Las monarquías medievales se diferencian entre sí bien por donde surgieron o bien por su distancia en el tiempo, es decir, no es lo mismo la monarquía de los orígenes romanos, que la monarquía de los godos o la de los reinos cristianos o incluso con el paso del tiempo la monarquía feudal… Por este motivo, en estas líneas nos centraremos en algunos casos como fueron los visigodos o el reino astur.

Cuando hablamos de las monarquías como un sistema de gobierno entendemos el concepto de un monarca a la cabeza de un país, el cual su descendencia será el próximo jefe de estado y cuyo poder está limitado por una constitución y varias instituciones de gobierno como una presidencia, un congreso y un senado. Pero, nos hemos puesto a pensar cómo se caracterizaban las monarquías en a lo largo de la Edad Media.

A lo largo del siglo V ya se empezaba a notar la decadencia del Imperio Romano de Occidente uno de los hechos que agravó aún más este declive fue el asedio por parte de los hunos en el 451. No obstante, son varias las teorías que hablan sobre el declive de Roma como por ejemplo: el cristianismo y su legalización, las herejías, cambios climáticos y cosechas o las invasiones. Desde este siglo hasta el siglo IX conforman el periodo que se conoce como Alta Edad Media y está caracterizado por los sucesivos movimientos migratorios de diversos pueblos.

En el siglo V destacamos a los godos -el término visigodo se entendería como godos occidentales-, estos estaban asentados en las fronteras del Imperio y poseían un sistema de gobierno a cuya cabeza había un monarca que era elegido y no tenía permanencia en el tiempo. Es decir, este rey o líder era la cabeza de un pueblo en armas, su función era liderarlos y su permanencia en el poder estaría ligada a sus éxitos militares.

Los pueblos asentados en las afueras del imperio -no solo los godos– poseían una monarquía electiva y de carácter guerrero. Por este motivo, estos pueblos harían correrías y saqueos en zonas próximas a sus asentamientos con un objetivo simple, obtener un gran botín. Tras obtener un botín se procedería a un reparto poco equitativo entre el rey y sus guerreros de esta manera se daría una diferenciación social y el ascenso de clanes que tendrían predominio en la elección al puesto de monarca.

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Representación Alarico I, 1635, Museo del Prado

Teniendo en cuenta el prestigio una de las figuras que podríamos destacar es Alarico I que se caracterizaría por ser un gran caudillo militar y estar al servicio de Roma a través de un pacto o foedus. Alarico a cambio de estar en las fronteras de Roma puso sus tropas al servicio del Imperio, estos serían conocidos como foederati. Sin embargo, en los años 408 y  410, ante los impagos por parte del emperador Honorio, las tropas de Alarico marcharon sobre la ciudad de Roma. De esta manera se denota un alto liderazgo y la consolidación del poder godo, además, en las fuentes históricas aparecerá el término rex (rey).

Alarico consiguió un alto prestigio y ser rex godo, así como, a su muerte vemos una fijación por la familia pues sería nombrado monarca su cuñado Ataulfo. La monarquía goda alcanzaría una nueva meta tras el matrimonio de Alarico con Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, de esta manera, se unen tradiciones romanas y godas, pero lo que más llamaría la atención fue la ostentosidad de la boda pues rozaría lo imperial, lo cual denotaba más prestigio para la monarquía goda.

Si ya hemos visto figuras militares y tradiciones romano-góticas otro de los puntos a tener en cuenta sería la creación de un reino cosa que pasaría en el 418 con las figuras de Walia Teodorico I. Walia asentaría las tropas godas en la Galia y conseguiría otro foedus-pacto militar- con Roma y Teodorico establecería límites y la capital en Tolosa tanto que en las fuentes ya serían denominados como Reges Gothorum (Reyes Góticos). Estos tendrían una administración civil y militar sobre un pueblo y un territorio.

Representación Walia, siglo XIX.

Paralelamente al ascenso visigodo en la Galia, otro pueblo en territorio francés comenzaría su ascenso, tanto que chocarán con los visigodos. Estos fueron los francos y su rey Clovis o Clodoveo I el cual en el 507, en la batalla de Vouille, derrotó a los visigodos y favoreció la migración de estos a la península ibérica. Estos empezarían a asentarse en ciudades y comenzaría de nuevo las luchas y el ascenso de figuras predominantes, este fue el caso de Atanagildo el cual lucharía contra otros reinos en la península como fueron los suevos, además, establecería la capital del reino en Toledo.

Representación de Leovigildo, 1854-1855, Museo del Prado

A la muerte de Atanagildo será sucedido por otro noble, Liuva, hermano de Leovigildo. Leovigildo ascenderá al trono tras ser asociado por su hermano Liuva, con él y su hijo Recaredo se conseguirá el máximo esplendor de la monarquía visigoda. Leovigildo sería un rey militar logrando el control peninsular mediante las armas a la vez que para afianzarse en el poder se convertiría al cristianismo, de esta manera, se daría una fijación teocrática y los inicios de la herencia en las monarquías por un orden teocrático, el poder pasa del padre al hijo. Con Recaredo, uno de los instrumentos para afianzar el poder sería la proclamación de concilios, reuniones de alto grado de carácter religioso a cuyo mando podría estar el monarca.

En el seiscientos se mantendría en gran medida la tradición iniciada por padre e hijo, asociar familiares al trono para favorecer la elección de esto, así como, presidir los numerosos concilios de Toledo que se celebrarían. Además, aparecerá la figura del rey legislador, un monarca que publicará códigos legales por los cuales se regirá la monarquía y establecerá bases legales. Este es el caso del Liber Iudiciorum publicado por Recesvinto.

Alrededor del 711 se inicia la invasión musulmana y caída de la Hispania visigoda, años más tarde se iniciaría el foco de resistencia por parte de aquellos cristianos que se refugiaron en el norte de la península que con el paso del tiempo daría lugar a la creación de los Reinos Cristianos. Un alto número de cristianos escapó de sus ciudades durante la invasión musulmana, también emigraron un alto número de nobles visigodos que se refugiaron en esta zona y con el paso del tiempo se asentaron y acomodaron en el lugar donde nacería el Reino de Asturias. Por este motivo, entre el 718 o el 722 -dependiendo de la historiografía- tuvo lugar la Batalla de Covadonga. Así iniciaría el foco de resistencia contra la invasión musulmana, pues las tropas omeyas serían derrotadas y se ensalzaría la figura de Don Pelayo, noble, guerrero y primer monarca del naciente Reino de Asturias.

La monarquía naciente del reino astur compartiría grandes similitudes con la monarquía visigoda pues encontramos características comunes. Por ejemplo, la figura del rey beligerante como fue el caso de Pelayo, así como el uso de la herencia pues los reyes astures evocarán a dinastías anteriores y se proclamarán herederos de los visigodos. Prueba de esto lo vemos por parte de Alberto Vengas Ramos el cual en su artículo  recoge palabras del historiador español Claudio Sanchez Albornoz el cual habla de los orígenes godos de Pelayo y el que sería Alfonso I de Asturias.

“godo Pelayo […] y godo Alfonso, su yerno […] no puede
sorprender que junto a ellos acudieran los godos refugiados en el
país. Las evidentes raíces góticas que es fácil rastrear en la vida
política del reinecillo fundado en las breñas de Asturias y por los
astures, nunca antes contagiados de goticismo” (Ramos, 2013, 313).

De esta manera, quedan referenciadas unas tradiciones imperiales y la exaltación del pasado como instrumento para legitimar el poder. Tras Covadonga, Don Pelayo se limitaría a consolidar su reino en Asturias, con toda una serie de atributos que pronto darían los idearios de hombre de estado. Pues intentaría establecer una herencia al trono pues una monarquía electiva solo creaba debilidad política y estratégica (Fernández, 2017, 226). Sin embargo, a la muerte de Pelayo le sucedería su hijo Favila, pero de la misma manera que emplearon los visigodos mediante la asociación de su hijo al trono.

Mientras que en el caso hispano vemos la asociación al trono como un método para continuar con las dinastías, en el caso franco vemos algo parecido. En las primeras décadas del siglo VIII surgen figuras de gran importancia en el reino franco, estos son Pipino de Heristal Carlos Martel. Estos obtendrían el cargo de “mayordomo de palacio” es decir, estaban al servicio del rey, pero estos se encargaban de realizar las funciones del monarca. Por este motivo, no es de extrañar que el cargo de mayordomo –ante la importancia que tenía- fuese sucesorio.

Carlos Martel mayordomo de palacio tuvo una de las grandes victorias frente a los musulmanes en territorio francés en la Batalla de Poitiers en el 732, al igual que en el caso hispano, la figura beligerante se mantendría muy presente. Por esto no es de extrañar que estos “mayordomos” fueran considerados los verdaderos reyes frente a los reyes merovingios que ya por este entonces recibieron el apodo de reyes holgazanes. Finalmente en el 754, tras el derrocamiento de los merovingios y con el apoyo del Papa Esteban II una nueva dinastía se establecería en el reino franco, iniciada por Pipino el Breve esta dinastía recibirá el nombre de carolingia por una de las grandes figuras de este momento Carlomagno.

Detalle coronación de Carlomagno como emperador, Musei Vaticani.

Con Carlomagno el reino franco alcanza una etapa de gloria, se inicia una expansión hacia nuevos territorios como fue el caso del norte de Italia -haciendo frente a los lombardos-, varias campañas en la zona oriental del continente, pero la que mas llamaría la atención fue su entrada en los Pirineos, la creación de la Marca Hispánica un conjunto de condados bajo la protección del Reino Franco y las relaciones diplomáticas con el Reino de Asturias. De esta manera vemos dos monarquías que tienen unos dominios establecidos, una administración civil y militar, un territorio y relaciones diplomáticas.

De vuelta a España a diferencia del caso franco, el uso de la asociación familiar al trono era la única manera de garantizar la herencia. Por esto no era de extrañar que este método creara malestar en la sociedad, pues con la herencia se impedía el ascenso de otras ramas familiares nobiliarias al trono. Todo esto no impediría las deposiciones como fue el caso de Alfonso II el Casto, de Asturias, en el año 783. Otras de las figuras que destacamos es a Ordoño I, rey de carácter bélico que expandiría las fronteras del reino y que favorecería el fenómeno de repoblación, además mantendría relaciones diplomáticas con al-Ándalus. En el año 866 a su muerte hizo lo mismo que los reyes anteriores, asignó a su posición a su hijo que sería conocido como Alfonso III el Magno.

Alfonso III, 1852, Museo del Prado

Con la figura de Alfonso III se marca un punto de inflexión atenderemos a hechos históricos de gran importancia entre los que encontramos: el uso de la cronística, se usará como instrumento para reivindicarse un pasado y utilizarlo para legitimar la monarquía y el Reino de Asturias, por ejemplo, Crónica de Alfonso III o la Crónica Albeldense. Otro de los puntos a reivindicar será la presencia de un nombre que designe su posición, es decir, un titulus por esto en la fuentes se puede encontrar a este monarca designado como Totus Hispaniae Imperator Magnus Imperator (López Martín, 2019, 23). Por último dentro de la figura de este rey destacamos un hecho de gran importancia, a su muerte en el año 910 la capital del reino se traslada de Asturias a León, lo cual marca el fin del Reino de Asturias y la designación pues los reyes serán reyes de León. Además, con este rey vemos una herencia efectiva a su muerte el reino será divido en tres partes para sus hijos pero de manera efímera. Por ejemplo, de las tres partes: Galicia, Asturias-León y Castilla, Ordoño II de León fue también rey de Galicia.

Finalmente y a pesar de haber omitido algunos datos, podemos decir que vemos una evolución en las características de los sistemas monárquicos desde la caída de Roma. En sus inicios una monarquía guerrera y electiva que daría lugar al prestigio de figuras, a la diferenciación social y el uso de la asociación al trono, por otra parte, la aparición de administraciones –gran parte de la herencia de Roma-. Otros datos son el uso de las crónicas para reivindicar un pasado y de esta manera legitimar la herencia del poder, el uso del cristianismo bien en concilios, creando obispados o incluso con el apoyo del papado como fue el caso carolingio. Todo esto asentará las bases del poder monárquico y conforme llegaba el siglo XI y la plenitud medieval se manifestarían en las monarquías feudales.

 

IMÁGENES

Cano de la Peña, E, Alfonso III, 1852, Colección del Museo del Prado.

Than Mór, La fiesta de Atila, siglo XIX.

Leonardo, J, Alarico, rey godo, 1635, Colección del Museo del Prado.

Vera, A, Walia, rey de los visigodos, siglo XIX, Colección del Museo del Prado.

Barroeta y Anguisolea de, J, Leovigildo, 1854-1855, Colección del Museo del Prado.

Detalle de la Coronación de Carlomagno, Musei Vaticani. Disponible en: http://www.museivaticani.va/content/museivaticani/es/collezioni/musei/stanze-di-raffaello/stanza-dell-incendio-di-borgo/incoronazione-di-carlo-magno.html.

Realizado por Javier Muñoz Miguel, graduado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.