viernes, 27 de noviembre de 2015

1º BACHILLERATO- LOS CAMBIOS SOCIALES. ORÍGENES Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO


ESQUEMAS
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SOCIEDAD EN EL SIGLO XIX


La sociedad europea del siglo XIX sufrió cambios profundos,  paralelos a los que se produjeron en los ámbitos políticos y económicos. La división estamental se sustituyó por una división en clases, basada en una mayor movilidad social. La nobleza perdió su hegemonía social, política y cultural a favor de la burguesía, aunque consiguió adaptarse a la nueva sociedad. Y, por fin, emergieron las clases trabajadoras.

La sociedad del Antiguo Régimen estaba estructurada en estamentos –clero, nobleza y estado llano- y se basaba en el principio de la desigualdad jurídica, lo que comportaba desigualdad económica y política. Pero esta sociedad comenzó a resquebrajarse en el siglo XVIII con la emergencia de la burguesía. Las revoluciones políticas liberales-burguesas destruyeron el principio de la desigualdad jurídica al proclamar la igualdad ante la ley de todas las personas. A partir de entonces, las relaciones sociales se establecieron en torno al concepto de clase social.

Los individuos pertenecientes a una clase social se definirían según su posición económica común, lo que permitiría diferenciar a los propietarios de bienes y medios de producción, es decir, los capitalistas, de los que solamente poseían su fuerza de trabajo, los obreros o proletarios. Pero, además de esta diferencia económica había otras de tipo cultural, educativas, de mentalidades y valores. La pertenencia a una clase no dependía del nacimiento ni de la herencia y podía, legalmente, darse la movilidad entre clases, aunque fuera complicada, frente a la rigidez jurídica estamental.

En la nueva sociedad de clases dos grupos ostentaban la hegemonía social: la nobleza procedente del Antiguo Régimen, que tenía en la tierra su principal fuente de riqueza, aunque había perdido cualquier tipo de distinción o privilegio jurídico, y la burguesía, que combinaba su preeminencia en los negocios y en la industria con la propiedad rural, a la que había accedido gracias a los procesos de desamortización eclesiástica y civil de los países católicos, y por compras directas en el resto de Europa.

Entre la vieja aristocracia y la alta burguesía tuvo lugar un proceso de simbiosis, de tal modo que parte de esa nobleza terminó entrando en el mundo de los negocios y la alta burguesía  consiguió ennoblecerse; de hecho, las monarquías europeas concedieron muchos títulos nobiliarios a los burgueses durante el siglo XIX

La nobleza europea conservó gran parte de sus rentas agrícolas, ya que no perdieron sus tierras en las reformas y desamortizaciones agrarias realizadas en Europa y que, en el caso de los países católicos, afectaron casi exclusivamente a las propiedades eclesiásticas. Muchos nobles, además, se incorporaron a puestos importantes en las administraciones de los nuevos estados, especialmente en el ámbito diplomático. Su posición social les facilitó su participación activa en la política, en los gobiernos pero, sobre todo, al copar los escaños de las cámaras altas (senados) del poder legislativo, ya fuera por derecho propio o por elección de los monarcas, según estipulasen las constituciones respectivas.

En algunos países este poder nobiliario puede ser interpretado como una rémora del pasado, imposibilitando la ejecución de distintas reformas pero, en otros lugares, como en Inglaterra o en Alemania, la nobleza se adaptó a los nuevos valores burgueses y tuvo un gran protagonismo en la economía.

El peso de la aristocracia varió en Europa. En Inglaterra, los lores mantuvieron su poder económico en el campo, ampliando sus beneficios con la explotación de las minas. Frente al caso inglés, en Francia la nobleza no fue tan poderosa, habida cuenta que se había visto muy afectada por las medidas revolucionarias. Su posición como propietaria terrateniente era menos sólida que la de los aristócratas ingleses. En la Europa central, oriental y del sur la nobleza tuvo un protagonismo evidente en todos los ámbitos hasta la Primera Guerra Mundial.

La burguesía fue la clase social más beneficiada en los procesos revolucionarios que marcaron el comienzo de la edad contemporánea en Europa, en los ámbitos políticos, sociales y económicos. Pero, en realidad, la burguesía era muy heterogénea. Dentro de ella, se pueden distinguir varios grupos. En primer lugar, estaría la alta burguesía de los grandes negocios financieros, comerciales, industriales y agrarios. Sus integrantes terminaron por formar verdaderas dinastías modernas: los Krupp, Thyssen, Rothschild, Péreire, Lafitte, etc.. Después existiría la burguesía media, formada por comerciantes, dueños de pequeñas fábricas y talleres y notables rurales. Y, por fin, la burguesía de las profesiones liberales y funcionarial, integrada por los profesiones liberales (médicos, farmacéuticos, abogados, etc…), intelectuales, periodistas, y por los funcionarios de cierto grado.

La burguesía impuso un nuevo estilo de vida, un cambio de costumbres y marcó la aparición de nuevos valores sociales y morales, relacionados con la propiedad, el ahorro, el trabajo y la familia. Los burgueses establecieron un ideal para unos o una referencia inalcanzable para otros, aunque, con el tiempo nacerían otros valores y costumbres en el seno de las clases trabajadoras que se enfrentarían a los de la burguesía.

Al alcanzar el poder, la burguesía cambió las ciudades dirigiendo la planificación urbanística con el trazado de calles amplias y rectas en el centro de las viejas ciudades, la expansión o ensanches derribando las murallas y el diseño de los nuevos barrios. También diseñaron y construyeron nuevos edificios públicos o para sus viviendas.

La burguesía estableció nuevos espacios de relación o transformó los viejos. El caso más evidente es el de los cafés, ya existentes en el siglo XVIII pero que cambiaron a mediados del siglo XIX, ampliando sus interiores, con nuevas decoraciones y comodidades. También se potenciaron los teatros y los teatros de ópera.

La vivienda era un símbolo fundamental para la burguesía. Por un lado era expresión del nivel social adquirido, de la propiedad privada, pilar fundamental de los valores burgueses. Pero, además, era el espacio donde se desarrollaba la vida familiar, otro de los valores que la burguesía potenció, como hemos indicado. Por todo ello, la construcción, distribución de espacios y decoración de la casa fueron aspectos que la burguesía cuidó extremadamente. El centro de la vivienda era el gran salón, magníficamente decorado, para recibir a las visitas, donde la familia se ofrecía como espectáculo para los huéspedes e invitados, Además, la casa contaba con comedor de uso diario, despacho para el cabeza de familia, habitaciones para los integrantes de la familia, cocinas y las habitaciones del servicio.

El vestido, como la casa, también era reflejo de las convenciones y formalismos de la burguesía. Estaba concebido para ocultar el cuerpo y, sobre todo, para marcar una clara diferenciación social con la apariencia externa de las clases trabajadoras. La burguesía hizo una gran ostentación de ropajes, tanto en el hombre como en la mujer, siendo el vestido femenino mucho más complicado. Solamente, a finales del siglo XIX, comenzaron a aligerarse los vestidos y se potenció más la higiene personal.

La educación fue considerada por la burguesía como uno de sus principales instrumentos para reforzar la cohesión social, pero el acceso a la misma no fue igualitario. Se desarrollaron nuevos sistemas educativos que regularon la enseñanza en tres grandes etapas: primaria, secundaria (bachillerato) y superior o universitaria. Después de grandes esfuerzos se consiguió que la mayoría de la población accediera a la enseñanza primaria hacia finales del siglo XIX, al hacerse pública y gratuita, pero muy pocos integrantes de las clases populares pudieron acceder a los otros dos niveles educativos. La mujer, también tuvo vetado el acceso a los niveles medio y superior hasta finales del siglo. En relación con la alfabetización, se alcanzaron niveles altos en los países más desarrollados pero no así en el este y en el sur europeos hasta bien entrado el siglo XX.

El número de horas de trabajo de los obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas. Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana. En algunos países de Europa se tardaron décadas en conseguirlo.

Mujeres y niños constituían una buena parte de la mano de obra de la época de la Revolución Industrial. En el año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida por mujeres. En el inicio de la década de los años cincuenta, se sabe que trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y 15 años.

Los salarios eran muy bajos y muy ajustados para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los hombres. A partir de los años cincuenta, los salarios tendieron a subir, especialmente para los obreros cualificados, pero el nivel de vida de los trabajadores continuó siendo muy bajo.

En las zonas industriales se pensó que sería conveniente que las viviendas de los trabajadores estuvieran cerca de las fábricas. Así surgieron los barrios obreros, con edificios de dos o tres plantas al principio, pero que aumentaron progresivamente en altura y volumen, a la vez que se extendían por los suburbios de las principales ciudades. Los barrios obreros crecieron de forma desordenada, sin que los poderes municipales se preocupasen de atender a los servicios como eran el trazado ordenado de calles, alumbrado público, conducción de aguas, alcantarillas, basuras, etc. Las calles y patios estaban muy degradados por el amontonamiento de basuras y desperdicios. Al no haber desagües, las aguas sucias se estancaban. Esa situación, unida al hacinamiento y la mala ventilación, aumentaban el peligro de infecciones. El interior de las viviendas era muy pobre, con pocas habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas comunitarias.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX se extendieron por Europa las conocidas como colonias industriales fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía en una gran mansión, los directivos ocupaban casas amplias y los obreros tenían pequeñas casas. También tenían iglesias, tiendas, escuelas y hasta cementerios, en algunos casos.



Las primeras etapas de la industrialización trajeron consigo unas pésimas condiciones de vida para los obreros, como hemos comprobado. A finales del siglo XIX su situación mejoró en cierta medida, en parte debido al descenso de los precios agrícolas y también gracias a las conquistas sociales, y a una mayor preocupación de los poderes por la situación de los obreros, temerosos de la fuerza del movimiento obrero.

En relación con la dieta, el alimento principal siguió siendo la harina en forma de pan o de gachas, y la patata, que se difundió de forma extraordinaria hacia la mitad del siglo XIX. El consumo de carne, frutas, verduras y pescado fue, en cambio siempre muy escaso. El gasto en vestidos era muy reducido. La indumentaria del trabajador se diferenciaba claramente de la de los burgueses: la blusa y la gorra eran elementos distintivos de los hombres; y un vestido largo, era el atuendo de las mujeres.


El centro de ocio de los obreros era la taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo. Este hecho, junto con las duras condiciones labores, tuvo mucho que ver con el alto grado de alcoholismo existente entre las clases trabajadoras. El movimiento obrero intentó mejorar el ocio de los obreros a través de nuevos centros como las casas del pueblo, donde además de reunirse para debatir sobre aspectos laborales y políticos, se podía encontrar una alternativa a la taberna con clases, charlas, teatro, biblioteca, etc..

Información sacada de: www.losojosdehipatia.com.es 

LUDISMO
El ludismo fue un movimiento social que se caracterizó por la oposición a la introducción de maquinaria moderna en el proceso productivo. Se desarrolló durante las primeras etapas del proceso de industrialización y dió lugar a violentas acciones de destrucción de máquinas. Su origen se remonta a la acción de "Ned Ludd", su mítico líder, un tejedor que en 1779 fue supuestamente pionero en este tipo de prácticas tras destruir el telar mecánico que manipulaba. Se desarrolló entre 1800 y 1830, fundamentalmente en Inglaterra y su intervención estuvo jalonada por una oleada de amenazas, tumultos y desórdenes que amedrentó a los patronos y provocó la intervención del gobierno.

La causa principal que desencadenó los disturbios fue la precaria situación laboral y social creada tras la introducción de moderna maquinaria en la producción de textiles, arrastrando a la ruina a los telares tradicionales, impotentes a la hora de competir con las fábricas de reciente creación. Los viejos artesanos perdieron sus negocios y cayeron en el desempleo.

La agitación que afectó inicialmente a la industria textil se extendió también al campo, donde el supuesto cabecilla "Capitan Swing" y sus seguidores dirigieron su ira contra las trilladoras incorporadas a las labores agrícolas.

Las acciones contra las máquinas constituyeron el precedente de otras venideras, esta vez mejor organizadas, dirigidas, no contra las máquinas, sino contra sus propietarios. El ludismo reunía algunos rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen, frecuentes en períodos de crisis de subsistencias. Coincidió con ellos en la espontaneidad y en la ausencia de una ideología política definida que los vertebrase. Pero al tiempo, presentaba modernas peculiaridades propias de los movimientos obreros de la segunda mitad del siglo XIX. Texto. Episodio de rotura de máquinas, recogido en el Annual Register, 26 de abril de 1812

El movimiento alcanzó su cénit coincidiendo con los altercados que se desarrollaron en Inglaterra durante los años 1811 y 1812, reprimidos con suma dureza por el gobierno, a raíz de los cuales fueron detenidos y juzgados numerosos revoltosos, de los que unos treinta fueron condenados a la horca.

Otros países padecieron similares desórdenes: fue el caso de Francia (entre 1817 y 1823), Bélgica, Alemania o España (Alcoy en 1821 y Barcelona en 1835).

CARTISMO
Al igual que el ludismo el cartismo fue un movimiento propio de la primera etapa del movimiento obrero. Pero, a diferencia de aquel, tuvo una índole esencialmente política. El término procede de la “Carta del Pueblo”, documento enviado al Parlamento Británico en 1838, en el que se reivindicaba el sufragio universal masculino y la participación de los obreros en dicha institución. Los defensores del cartismo pensaban que cuando los trabajadores alcanzasen el poder político, podrían adecuar las leyes a sus intereses de clase. La duración de este movimiento abarcó una década, entre 1838 y 1848.

El cartismo supuso la toma de contacto de las masas obreras con la acción política. Hasta entonces habían concentrado su empeño en la conquista de mejoras de carácter laboral.
En la “Carta” demandaban el sufragio universal, la supresión del certificado de propiedad como requisito para formar parte del Parlamento, inmunidad parlamentaria, un sueldo para los diputados, etc; estas peticiones poseían un marcado carácter político y eran necesarias -según sus defensores- para conseguir una profunda transformación social.

El movimiento fracasó, entre otras causas, por las disensiones internas entre sus diversas tendencias, la moderada y la radical. La tendencia moderada la representaban Lovett y Owen, inclinados a demandas de tipo económico y laboral; la más radical la lideraron el irlandés O’Connor y O’Brien, ambos partidarios de acciones contundentes que incluían el empleo de la huelga general.
La represión del gobierno británico, que militarizó las zonas en donde la agitación se hizo más activa, abortó el movimiento. Éste quedó escindido de forma irreversible hasta su desaparición.

El fracaso de la revolución de 1848 asestó el golpe definitivo a las aspiraciones cartistas. En adelante la lucha de carácter político sería abandonada por los obreros ingleses quienes moderaron en gran medida sus reivindicaciones para concentrarse en la lucha de carácter sindical. La acción política se circunscribió al continente, de manera más significativa a Francia.

Aunque el cartismo se malogró, constituyó una importante experiencia para la clase obrera en su intento de mejora de las condiciones de vida; su acción forzó al gobierno británico a articular una legislación que en ocasiones contó con un elevado contenido social, siendo un ejemplo de ello la “Ley de las diez horas”.

SOCIALISMO UTÓPICO
El término socialismo utópico fue acuñado en 1839 por Louis Blanqui, aunque alcanzó notoriedad tras el empleo que de él hicieron Marx y Engels en su "Manifiesto Comunista". Éstos consideraban que los pensadores utópicos, aunque bienintencionados, pecaban de idealismo e ingenuidad. Para impedir ser confundidos con ellos, etiquetaron su propia teoría con el calificativo de "científico".
Tomás Moro (1478-1536). Ampliar imagen
Tomás Moro
La expresión "utopía" significa plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable ya desde el mismo momento de su formulación. Proviene de "Utopía", obra escrita por Tomás Moro, intelectual, político y humanista inglés (S. XV-XVI). En ella teorizaba acerca de una isla de ese nombre que era ideal y perfecta.
Cronológicamente las ideas del socialismo utópico alcanzaron su madurez en el período comprendido entre 1815 y 1848 (fecha de publicación del Manifiesto Comunista).

Los socialistas utópicos formaron un grupo de pensadores heterogéneo. Sin embargo tuvieron en común una serie rasgos, en gran medida influidos por las ideas de Rousseau.

La importancia de la naturaleza estaba muy presente en sus ideales, aunque ello no fue obstáculo para que fuesen favorables a la industrialización y el maquinismo.
Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano se relacionase en paz, armonía e igualdad.
Sus metas habrían de alcanzarse mediante la simple voluntad de los hombres, es decir, pacíficamente, de ahí que sus seguidores se opusieran a las revoluciones y a acciones como la huelga.
Pusieron al descubierto y denunciaron los perniciosos efectos del capitalismo, pero no investigaron sobre sus causas profundas.
Con el fin de paliar las injusticias y desigualdades emprendieron diversos planes, en los que primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.



MARXISMO
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores. Marx y Engels. La clase obrera Texto. Lucha de clases

A lo largo de la historia siempre ha habido clases enfrentadas. En las sociedades esclavistas (Grecia y Roma en la Antigüedad) fueron antagónicos los propietarios libres y los esclavos; en el seno de la sociedad feudal estamental el enfrentamiento se estableció entre nobles y eclesiásticos por un lado y siervos por otro. Texto. Lucha de clases

En el seno de la sociedad capitalista ocurre igual: la lucha de clases es protagonizada por la burguesía, propietaria de los medios de producción (capital, fábricas, máquinas, transportes, etc.) y por el proletariado que, al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ve obligado a venderla a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.

Los intereses de ambas clases son antagónicos e incompatibles y conducirán indefectiblemente al enfrentamiento. A medida que el capitalismo vaya desarrollándose el número de obreros se incrementará, lo que unido al deterioro de sus condiciones de vida, conducirá a la revolución. Texto. Lucha de clases

La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos propietarios por otros nuevos.

Una vez que la clase obrera haya tomado conciencia de la explotación y opresión sufre, se organizará en torno a partidos de carácter revolucionario, siendo dirigida por una vanguardia especialmente capacitada y activa, empeñada en planificar la destrucción del sistema capitalista.

Esa acción no debe circunscribirse a un solo país ya que, siendo las condiciones y los intereses de la clase trabajadora idénticos en todo el mundo capitalista, ha de tener un carácter internacional.

A través de la acción revolucionaria los obreros han de derribar el gobierno burgués y sustituirlo por uno de carácter obrero. Ello puede requerir el uso de la violencia, pues los trabajadores se encontrarán con la fuerte oposición de la clase dominante.

Una vez conseguido el control del Estado será necesario salvaguardar las conquistas realizadas mediante el ejercicio de una dictadura de los trabajadores, constituyendo éste el primer paso hacia la consecución de una sociedad comunista sin clases.  Texto. Dictadura del proletariado

El nuevo Estado que surge de la revolución habrá de suprimir la propiedad privada de los medios de producción (elemento primordial en la explotación de la clase obrera) y sustituirla por la propiedad colectiva de los mismos.

La tesis de la dictadura del proletariado ha sido una de las más controvertidas del marxismo, ya que implica la conquista de una de las claves de la superestructura social: el Estado. El modo de conseguirlo ha sido criticado por algunos autores posteriores a Marx, tildados por los marxistas clásicos de revisionistas.

Una vez consolidado el nuevo Estado, el peso de éste tenderá a disminuir hasta desaparecer, pues al haber desaparecido las amenazas que pesaban sobre él, el aparato coercitivo dejará de tener sentido y cada individuo trabajará voluntariamente en beneficio de la comunidad.

Las relaciones de producción se habrán transformado y los medios de producción no estarán concentrados en manos de una minoría, sino que serán colectivos. Por lo tanto, ya no habrá ni opresores ni oprimidos, tan sólo una clase social, la trabajadora. En su seno regirá la solidaridad y la armonía entre hombre y trabajo, éste ya no será fuente de sufrimiento y alienación. Se disiparán asimismo las diferencias entre agro y ciudad, entre trabajo manual e intelectual. En suma, se habrá alcanzado una suerte de paraíso en la tierra, el de la sociedad comunista.

ANARQUISMO
El término anarquismo es de origen griego y significa “sin autoridad ni poder”. Esta ideología, junto con el marxismo, constituye una de las corrientes del “socialismo”. Ambas, anarquismo y marxismo, coinciden en la crítica al capitalismo y en la necesidad de su eliminación, pero difieren radicalmente en cuanto a los métodos para conseguirlo. De hecho, a lo largo del siglo XIX ambos pensamientos se fueron alejando progresivamente, hasta convertirse en irreconciliables antagonistas.

El anarquismo estuvo muy influido por la idea roussoniana de que el individuo es bueno por naturaleza y es la sociedad (o el Estado y sus instituciones) quien destruye su felicidad.

Alcanzó su máxima influencia en el seno de sociedades escasamente industrializadas -España, Italia y Rusia-, en tanto que en países más avanzados tuvo mayor peso el marxismo. En España el anarcosindicalismo se materializó en la creación de organizaciones como la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) que jugaron un importante papel en el primer tercio del siglo XX.

Algunos sectores del anarquismo preconizaron la acción radical y violenta. Ello se concretó en atentados terroristas que reputaron en su día esta corriente de agresiva y salvaje.

El pensamiento anarquista no es uniforme, sin embargo, sus defensores comparten algunas ideas afines: Texto. Los fudamentos económicos y sociales del anarquismo, según Bakunin

El rechazo de cualquier tipo de autoridad -en especial la del Estado- y el repudio a cualquier forma de organización, sea de carácter partidista, administrativa o religiosa. Junto al rechazo a la autoridad preconiza la libertad individual. Texto. El Estado, según Bakunin
Para los anarquistas el Estado capitalista constituye una estructura que posibilita la explotación de la clase obrera y por ello debe ser destruido. Rechaza tanto el juego político como la organización de partidos. El medio fundamental para eliminar al Estado es la huelga general, que permite arruinar a la burguesía.
La organización social ha de estructurarse de abajo arriba, partiendo de pequeñas comunidades autosuficientes y por libre decisión de sus miembros, expresada a través del sufragio universal, nunca por imposición.

La abolición de la propiedad, ya que ésta es considerada como un robo cuando se consigue sin trabajo. El derecho a la herencia (origen del status social) ha de eliminarse y sustituirse por la colectivización de los bienes.

La importancia de la educación. El hombre solo será libre cuando sea capaz de pensar por sí mismo y el mejor medio para conseguirlo es una esmerada instrucción.



LAS INTERNACIONALES OBRERAS
La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional Obrera, adoptó como sede la ciudad de Londres y estuvo integrada por partidos, sindicalistas, socialistas, anarquistas y asociaciones obreras de variado signo. El encargado de redactar sus estatutos fue Carlos Marx.

Las diversas tendencias y sensibilidades que recogió, obstaculizaron en gran medida su funcionamiento.

En 1868, a raíz de la incorporación de Bakunin, la AIT sufrió una polarización que condujo a enfrentamientos entre dos tendencias irreconciliables: por un lado, la anarquista (con Bakunin a la cabeza), por otro, la marxista, cuyo liderazgo intelectual ostentó Marx.
Episodio decisivo en la división del movimiento internacionalista lo constituyó el fracaso de la Comuna de París (1871), experiencia de carácter revolucionario que surgió tras la derrota de Sedán (1870) sufrida por las tropas francesas de Napoleón III frente a Prusia.
Como consecuencia, el Segundo Imperio Francés dejó de existir (el emperador abdicó), abriéndose paso la III República. Durante los primeros meses de ésta, la agitación política y social hicieron estallar en París una revolución que condujo a la instauración de una Comuna obrera.

Tras poco más de dos meses de autogestión, las autoridades republicanas, encabezadas por Thiers, reprimieron sangrientamente la primera tentativa de poner en práctica por vez primera una sociedad liderada por la clase trabajadora.

El fiasco de la Comuna de París agravó los enfrentamientos en el seno de la Internacional. En el Congreso de La Haya (1872), los anarquistas fueron expulsados de la organización, que pasó a ser controlada por los marxistas hasta su disolución en 1876.
Las razones que llevaron a ese enfrentamiento pueden resumirse en las siguientes:

Marx deseaba una organización estructurada en torno a una autoridad como forma de reforzar la eficacia de las decisiones adoptadas. Bakunin se oponía a cualquier control o jerarquía. Los anarquistas se definían a sí mismos como "socialistas antiautoritarios".
Marx depositaba las esperanzas de revolución en una acción organizada y preparada de la clase trabajadora, especialmente de los obreros industriales. Bakunin apelaba al individualismo y la espontaneidad, al tiempo que otorgaba al campesinado un importante protagonismo revolucionario. De hecho, el anarquismo fue más fuerte en países de economía agraria, como Rusia o España, que en los industrializados.
La dictadura del proletariado como vía transitoria a la sociedad comunista, una de las piezas fundamentales de la teoría marxista, era rechazada por Bakunin, al considerar que todo tipo de Estado, inclusive uno de trabajadores, constituía un peligro para las libertades individuales. 

La intervención de la clase trabajadora en el juego político por medio de la creación de partidos obreros, e incluso su colaboración con partidos de carácter burgués si éstos apoyasen los intereses del proletariado, fue rebatida por Bakunin, quien sostenía que los obreros sólo debían organizarse en torno a sindicatos y no intervenir jamás en política (parlamento, elecciones, etc), ya que ello acabaría por desvirtuar su fuerza revolucionaria.

La Segunda Internacional fue fundada en 1889. Su sede se estableció en Bruselas. Si la Primera Internacional había albergado en su seno -al menos en sus comienzos- una amplia gama de tendencias, la Segunda, una vez expulsados los anarquistas en 1893, adoptó una clara orientación socialista marxista.

La integraron una serie de partidos socialistas de distintas nacionalidades organizados en una federación.

Entre los objetivos fundamentales de la asociación destacó la búsqueda de una legislación que mejorara las condiciones de vida de los trabajadores (subsidios de desempleo, protección social, etc) y, de forma especial, el empeño en la instauración de la jornada de ocho horas.

Signos distintivos de la II Internacional fueron la institución de la jornada del Primero de Mayo como fiesta reivindicativa (Día Internacional del Trabajo), la del 4 de marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora) y el famoso himno conocido como de la Internacional.

Entre los principales problemas a los que hubo de enfrentarse, destacó el de la controversia ideológica de dos grupos:

El radical, compuesto por los marxistas ortodoxos, partidarios de una revolución como fórmula para destruir el capitalismo y cambiar la sociedad. Una de sus principales figuras fue Rosa Luxemburgo.

El más moderado, de carácter reformista, denominado “revisionista”, pues discutía algunos puntos de la teoría marxista, como el de la lucha de clases o el materialismo histórico. Entre sus representantes destacó Eduard Bernstein, que preconizaba llegar al socialismo mediante una vía pacífica con la participación de los trabajadores en el juego parlamentario.

La Segunda Internacional recibió el golpe de gracia tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, conflicto que fue incapaz de evitar.
La clase trabajadora, dividida entre los sentimientos patrióticos y el ideal de solidaridad internacional, optó por los primeros, se enroló en los ejércitos contendientes y abandonó la causa que inspiraba la organización.

No pudiendo resolver esa contradicción, en 1916 se disolvía la Internacional.

En 1917, a raíz del triunfo de la Revolución Rusa, se impusieron las tesis de aquellos que, como Lenin, el líder de los bolcheviques, abogaban por las tesis marxistas más radicales.

Proyecto del monumento a la  Tercera Internacional, realizado por el escultor Vladimir Tatlin en 1920. No llegó a costruirse. Se inspiraba en la Torre Eiffel y hubiese sido un enorme edificio que albergaría la sede de la organización. 

En 1919 se fundó, una Tercera Internacional, la llamada “Komintern”, de carácter comunista, alejada por tanto de las tesis reformistas revisionistas y muy condicionada por los intereses de la URSS.





BIOGRAFÍAS

Étienne Cabet
(Dijon, Francia, 1788-Saint Louis, EE UU, 1856) Teórico socialista francés. Ejerció como profesor y como abogado y, ya desde muy joven, se interesó por los acontecimientos políticos del país. Fue carbonario y participó activamente en la revolución de 1830. Aceptó, posteriormente, la coronación de Luis Felipe, lo cual le permitió ser nombrado procurador general de la isla de Córcega. A pesar de sus opiniones políticas, de marcado carácter progresista y a menudo muy críticas con el sistema vigente, fue elegido diputado en 1831.

Más adelante, en 1834, fundó Le Populaire, periódico cuyas páginas utilizó para dar a conocer su ideario político. Ello le acarreó varios problemas con la justicia gala, que a la postre lo condenó. Para evitar la condena, buscó refugio en el Reino Unido, donde tuvo ocasión de conocer de primera mano las tesis de Owen. Éstas causaron en él una profunda impresión e influyeron en sus obras posteriores. Además de Owen, otra gran influencia en la obra de Cabet fue la de Tomás Moro, de quien recogió la preocupación por los más desfavorecidos.

En 1940 publicó Viaje a Icaria, novela que le reportó una merecida fama y en la que trazó las líneas generales de lo que debería ser una sociedad ideal. En todas sus obras, se mostró partidario de implantar un régimen económico basado en la colectivización de las fuerzas de producción. Asimismo, quiso implantar dicha sociedad ideal en Francia, pero al no conseguirlo se trasladó, junto a varios centenares de sus seguidores, a Estados Unidos.

En 1848 se instalaron en Texas, donde les llegó la noticia de que una comunidad mormona había abandonado la población de Nauvoo, en Illinois, y a ella se trasladaron con intención de fundar Icaria. Sin embargo, las divisiones internas entre los primeros fundadores y las nuevas generaciones motivaron que Cabet, junto a 180 seguidores, la abandonara y se dirigiera a Saint Louis, donde en 1856 fundó una nueva Icaria.


Pararelamente, también en Iowa y en California se fundaron nuevas comunidades socialistas, las cuales, junto con la de Nauvoo, se mantuvieron durante cerca de cincuenta años. No obstante, fueron perdiendo progresivamente el espíritu original y Cabet, muy desengañado, se suicidó.

Robert Owen

(Newton, Gales, 1771 - 1858) Pensador y activista del primer socialismo británico. Hijo de un modesto artesano, tuvo una formación autodidacta y prosperó como empresario de la industria del algodón. En 1799 compró junto con otros socios la fábrica textil de New Lanark (Escocia), de cuya dirección se ocupó en los años siguientes.

Robert Owen
Conmovido por las consecuencias sociales de la introducción del capitalismo durante la Revolución Industrial, buscó la forma de promover una sociedad mejor desde su posición como empresario. Su gestión fue un experimento innovador, pues consiguió que la empresa arrojara beneficios introduciendo mejoras sustanciales para los trabajadores: elevó los salarios, sentó las bases de una seguridad social mutualista y proporcionó a los obreros condiciones dignas de vivienda, sanidad y educación. Este último fue para él el objetivo esencial, pues consideraba que una educación liberal y solidaria sería el mejor instrumento para acabar con la delincuencia y poner las bases para un futuro de justicia e igualdad.
Owen fue un pionero del socialismo, inspirado aún por la fe de los pensadores ilustrados del siglo XVIII en el progreso humano y en la posibilidad de reformar gradualmente la sociedad mediante la razón, el convencimiento y la educación. Marx y Engels le clasificarían más tarde entre los socialistas que llamaron utópicos, ya que se esforzaban por diseñar una sociedad futura ideal (como la Utopía de Tomás Moro), confiando en que bastaría el ejemplo de unas pocas comunidades ideales de este tipo para convencer a la humanidad de sus ventajas y extender así el modelo de forma pacífica; al mismo tiempo, el término sugería que estos primeros socialistas europeos sostuvieron ideales quiméricos al soñar ingenuamente que podría llegarse al socialismo sin pasar por una revolución.
La fama de Owen se extendió por Gran Bretaña, y éste aprovechó su notoriedad para plasmar sus ideas en conferencias y libros, en los que fue desarrollando un ideal de socialismo gradualista y cooperativo, muchas de cuyas propuestas inspirarían a socialistas posteriores (incluido el propio Marx); entre las obras de Owen cabe destacar Una nueva visión de la sociedad (1813) y el Informe al Condado de Lanark (1821).
Sin embargo, sus socios capitalistas en New Lanark desaprobaron una gestión tan generosa hacia los obreros y le desplazaron de la dirección. En el futuro, Owen pasaría a confiar más en la acción del Estado como impulsor de las reformas sociales necesarias que las clases acomodadas no iban a adoptar por iniciativa propia, al tiempo que criticaba la idea misma de una economía competitiva. En 1825-28 volvió a intentar poner en práctica sus principios en una nueva comunidad modélica llamada New Harmony (Indiana, Estados Unidos); pero la empresa fracasó y se llevó la fortuna personal de Owen.
De vuelta a Inglaterra, pasó a ser un activista del incipiente movimiento obrero: fundó una «Bolsa de cambio equitativo de trabajo», con la que esperaba desterrar el dinero, el beneficio y la explotación del trabajo obrero; participó activamente en el movimiento de los cartistas, que reivindicaban pacíficamente la introducción de reformas democráticas en el sistema político británico; y en 1833 se puso a la cabeza de la primera central sindical británica de ámbito nacional (el Grand National Consolidated Trade Union), que llegó a tener medio millón de afiliados.
Fracasados todos aquellos empeños, una nueva era de las luchas sociales iría dejando atrás sus ideales; todavía apoyó una nueva comunidad owenista en Harmony Hall (Hampshire, Inglaterra, 1839-45), editó un periódico de propaganda socialista (El Nuevo Mundo Moral, 1834-46) y escribió algunos textos tardíos de tendencia más espiritualista.

Conde de Saint-Simon

(Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint Simon; París, 1760 - 1825) Historiador y teórico político socialista francés. Perteneciente a una familia aristocrática venida a menos, el conde de Saint-Simon era sobrino-nieto del duque Louis de Rouvroy de Saint-Simon, famoso por sus Memorias (1739-1752), en las que describió la corte de Luis XIV.

Henri de Saint-Simon
Por tradición familiar, Saint-Simon estaba destinado a ser militar. Participó en la guerra de la Independencia a favor de las colonias americanas, y durante la Revolución Francesa se hizo republicano. Nombrado presidente de la Comuna de París en 1792, renunció a su título nobiliario y se adscribió al ideario haciéndose llamar Claude Henri Bonhomme. Unas acusaciones de especulación con los bienes nacionales y sus relaciones con Danton, que no eran vistas con buenos ojos, dieron con él en la cárcel en 1793, aunque fue liberado en 1794.
Durante el Directorio, Saint-Simon gozó de una desahogada posición económica; su casa era frecuentada por personalidades como el cirujano Guillaume Dupuytren y los matemáticos Gaspard Monge y Joseph-Louis de Lagrange. Viajó a Alemania, el Reino Unido y Suiza, donde publicó su primera obra: Carta de un residente en Ginebra a sus contemporáneos (Lettres d'un habitant de Genève à ses contemporains, 1802 o 1803), donde apunta lo que posteriormente definiría como su teoría de la capacidad.
Quebrantada su situación económica, se dedicó a escribir numerosos textos científicos y filosóficos hasta que consiguió estabilizarse. En el periódico L'Organisateur declaró: «Si Francia perdiera sus principales físicos, químicos, banqueros, negociantes, agricultores, herreros, etcétera, sería un cuerpo sin alma; en cambio, si perdiera a todos los hombres considerados más importantes del Estado, el hecho no reportaría más pena que la sentimental»; la afirmación le acarreó un proceso.
En 1821 escribió El sistema industrial (Du système industriel), y en 1825 su libro más importante, Nuevo cristianismo (Nouveau Christianisme). Arruinado por segunda vez, intentó suicidarse de un pistoletazo, pero falló el tiro y perdió un ojo. Ayudado por uno de sus discípulos, Henri de Saint-Simon planificó la creación de un nuevo periódico, Le Producteur, pero falleció antes de su aparición.
El pensamiento de Saint-Simon deriva de su reacción contra el derramamiento de sangre de la Revolución Francesa y el militarismo de Napoleón. En sus teorías propugnaba la idea de que la propiedad privada sería buena en cuanto cada individuo recibiera su retribución en función de su capacidad.
A su parecer, el primer objetivo político del Estado tenía que ser el desarrollo de la producción, por lo que su gobierno debía estar constituido por industriales de toda índole, obreros, campesinos y propietarios. Además, propuso que los científicos ocuparan el lugar de los clérigos en el orden social; la función de la religión sería guiar a las clases más bajas de la sociedad en su lucha para mejorar sus condiciones de vida. También proclamaba la abolición de los derechos hereditarios y la formación de una asociación cuya función fuera impedir la guerra.
Saint-Simon influyó poderosamente en Auguste Comte a raíz de sus colaboraciones conjuntas, y aunque sus caminos acabarían por distanciarse, el positivismo de Comte está basado en su mayor parte en conceptos sansimonianos. Tras su muerte, sus discípulos popularizaron su ideología durante el Segundo Imperio. Sus principios adquirieron el nombre de sansimonismo, como si se tratara casi de una religión, aunque la asociación terminaría por disolverse. La influencia de la ideología de Saint-Simon en el pensamiento moderno ha sido muy profunda. Previó correctamente la futura expansión de la revolución industrial y confió la solución de la mayoría de los problemas de la sociedad a la ciencia y la tecnología.

Charles Fourier

Pensador socialista francés (Besançon, Franco Condado, 1772 - París, 1837). Empresario arruinado en la época de la Revolución, vivió con muchas dificultades económicas como modesto oficinista. Tuvo una formación autodidacta, absorbiendo a través de la lectura las influencias de diversas corrientes de pensamiento del siglo XVIII (en especial de Rousseau).

Charles Fourier
Fourier fue un pionero en la crítica sistemática de la nueva sociedad capitalista y liberal surgida con la revolución industrial, por lo que se le suele encuadrar entre los socialistas llamados utópicos, junto a Henri de Saint-SimonRobert OwenPierre Joseph Proudhon y Louis Blanc, aunque se enfrentó abiertamente a las teorías de algunos de ellos.
Buen conocedor de la especulación comercial, atribuyó a la mala organización del intercambio muchos males del mundo moderno. Propuso un nuevo sistema de organización social basado en la libre asociación de hombres libres atraídos por el «juego de las pasiones».
Para ello ideó unas comunidades modélicas, los llamados falansterios, especie de cooperativas de producción y consumo donde regiría la armonía social; esta utopía sería puesta en práctica sin éxito a mediados del siglo XIX en Francia y Estados Unidos por sus discípulos (en especial Victor Considérant). Entre las obras de Fourier destacan el Tratado de la asociación doméstica y agrícola (1822), El nuevo mundo industrial (1829) y La falsa industria (1835).

Pierre Joseph Proudhon

(Besançon, Francia, 1809-París, 1865) Teórico político socialista francés. Hijo de un humilde tabernero y de una campesina, fue primero pastor y más tarde corrector de imprenta. De formación autodidacta, destacó a temprana edad por su brillantez intelectual. A los veintinueve años le fue concedida una beca para estudiar en París, donde publicó su primer libro, Qué es la propiedad (Qu'est-ce que la propriété, 1840), donde desarrolló la teoría de que «la propiedad es un robo», en cuanto que es resultado de la explotación del trabajo de otros. Esta afirmación le costó la pérdida de su beca de estudios.

Pierre Joseph Proudhon
Poco después, fue procesado, y al fin absuelto, por la publicación de otro polémico libro, tras lo cual se trasladó a Lyon. Aquí escribió su obra más importante, Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria (Système des contradictions économiques ou Philosophie de la misère, 1846), en la cual se erige en portavoz de un socialismo libertario y declara que la sociedad ideal es aquella en la que el individuo tiene el control sobre los medios de producción. En este sentido, se opone al marxismo y el comunismo, ya que considera que en dichos sistemas el hombre pierde su libertad; el propio Marx replicó un año más tarde a las teorías de Proudhon en el libro titulado Miseria de la Filosofía.
En 1847 volvió a París, donde fundó un periódico, Le Répresentant du Peuple. Tras las revoluciones de 1848, fue elegido diputado en la Asamblea Constituyente, debido a la popularidad que habían adquirido sus radicales teorías. Como miembro de la Asamblea lanzó diversas propuestas revolucionarias, aunque sin éxito; una de sus iniciativas consistía en la fundación de un banco popular que concediera préstamos sin interés. También trató de fijar un impuesto sobre la propiedad privada. Publicó folletos donde matizó su anarquismo con la denominación de mutualismo, que promulgaba la unión, incluso financiera, de burgueses y obreros en una sola clase media.
Bajo la bandera del federalismo, criticó el centralismo y el autoritarismo, en pro de una sociedad sin fronteras ni Estados, con una autoridad descentralizada mediante asociaciones o comunas, donde los individuos deberían ser éticamente responsables por sí mismos, por lo que no se precisaría la dirección de un gobierno. Con todo, debe tenerse en cuenta que Proudhon en ningún momento pretendió organizar un partido político o una revuelta violenta; fue un teórico del socialismo, no un revolucionario activo.
En tiempos de Napoleón III permaneció encarcelado cuatro años por su oposición ideológica al régimen. Sin embargo, en la prisión gozó de cierto margen de libertad, lo cual le permitió proseguir con su trabajo, además de casarse y tener su primer hijo. Entre los años 1858 y 1862 se refugió en Bélgica, a raíz de una nueva polémica, suscitada esta vez por la publicación del libro De la justicia en la revolución y en la Iglesia (De la justice dans la révolution et dans l'Église, 1858).

No regresó a París, ya delicado de salud, hasta la concesión de una amnistía, pero falleció al poco tiempo. Por más que algunos autores lo consideren como el padre del anarquismo moderno, Proudhon no fue el primer ideólogo de esta doctrina social, y, por otra parte, es difícil detectar influencia alguna de la corriente anarquista en su pensamiento, hondamente influido por su infancia rural.

Karl Marx

(Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres, 1883) Pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán. Raramente la obra de un filósofo ha tenido tan vastas y tangibles consecuencias históricas como la de Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917, y hasta la caída del muro de Berlín en 1989, la mitad de la humanidad vivió bajo regímenes políticos que se declararon herederos de su pensamiento.

Karl Marx
Contra lo que pudiera parecer, el fracaso y derrumbamiento del bloque comunista no habla en contra de Marx, sino contra ciertas interpretaciones de su obra y contra la praxis revolucionaria de líderes que el filósofo no llegó a conocer, y de los que en cierto modo se desligó proféticamente al afirmar que él no era marxista. Ciertamente fallaron sus predicciones acerca del inevitable colapso del sistema capitalista, pero, frente a los socialistas utópicos, apenas se interesó en cómo había de organizarse la sociedad. En lugar de ello, Marx se propuso desarrollar un socialismo científico que partía de un detallado estudio del capitalismo desde una perspectiva económica y revelaba las perversiones e injusticias intrínsecas del sistema capitalista.
En tal análisis, fecundo por los desarrollos posteriores y vigente en muchos aspectos, reside el verdadero valor de su legado. En cualquier caso, es innegable la altura de sus ideales; nunca ambicionó nada excepto "trabajar para la humanidad", según sus propias palabras. Y, refiriéndose a su libro El capital, dijo: "Dudo que nadie haya escrito tanto sobre el dinero teniendo tan poco".
Biografía
Karl Marx procedía de una familia judía de clase media; su padre era un abogado convertido recientemente al luteranismo. Estudió en las universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en filosofía por esta última en 1841. Desde esa época el pensamiento de Marx quedaría asentado sobre la dialéctica de Hegel, si bien sustituyó el idealismo hegeliano por una concepción materialista, según la cual las fuerzas económicas constituyen la infraestructura subyacente que determina, en última instancia, fenómenos «superestructurales» como el orden social, político y cultural.
En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre inició a Marx en el interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución francesa y por los primeros pensadores socialistas. Convertido en un demócrata radical, Marx trabajó algún tiempo como profesor y periodista; pero sus ideas políticas le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París (1843).
Por entonces estableció una duradera amistad con Friedrich Engels, que se plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de ambos. Fue expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas; por fin, tras una breve estancia en Colonia para apoyar las tendencias radicales presentes en la Revolución alemana de 1848, pasó a llevar una vida más estable en Londres, en donde desarrolló desde 1849 la mayor parte de su obra escrita. Su dedicación a la causa del socialismo le hizo sufrir grandes dificultades materiales, superadas gracias a la ayuda económica de Engels.

Engels y Marx
Marx partió de la crítica a los socialistas anteriores, a los que calificó de «utópicos», si bien tomó de ellos muchos elementos de su pensamiento (particularmente, de autores como Saint-SimonRobert Owen o Charles Fourier). Tales pensadores se habían limitado a imaginar cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su implantación resultara del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas comunidades modélicas.
Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un «socialismo científico», basado en la crítica sistemática del orden establecido y el descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su superación; la fuerza de la revolución (y no el convencimiento pacífico ni las reformas graduales) sería la forma de acabar con la civilización burguesa. En 1848, a petición de una liga revolucionaria clandestina formada por emigrantes alemanes, Marx y Engels plasmaron tales ideas en el Manifiesto Comunista, un panfleto de retórica incendiaria situado en el contexto de las revoluciones europeas de 1848.
El capital
Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra, Marx profundizó en el estudio de la economía política clásica y, apoyándose fundamentalmente en el modelo de David Ricardo, construyó su propia doctrina económica, que plasmó en El capital; de esa obra monumental sólo llegó a publicar el primer volumen (1867), mientras que los dos restantes los editaría después de su muerte su amigo Engels, poniendo en orden los manuscritos preparados por Marx.
Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el trabajo humano produce valor, Marx señaló la explotación del trabajador, patente en la extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la acumulación del capital. Denunciaba con ello la esencia injusta, ilegítima y violenta del sistema económico capitalista, en el que veía la base de la dominación de clase que ejercía la burguesía.

Karl Marx
Sin embargo, su análisis aseguraba que el capitalismo tenía carácter histórico, como cualquier otro sistema, y no respondía a un orden natural inmutable como habían pretendido los clásicos: igual que había surgido de un proceso histórico por el que sustituyó al feudalismo, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus propias contradicciones internas, dejando paso al socialismo. La tendencia inevitable al descenso de las tasas de ganancia se iría reflejando en crisis periódicas de intensidad creciente hasta llegar al virtual derrumbamiento de la sociedad burguesa; para entonces, la lógica del sistema habría polarizado a la sociedad en dos clases contrapuestas por intereses irreconciliables, de tal modo que las masas proletarizadas, conscientes de su explotación, acabarían protagonizando la revolución que daría paso al socialismo.
En otras obras suyas, Marx completó esta base económica de su razonamiento con otras reflexiones de carácter histórico y político: precisó la lógica de lucha de clases que, en su opinión, subyace en toda la historia de la humanidad y que hace que ésta avance a saltos dialécticos, resultado del choque revolucionario entre explotadores y explotados, como trasunto de la contradicción inevitable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el encorsetamiento al que las someten las relaciones sociales de producción.
También indicó Marx el objetivo último de la revolución socialista que esperaba: la emancipación definitiva y global del hombre (al abolir la propiedad privada de los medios de producción, que era la causa de la alienación de los trabajadores), completando así la emancipación meramente jurídica y política realizada por la revolución burguesa (que identificaba con el modelo francés). Sobre esa base, Marx apuntaba hacia un futuro socialista entendido como realización plena de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, como fruto de una auténtica democracia; la «dictadura del proletariado» tendría un carácter meramente instrumental y transitorio, pues el objetivo no era el reforzamiento del poder estatal con la nacionalización de los medios de producción, sino el paso (tan pronto como fuera posible) a la fase comunista en la que, desaparecidas las contradicciones de clase, ya no sería necesario el poder coercitivo del Estado.
La Primera Internacional
Marx fue, además, un incansable activista de la revolución obrera. Tras su militancia en la diminuta Liga de los Comunistas (disuelta en 1852), se movió en los ambientes de los conspiradores revolucionarios exiliados hasta que, en 1864, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) le dio la oportunidad de impregnar al movimiento obrero mundial de sus ideas socialistas.
En el seno de aquella Primera Internacional, gran parte de sus energías las absorbió la lucha contra el moderado sindicalismo de los obreros británicos y contra las tendencias anarquistas continentales representadas por Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin. Marx triunfó e impuso su doctrina como línea oficial de la Internacional, si bien ésta acabaría por hundirse como efecto combinado de las divisiones internas y de la represión desatada por los gobiernos europeos a raíz de la revolución de la Comuna de París (1870).
Retirado desde entonces de la actividad política, Marx siguió ejerciendo su influencia a través de sus discípulos alemanes, como August Bebel o Wilhelm Liebknecht; desde su creación en 1875, ambos fueron figuras de peso en el Partido Socialdemócrata Alemán, grupo dominante de la Segunda Internacional que, bajo inspiración decididamente marxista, se fundó en 1889. Muerto ya Marx, Engels asumió el liderazgo moral de aquel movimiento y la influencia ideológica de ambos siguió siendo determinante durante un siglo.

Sin embargo, el empeño vital de Marx había sido el de criticar el orden burgués y preparar su destrucción revolucionaria, evitando caer en las ensoñaciones idealistas de las que acusaba a los visionarios utópicos; por ello no dijo apenas nada sobre el modo en que debían organizarse el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder, dando lugar a interpretaciones muy diversas entre sus adeptos. Dichos seguidores se escindieron entre una rama socialdemócrata cada vez más orientada a la lucha parlamentaria y a la defensa de mejoras graduales salvaguardando las libertades políticas individuales (Karl KautskyEduard BernsteinFriedrich Ebert) y una rama comunista que dio lugar a la Revolución bolchevique en Rusia y al establecimiento de Estados socialistas con economía planificada y dictadura de partido único (Lenin y Stalin en la URSS y Mao Tse-tung en China).

Friedrich Engels

(Friedrich o Federico Engels; Barmen, Renania, 1820 - Londres, 1895) Pensador y dirigente socialista alemán. Nació en una familia acomodada, conservadora y religiosa, propietaria de fábricas textiles. Sin embargo, desde su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda y con el movimiento de la Joven Alemania.

Friedrich Engels
Enviado a Inglaterra al frente de los negocios familiares, conoció las míseras condiciones de vida de los trabajadores en la cuna de la Revolución Industrial; más tarde plasmaría sus observaciones en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845).
En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera amistad con Karl Marx. En lo sucesivo, ambos pensadores colaborarían estrechamente, publicando juntos obras como La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto Comunista (1848).
Aunque corresponde a Marx la primacía en el liderazgo socialista, Engels ejerció una gran influencia sobre él: le acercó al conocimiento del movimiento obrero inglés y atrajo su atención hacia la crítica de la teoría económica clásica. Fue también Engels quien, gracias a la desahogada situación económica de la que disfrutaba como empresario, aportó a Marx la ayuda económica necesaria para mantenerse y escribir El Capital; e incluso publicó los dos últimos tomos de la obra después de la muerte de su amigo.
Pero Engels tuvo también un protagonismo propio como teórico y activista del socialismo, a pesar de lo contradictoria que resultaba su doble condición de empresario y revolucionario: participó personalmente en la revolución alemana de 1848-50; fue secretario de la primera Internacional obrera (la AIT) desde 1870; y publicó escritos tan relevantes como Socialismo utópico y socialismo científico (1882), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884) o Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888).
Tras la muerte de Marx en 1883, Engels se convirtió en el líder indiscutido de la socialdemocracia alemana, de la segunda Internacional y del socialismo mundial, salvaguardando lo esencial de la ideología marxista, a la que él mismo había aportado matices relativos a la desaparición futura del Estado, a la dialéctica y a las complejas relaciones entre la infraestructura económica y las superestructuras políticas, jurídicas y culturales.
No obstante, en los últimos años de su vida se alejó de sus primitivas concepciones revolucionarias y abrió la puerta a un socialismo más reformista, vía que seguiría después de la muerte de Engels su colaborador Eduard Bernstein y que acabaría por imponerse entre los socialdemócratas.

Mijaíl Bakunin

(Mijaíl Alexandrovich Bakunin; Priamujino, Rusia, 1814-Berna, 1876) Teórico político y agitador revolucionario anarquista ruso. Hijo de un terrateniente de ideas liberales, estudió en la escuela de artillería de San Petersburgo y llegó a ser oficial de la guardia imperial. Enviado a una unidad militar en la frontera polaca, se ausentó sin permiso y a punto estuvo de ser juzgado por deserción. Tras abandonar el ejército, comenzó a interesarse por la filosofía, principalmente por la obra de los alemanes Fichte y Hegel, y fue a estudiar dicha materia en Moscú y San Petersburgo.

Bakunin
En 1840 viajó a Europa; en Berlín tuvo oportunidad de conocer las teorías de los neohegelianos de izquierda y de los socialistas utópicos franceses. Más tarde se trasladó a Dresde, ciudad en la que publicó un periódico radical que se puede considerar su primer manifiesto revolucionario.
Por último, recaló en París, donde residió entre los años 1842 y 1848, coincidiendo con Herzen, Proudhon y Marx, y participó en las revoluciones que estallaron en este último año en la capital francesa y en Praga y Dresde. Detenido y condenado a muerte, la pena no se ejecutó y Bakunin fue entregado al gobierno ruso, que lo encarceló por siete años y en 1857 lo desterró a Siberia.
Según parece, el gobernador de Siberia, Muraviev, era primo de la madre de Bakunin y gracias a ello se le concedió un permiso para salir de allí; un barco estadounidense lo llevó a Japón, luego a Estados Unidos y finalmente, en 1861, se trasladó a Londres, donde residiría cuatro años.
En 1864 fundó en Ginebra la Hermandad Internacional de la Democracia Social, organización revolucionaria que se disolvió al integrarse en la I Internacional, en 1867. En este mismo año se dirigió a Suiza, donde apoyó la Liga por la paz y la libertad, a la que pertenecían personalidades como Garibaldi, Louis Blanc, Victor Hugo y Stuart Mill.
Posteriormente formó la llamada Alianza Internacional de la Democracia Socialista, cuyo programa reivindicaba una serie de reformas que constituían la base de la doctrina política de Bakunin: la supresión de los Estados nacionales y la formación en su lugar de federaciones constituidas por libres asociaciones agrícolas e industriales; la abolición de las clases sociales y de la herencia, la igualdad de sexos y la organización de los obreros al margen de los partidos políticos.
En 1870 fundó el Comité para la Salvación de Francia, asociación que dirigió la insurrección de la Comuna de Lyon. Durante la I Internacional, las diferencias entre sus ideas y el autoritarismo de Marx llevaron a la expulsión de los anarquistas del seno de la organización durante el congreso de La Haya, celebrado en 1872.

Bakunin pasó sus últimos años en Suiza, viviendo pobremente y sin más aliento que la correspondencia que mantenía con pequeños grupos anarquistas. Expuso su pensamiento en una voluminosa obra, y fue su discípulo James Guillaume quien, entre los años 1907 y 1913, en París, se encargaría de recopilar y editar todos sus libros. Del conjunto de su voluntariosa obra destacan El llamamiento a los eslavos, que denuncia a la burguesía como fuerza intrínsecamente antirrevolucionaria y propugna la creación en Europa Central de una federación libre de gentes eslavas; El catecismo revolucionario y El Estado y la anarquía.

Piotr Kropotkin

(Piotr Alexeiévich Kropotkin; Moscú, 1842 - Dmitrov, 1921) Revolucionario y teórico del anarquismo ruso. Nacido en una familia aristocrática, fue dedicado a la carrera militar. Durante su destino en Siberia contribuyó a la exploración de aquel territorio y adoptó las ideas anarquistas, influido por Proudhon y Bakunin.

Piotr Kropotkin
A raíz de la represión de la insurrección de Polonia en 1863, abandonó el Ejército y se dedicó a la Geografía, asumiendo posturas críticas contra el régimen zarista. Durante sus viajes por Europa y Asia tomó contacto con activistas anarquistas. En 1872 se afilió a la Primera Internacional (la AIT), en cuyo seno apoyó la corriente anarquista de Bakunin en contra del liderazgo de Marx.
Cuando regresó a Rusia, en 1874, fue detenido por sus actividades revolucionarias; pero consiguió evadirse y huir a Francia en 1876. Allí participó en los intentos de reunificación del movimiento obrero internacional y fundó la revista El Rebelde, en cuyas páginas defendió las ideas anarquistas y la necesidad de hacerlas realidad mediante el uso de la violencia. En 1882 fue detenido por las autoridades francesas, pasando a Inglaterra tras su excarcelamiento en 1886.
Entre las obras de Kropotkin destacan La conquista del pan (1888), Campos, fábricas y talleres (1899), Ayuda mutua (1902) y Memorias de un revolucionario (1906). En ellas definió el comunismo libertario, ideología predominante entre los anarquistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que vino a sustituir al colectivismo de Proudhon y Bakunin. Consistía en defender la organización colectiva de la producción en comunas autosuficientes, regidas por una concepción del mundo estrictamente científica, unas relaciones sociales basadas en el apoyo mutuo y una moral de libertad, solidaridad y justicia.
Gradualmente fue adoptando posiciones más moderadas: preconizó vías de acción eminentemente políticas, valoró positivamente la lucha sindical como medio de despertar la conciencia revolucionaria de las masas, e incluso recomendó a sus seguidores apoyar al bando aliado en la Primera Guerra Mundial (1914-18). Nada más estallar la Revolución rusa (1917) regresó a Rusia y prestó su apoyo tanto al gobierno de Kerenski como al de Lenin; sin embargo, enseguida empezó a criticar el poder dictatorial de los bolcheviques. Murió cuando intentaba formar un grupo político de inspiración anarquista en la Rusia soviética.


EL MANIFIESTO COMUNISTA

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VÍDEOS.

Un resumen muy didáctico


Otro resumen


Orígenes del movimiento obrero


Ludismo (Escenas de la película Germinal)


¿Qué es el marxismo?



Resumen del movimiento obrero de José Mª Hercal 



El movimiento obrero en España


La AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) también fue muy importante en el movimiento obrero. Aquí su himno.






¿Qué es el marxismo? (ACADEMIA PLAY)