de medios de comunicación, electricidad, fotografía, cine, etc.

4. ¿Y a nosotros cuando nos toca? España y Andalucía.

4.1. España
El proceso de industrialización se produjo con retraso respecto a los países europeos más avanzados y se hizo de forma más incompleta y superficial. A finales del siglo XIX, sólo algunas regiones concretas se habían industrializado. La agricultura continuó siendo la base de la economía.
• La minería: el subsuelo español era rico en recursos, pero su explotación fue tardía y estuvo en manos de compañías extranjeras, francesas e inglesas. La mayor parte de la producción se exportaba.
◦ El carbón: tenía sus principales yacimientos en Asturias, pero era de mala calidad y no podía competir con el carbón inglés.
◦ El hierro: era de gran pureza en las minas de Vizcaya, pero la escasa demanda interior hizo   que   se   dedicara   a   la   exportación.   España   se   convirtió   así   en   el   principal suministrador de mineral de hierro de Europa.
• La industria: se desarrolló muy lentamente.
◦ La industria textil: centrada en Cataluña con el tejido de algodón.
◦ La   siderúrgica:  las   primeras   industrias   españolas   se   crearon   en  Málaga   (por   la cercanía  del   hierro  de  Sierra  Morena)   y   en  Asturias   (por   el   carbón),   pero  no  se consolidaron por el  alto precio del  transporte y la escasa demanda. Sin embargo, en Vizcaya   sí   existió   una   potente   industria   siderúrgica,   cuyo   éxito   se   debió   al establecimiento  de  un  eje  comercial   estable  con  Gran  Bretaña,   a  donde  se  enviaba hierro y se recibía carbón galés.
• El ferrocarril: se desarrolla a partir de 1855, año de la Ley de Ferrocarriles y tuvo efectos muy positivos sobre la economía española, ayudando a la formación de un mercado nacional.

• El desarrollo industrial: se da a finales del siglo XIX y en el primer tercio del XX, gracias a:
◦ Llegada de nuevas energías como la electricidad y el petróleo.
◦ Se diversificaron los sectores productivos, con la aparición destacada de la industria química y del automóvil, donde España destacó con la empresa Hispano-Suiza, creada en 1904.

• ¿Por qué fracasa la industrialización española?: Se apuntan varias causas aunque la principal es la escasez de  burguesía aventurera  dispuesta a  arriesgarse  en  inversiones.  Además,  la mayoría de la población vivía en la miseria, por lo que no podían comprar nada, apenas había tecnología, faltaban fuentes de energía y la red de transportes era escasa y mala.

• Consecuencias de la industrialización:
◦ Fuertes   desequilibrios   territoriales.   Ya   en   el   siglo   XX,   la   mayoría   de   la   industria española  se  concentraba  en  el   País  Vasco,   Cataluña  y  Madrid,   donde  la  renta  por habitante era muy superior a la media del país.
◦ Por el contrario, regiones como Canarias, Galicia o Castilla-La Mancha tenían un nivel muy inferior.

4.2. El caso andaluz
Durante  el   siglo  XIX Andalucía  continuó  siendo  una  región  agraria,   de  grandes  explotaciones  de  secano  o latifundios que no se modernizaban y seguían usando mano de obra jornalera.
A pesar de los ricos yacimientos de metal el proceso se encontró con la escasez de inversores, de fuentes de energía e infraestructuras.

Los primeros focos se desarrollaron en torno a la siderurgia en Sevilla (El Pedroso), y sobre todo en Málaga y Marbella. En Jaén destacó Linares por sus yacimientos mineros. La competencia catalana y vizcaína acabó con estos focos, aunque sobrevivieron otros menos arriesgados, como la fábrica de loza de la Cartuja, en Sevilla.

Fuente: http://www.maralboran.es



EL FERROCARRIL
El Ferrocarril permite la expansión del metal
Pese a las mejoras que adoptó la industria del hierro, como la laminación o la pudelación, la demanda era escasa, especialmente desde el fin la batalla de Waterloo, pues prácticamente se basaba en la venta de material militar. Así que la producción de metal disminuyó bastante.
No así la producción de carbón, principal sector de la minería en Inglaterra (país cuna de la revolución industrial), pues, pese a que en este campo no se habían visto las transformaciones como en las otras secciones, sí que se producía una cantidad astronómica. Fue esto lo que permitió la aparición del ferrocarril.
Las minas no sólo necesitaban máquinas de vapor para su explotación. También necesitaban un medio de transporte con el que llevar el carbón. El ferrocarril era la respuesta a este problema y a otro más.
¿Qué hacer con el superávit? Pese a que la inversión del tren no era muy rentable, era la única que permitía las grandes inversiones. Si, por ejemplo, la industria textil hubiera doblado su producción, ni siquiera habría sido capaz de recoger toda esa inversión. Tampoco servía el crédito a países exteriores, pues no salía rentable (los beneficios podían tardar años en llegar, en el préstamo griego que esperaba sacar un beneficio del 5% en 1825 no empezó a dar intereses hasta 1870).
Así que el tren vino como caído del cielo a unos magnates que no sabían en qué gastarse el dinero, unos magnates que se habían transformado y habían pasado a ser la clase dirigente de la sociedad, que se gastaban millonadas en ayuntamientos que imitaban el estilo gótico o renacentista (y proclamaban la suma de dinero gastada), que había escrito manuales de protocolo para las damas, y que se había acostumbrado a llevar trajes caros y broches de oro. En definitiva, una oligarquía burguesa que bien podríamos definir como una nostálgica de la aristocracia.
Y en un principio, aunque el ferrocarril está pensado únicamente para llevar mercancías, los inversores descubren que el transporte de pasajeros es enormemente rentable. Así llegamos al momento clave. El 15 de septiembre de 1830 sale de Manchester a Liverpool el primer tren de viajeros.
Las primeras líneas ferroviárias
El evento era admirado por decenas de interesados. En cuanto la maquinaria se puso en funcionamiento, la mayor parte de espectadores se alarmó, sólo los más jóvenes e intrépidos intentaban seguir entre gritos de euforia y admiración la pesada locomotora ideada por George Stephenson. Al fin y al cabo, era la primera vez que el ser humano creaba un vehículo tan largo y que se moviera utilizando un motor en lugar de caballos.
La Rocket, la locomotora construída por Stephenson
Es obvio que la construcción de vías férreas fue más próspera en lugares con grandes extensiones llanas de terreno y una economía capaz de permitirla. Sólo era cuestión de tiempo que su uso acabara extendiéndose por el mundo.
En Francia que ya tenía una línea desde 1823,  se construyeron 58 kilómetros de vía entre Saint-Etienne y Lyon en 1832. El primer ferrocarril en Alemania iba desde Nuremberg hasta Fürth en 1835, y poco más tarde otro desde Leipzig hasta Dresde. Bélgica construyó una línea desde Bruselas hasta Amberes un año después, e Italia también se unió en 1839 con una línea entre Nápoles y Portici. Rusia no se quedó atrás, y en 1838 construyó la primera línea entre Sant Petersburgo y el Palacio real de Tsarkoie Selo. En 1891 comenzó la construcción del Transiberiano, la línea más larga del mundo.

Allá donde los obstáculos naturales impedían la construcción de las vías, se construían puentes o túneles para que no se detuviera el progreso

En España, debido a las dificultades económicas y políticas (guerra carlista) el primer ferrocarril llegó en 1848, e iba desde Barcelona hasta Mataró. Un trayecto que duraba cuatro horas se acortó a media hora. Tres años más tarde, se inauguraba la línea Madrid-Aranjuez. Además, el temor a la invasión francesa hizo construir las vías más anchas que el resto de países europeos.
Los EEUU, de tener sólo 37 kilómetros para el 1930, llegaron a tener más que toda Europa sólo en cuarenta años. Además fue el primer país que construyó una línea transcontinental. En América Latina la primera locomotora iba desde La Habana hasta Bejucal, en Cuba, en 1837. Chile tuvo su parte en 1851, desde Caldera a Copiapó, y en Argentina, entre 1856-57, se puso en funcionamiento la línea Buenos Aires-La Floresta. Argentina fue otro país donde la utilización de este nuevo medio de transporte se propagó rápidamente. De 40 kilómetros que tenía para 1860, llegó a 35.000 en 1920.
Inglaterra impulsó el ferrocarril también en la India, donde a partir de 1853 construyó 38.000 kilómetros en 50 años.
Faltaba por ver la reacción de la gente

En contra
Se dice que durante el viaje del que antes hemos hablado, hubo la primera víctima de un accidente ferroviario: William Huskisson, financiero y estadista, fue atropellado por la locomotora. Ésta era considerada una máquina infernal (por el ruido y el humo que despedía) y empezó a ser leyenda urbana que en realidad la locomotora escondía caballos dentro, el verdadero motor del tren.
Realmente, el grupo opositor estaba formado por un amplio abanico de personalidades. No se limitaba sólo a gente ignorante, también podemos encontrar escritos de artistas, médicos, científicos, eclesiásticos…
Había diversos aspectos que cada uno podía criticar. Por ejemplo, fueron muchos los doctores que advertían a los viajeros para que no utilizaran el ferrocarril, alegando que debido al humo, el ruido y la velocidad, los pasajeros podrían contraer, a la larga, enfermedades nerviosas o de otra índole, incluso ceguera. Otros intelectuales, de índole romántica, se quejaban del impacto que tendría la construcción de vías y caminos en el paisaje natural, y también se temía los efectos que pudiera causar la contaminante locomotora. El autor Charles Dickens escribió:
Justamente en esta época la primera ola de un gran terremoto había roto todo el barrio hasta el mismo centro. Las huellas de su paso eran visibles por doquier. Casas demolidas, calles levantadas y cortadas, profundas zanjas y fosos excavados en el suelo, montones enormes de tierra y arcilla abandonados, edificios que habían quedado minados y temblaban apuntalados por grandes vigas de madera… (Dombey e Hijo) *
El francés François Arago (1786-1853) declaró que cuando el ferrocarril entrar en un túnel, el humo y la velocidad acabarían por asfixiar a los pasajeros. Otro conocido crítico con este invento fue Gustave Flaubert, el famosísimo novelista. Éste consideraba que el progreso tecnológico no servía de nada si no iba acompañado de un progreso moral. Hizo una lista sobre las desgracias de la civilización moderna, y el ferrocarril ocupaba el primer puesto.
El ruido y el humo eran los principales miedos de los detractores del ferrocarril. Así mismo, también se temía la velocidad que este alcanzaba (30 km/h) y el impacto que podía causar en le paisaje.
En los EEUU podemos clasificar a los opositores en dos grupos. Uno de estos sería el de indígenas indios, que se dedicó a atacar lo que representaba una seria amenaza a su estilo de vida. Y es que como dijo Ronald Wright, “el rifle de repetición, la ametralladora, el ferrocarril y el buque de vapor conquistaron el Oeste.” La masiva construcción de ferrocarriles empujó a los obreros (las fuerzas de choque como lo califica Hobsbawm) a abatir rebaños enteros de ganado con tal de alimentarse, acabando así con la despensa de las tribus indias.
Sin embargo, también encontramos opositores en los sectores más civilizados de norte América. El conocido Thoreau veía en el tren el símbolo de la civilización de la máquina, era que él rechazaba, y calificaba al ferrocarril como “demoníaco caballo de hierro.”
En Rusia, el sector de los eslavófilos miraba con recelo a este “intruso,” ya que llenaría el país de productos occidentales, y quizá de ideas que podrían hacer tambalear los cimientos sobre los que se asentaba la Santa Madre Rusia. También se miraba con un recelo similar en los estados pontificios, sobretodo con Gregorio XVI, que consideraba el ferrocarril como una ópera diabólica. La gente de la calle incluso se santiguaba al subir al tren, o al oír el aviso y la puesta en marcha del motor.
Pese a todo, el tren fue expandiéndose rápidamente por el globo. Sólo en lugares apartados la actitud fue totalmente contraria a este invento. No sólo los indios americanos atacaron los trenes a caballo. También en Arabia Saudí los beduinos se encargaron de entorpecer el tren que les arruinaba el negocio de proteger a la gente en peregrinación, o que llevaba los productos mucho más rápido que una caravana.
*Si bien, lo que Dickens critica aquí no es el tren en sí, sino el hecho de que destruyera los barrios pobres, ya que los constructores y demás financieros no podían comprar el terreno de los barrios ricos. Eso es lo que denuncia.


La realidad es distinta
Si el círculo de detractores del tren era amplio y variado, también lo era el grupo que lo apoyaba. Aquí el ferrocarril era sinónimo de progreso, y por tanto necesario. Es el caso de los sant simonianos. La realización de una red ferroviárea que uniera todos los paises del mediterráneo con Rusia y otros paises orientales se presentaba como una opción factible, y la solución de muchos de los problemas del momento.
Goethe, por citar otro ejemplo conocido, veía en la construcción de líneas de tren la forma de unificar Alemania más allá de la política. Y es indudable que, aunque no fue la causa principal, sí que tuvo una importancia vital en la política de los länder germanos.
Por otra parte, si antes lo que se criticaba era la velocidad, aquí era alabada. El tren daba la sensación de volar, y reducía las grandes distancias que separaban las grandes ciudades.
Pero la mejor muestra de apoyo a este invento es su propio desarrollo e historia. Para principios del siglo XX ya se habían construido miles y miles de kilómetros por todo el mundo, convirtiéndose en una pieza clave para la economía europea del siglo XIX.
Se tuvo que construir puentes, túneles, rodear montañas, garantizar la seguridad y la vida de los miles de trabajadores, a fin de que se cumpliera lo que para muchos era la función del ferrocarril: acercar a la humanidad. Siempre entendiendo que esto significaba progreso, hasta el punto que el escritor francés Theóphile Gautier calificó a las estaciones como las "catedrales de la nueva humanidad.”
En esta era de Internet, en la que ese sueño es más real que nunca, no debemos olvidar cómo se inició todo: a 30 km/h.

Fuente: http://www.mundohistoria.org


Las condiciones laborales de los obreros en el siglo XIX


El número de horas de trabajo de los obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas. Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana. En algunos países de Europa se tardaron décadas en conseguirlo.
Mujeres y niños constituían una buena parte de la mano de obra de la época de la Revolución Industrial. En el año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida por mujeres. En el inicio de la década de los años cincuenta, se sabe que trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y 15 años.
Los salarios eran muy bajos y muy ajustados para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los hombres. A partir de los años cincuenta, los salarios tendieron a subir, especialmente para los obreros cualificados, pero el nivel de vida de los trabajadores continuó siendo muy bajo.
En las zonas industriales se pensó que sería conveniente que las viviendas de los trabajadores estuvieran cerca de las fábricas. Así surgieron los barrios obreros, con edificios de dos o tres plantas al principio, pero que aumentaron progresivamente en altura y volumen, a la vez que se extendían por los suburbios de las principales ciudades. Los barrios obreros crecieron de forma desordenada, sin que los poderes municipales se preocupasen de atender a los servicios como eran el trazado ordenado de calles, alumbrado público, conducción de aguas, alcantarillas, basuras, etc. Las calles y patios estaban muy degradados por el amontonamiento de basuras y desperdicios. Al no haber desagües, las aguas sucias se estancaban. Esa situación, unida al hacinamiento y la mala ventilación, aumentaban el peligro de infecciones. El interior de las viviendas era muy pobre, con pocas habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas comunitarias.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se extendieron por Europa las conocidas como colonias industriales fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía en una gran mansión, los directivos ocupaban casas amplias y los obreros tenían pequeñas casas. También tenían iglesias, tiendas, escuelas y hasta cementerios, en algunos casos.
Las primeras etapas de la industrialización trajeron consigo unas pésimas condiciones de vida para los obreros, como hemos comprobado. A finales del siglo XIX su situación mejoró en cierta medida, en parte debido al descenso de los precios agrícolas y también gracias a las conquistas sociales, y a una mayor preocupación de los poderes por la situación de los obreros, temerosos de la fuerza del movimiento obrero.
En relación con la dieta, el alimento principal siguió siendo la harina en forma de pan o de gachas, y la patata, que se difundió de forma extraordinaria hacia la mitad del siglo XIX. El consumo de carne, frutas, verduras y pescado fue, en cambio siempre muy escaso. El gasto en vestidos era muy reducido. La indumentaria del trabajador se diferenciaba claramente de la de los burgueses: la blusa y la gorra eran elementos distintivos de los hombres; y un vestido largo, era el atuendo de las mujeres.
El centro de ocio de los obreros era la taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo. Este hecho, junto con las duras condiciones labores, tuvo mucho que ver con el alto grado de alcoholismo existente entre las clases trabajadoras. El movimiento obrero intentó mejorar el ocio de los obreros a través de nuevos centros como las casas del pueblo, donde además de reunirse para debatir sobre aspectos laborales y políticos, se podía encontrar una alternativa a la taberna con clases, charlas, teatro, biblioteca, etc..
Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea. @Montagut5
Fuente: https://losojosdehipatia.com.es




LAS INTERNACIONALES OBRERAS


La Primera Internacional Obrera (1864-1876)
La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional Obrera, adoptó como sede la ciudad de Londres y estuvo integradapor partidos, sindicalistas, socialistas, anarquistas y asociaciones obreras de variado signo. El encargado de redactar sus estatutos fue Carlos Marx.
Marx en una alocución de la Primera Internacional. Ampliar imagen
Marx en una alocución
Las diversas tendencias y sensibilidades que recogió, obstaculizaron en gran medida su funcionamiento.
Conferencia de la Primera Internacional en 1864. Ampliar imagen
Conferencia de la AIT en 1864
En 1868, a raíz de la incorporación de Bakunin, la AIT sufrió una polarización que condujo a enfrentamientos entre dos tendencias irreconciliables: por un lado, la anarquista (con Bakunin a la cabeza), por otro, la marxista, cuyo liderazgo intelectual ostentó Marx.
Episodio decisivo en la división del movimiento internacionalista lo constituyó el fracaso de la Comuna de París (1871), experiencia de carácter revolucionario que surgió tras la derrota de Sedán (1870) sufrida por las tropas francesas de Napoleón III frente a Prusia.
Como consecuencia, el Segundo Imperio Francés dejó de existir (el emperador abdicó), abriéndose paso la III República. Durante los primeros meses de ésta, la agitación política y social hicieron estallar en París una revolución que condujo a la instauración de una Comuna obrera.
Fusilamiento de miembros de la Comuna de París. Ampliar imagen
Ejecución de comuneros
Tras poco más de dos meses de autogestión, las autoridades republicanasencabezadas por Thiers, reprimieron sangrientamente la primera tentativa de poner en práctica por vez primera una sociedad liderada por la clase trabajadora.
M. Bakunin. Ampliar imagen
M. Bakunin
El fiasco de la Comuna de París agravó los enfrentamientos en el seno de la Internacional. En el Congreso de La Haya (1872), los anarquistas fueron expulsados de la organización, que pasó a ser controlada por los marxistas hasta su disolución en 1876.
Las razones que llevaron a ese enfrentamiento pueden resumirse en las siguientes:

  • Marx deseaba una organización estructurada en torno a una autoridad como forma de reforzar la eficacia de las decisiones adoptadas. Bakunin se oponía a cualquier control o jerarquía. Los anarquistas se definían a sí mismos como "socialistas antiautoritarios".
  • Marx depositaba las esperanzas de revolución en una acción organizada y preparada de la clase trabajadora, especialmente de los obreros industrialesBakunin apelaba al individualismo y la espontaneidad, al tiempo que otorgaba al campesinado un importante protagonismo revolucionario. De hecho, el anarquismo fue más fuerte en países de economía agraria, como Rusia o España, que en los industrializados.
  • La dictadura del proletariado como vía transitoria a la sociedad comunista, una de las piezas fundamentales de la teoría marxista, era rechazada por Bakunin, al considerar que todo tipo de Estado, inclusive uno de trabajadores, constituía un peligro para las libertades individuales. Texto. Diferencias entre Bakunin y Marx: el Estado Texto. Diferencias entre Bakunin y Marx: la dictadura del proletariado
  • La intervención de la clase trabajadora en el juego político por medio de la creación de partidos obreros, e incluso su colaboración con partidos de carácter burgués si éstos apoyasen los intereses del proletariado, fue rebatida por Bakunin, quien sostenía que los obreros sólo debían organizarse en torno a sindicatos y no intervenir jamás en política (parlamento, elecciones, etc), ya que ello acabaría por desvirtuar su fuerza revolucionaria.


La Segunda Internacional Obrera (1889-1916)
Fue fundada en 1889. Su sede se estableció en Bruselas. Si la Primera Internacional había albergado en su seno -al menos en sus comienzos- una amplia gama de tendencias, la Segunda, una vez expulsados los anarquistas en 1893, adoptó una clara orientación socialista marxista.
Congreso de la Segunda Internacional celebrado en Londres en 1913. Ampliar imagen
Congresistas de la II Internacional. 1913
La integraron una serie de partidos socialistas de distintas nacionalidades organizados en una federación.
Reivindicación de la jornada de 8 horas en Francia. 1906
Reivindicando la jornada de 8 horas
Entre los objetivos fundamentales de la asociación destacó la búsqueda de una legislación que mejorara las condiciones de vida de los trabajadores (subsidios de desempleo, protección social, etc) y, de forma especial, el empeño en la instauración de lajornada de ocho horas.
Signos distintivos de la II Internacional fueron la institución de la jornada del Primero de Mayo como fiesta reivindicativa (Día Internacional del Trabajo), la del 4 de marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora) y el famoso himno conocido como de la Internacional. Himno de la Internacional. En español. Formato MP3 (1,38 Mb) Texto de la Internacional
Grabado alusivo al  1 de mayo realizado por el artista y anarquista Jules Grandjouan. Ampliar imagen
1 de mayo. Grabado
Entre los principales problemas a los que hubo de enfrentarse, destacó el de la controversia ideológica de dos grupos:
El radical, compuesto por los marxistas ortodoxos, partidarios de una revolución como fórmula para destruir el capitalismo y cambiar la sociedad. Una de sus principales figuras fue Rosa Luxemburgo.
Rosa Luxemburgo. Ampliar imagen
R. Luxemburgo
Eduard Bernstein. Ampliar imagen
E. Bernstein
El más moderado, de carácter reformista, denominado “revisionista”, pues discutía algunos puntos de la teoría marxista, como el de la lucha de clases o el materialismo histórico. Entre sus representantes destacó Eduard Bernstein, que preconizaba llegar al socialismo mediante una vía pacífica con la participación de los trabajadores en el juego parlamentario.
La Segunda Internacional recibió el golpe de gracia tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, conflicto que fue incapaz de evitar.

La clase trabajadora, dividida entre los sentimientos patrióticos y el ideal de solidaridad internacional, optó por los primeros, se enroló en los ejércitos contendientes y abandonó la causa que inspiraba la organización.
Voluntarios británicos a la espera de recibir entrenamiento militar. Ampliar imagen
Voluntarios británicos
No pudiendo resolver esa contradicción, en 1916 se disolvía la Internacional.
En 1917, a raíz del triunfo de la Revolución Rusa, se impusieron las tesis de aquellos que, como Lenin, el líder de los bolcheviques, abogaban por las tesis marxistas más radicales.
Proyecto del monumento a la  Tercera Internacional, realizado por el escultor Vladimir Tatlin en 1920. No llegó a costruirse. Se inspiraba en la Torre Eiffel y hubiese sido un enorme edificio que albergaría la sede de la organización. Ampliar imagen
Monumento a la
III Internacional
En 1919 se fundó, una Tercera Internacional, la llamada “Komintern”, de carácter comunista, alejada por tanto de las tesis reformistas revisionistas y muy condicionada por los intereses de la URSS.


Fuente: http://www.claseshistoria.com


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