domingo, 28 de abril de 2024

4º ESO- LA II GUERRA MUNDIAL

 ESQUEMAS ILUSTRADOS

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MAPAS CONCEPTUALES











BIOGRAFÍAS (sacadas de https://www.biografiasyvidas.com)

Philippe Pétain

(Henri Philippe Pétain; Cauchy-à-la-Tour, Francia, 1856 - isla de Yeu, id., 1951) Militar y político francés. Realizó sus estudios militares en la Academia de Saint Cyr, en la que se graduó en 1878 como oficial de Infantería. No destacó demasiado en su carrera al principio y estuvo dedicado, desde 1906, a impartir clases en la École de Guerre. A través de sus lecciones se mostró favorable a los despliegues tácticos defensivos y al desarrollo de las líneas fortificadas.


Philippe Pétain

Ascendido a coronel en 1912, poco después de estallar la Primera Guerra Mundial alcanzó el generalato. Al frente del II Ejército francés intervino en la victoria de Champaña, en septiembre de 1915, y al año siguiente en la defensa de Verdún. La forma en que dirigió las operaciones militares de esta larga batalla, que duró diez meses, le granjeó el respeto y la admiración de sus compatriotas.

Merced a ello, cuando meses más tarde el descontento y desánimo de las tropas desembocó en una serie de motines, fue designado comandante en jefe del ejército en sustitución de Robert Nivelle, que había fracasado en la ofensiva del Chemin des Dames. Aunque reprimió con dureza a los amotinados, mejoró las condiciones de vida de los soldados, reorganizó la institución y devolvió la confianza a las tropas.

Hasta el final de la guerra mantuvo este cargo, si bien desde abril de 1918 quedó a las órdenes del general Ferdinand Foch, cuando éste, que era su jefe de Estado Mayor, fue designado por los aliados generalísimo supremo de los ejércitos del frente occidental que detuvieron la última ofensiva alemana y protagonizaron la contraofensiva que llevó al armisticio. A finales de año, Pétain recibió el bastón de mariscal.

No volvió a entrar en acción hasta 1925, cuando fue enviado a Marruecos para combatir al rifeño Abd el-Krim, a quien sometió al año siguiente. En años sucesivos desempeñó los cargos de inspector general del Ejército, ministro de Guerra con el gobierno de Gaston Doumergue y, en 1939, embajador en la España de Francisco Franco.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tras la derrota sufrida en mayo de 1940 por el ejército francés frente al alemán, fue designado ministro de Estado y vicepresidente del consejo de ministros del gobierno de Paul Reynaud. Al dimitir éste se hizo cargo de la presidencia y le correspondió negociar el armisticio con los alemanes. Se reunió asimismo con Hitler en Montoire y acordó con él un régimen de mutua colaboración. Trasladó la capital a Vichy y la Asamblea le dio plenos poderes para gobernar la Francia no ocupada bajo el lema «Trabajo, familia, patria», que expresaba su intención de regenerar el país de su «decadencia moral»; bajo el impacto de aquella aparatosa derrota, contaba con el apoyo de la mayor parte de la población, convencida de que había salvado Francia de la destrucción total.

Sin embargo, los llamamientos de Charles De Gaulle a la resistencia primero y más tarde la ocupación alemana de todo el país lo dejaron en evidencia. Aceptó convertirse en policía de los invasores, adoptó una actitud pasiva frente a las deportaciones de judíos y apoyó la legión antisoviética gala que combatió con uniforme alemán en el frente ruso. Tras el desembarco aliado de Normandía y su posterior ofensiva, siguió al ejército germano en su retirada al otro lado del Rin.

Se refugió en Suiza y permaneció allí hasta que en 1945 se entregó a las autoridades francesas. Acusado de alta traición, fue juzgado y condenado a muerte. Sin embargo, el general De Gaulle, en consideración a su pasado como héroe de la Primera Guerra Mundial y a su avanzada edad, le conmutó la pena por la de cadena perpetua en reclusión en la isla de Yeu.

Erwin Rommel

(Erwin Johannes Rommel, llamado el Zorro del Desierto; Heidenheim del Brenz, Alemania, 1891 - Ulm, id., 1944) Militar alemán. Participó en la Primera Guerra Mundial con el grado de alférez, y durante la contienda ascendió a teniente; destacó en el frente occidental y sobre todo en los Alpes, donde llevó a cabo acciones meritorias durante la batalla de Caporetto, y más tarde en la toma de Longarone.


Rommel

En todas estas acciones demostró gran habilidad para la infiltración y las maniobras sorpresivas. Sus actuaciones le valieron la Cruz de Hierro de Primera Clase y la Medalla al Mérito Militar. Acabada la guerra, continuó en el reducido ejército alemán al mando de un batallón.

El ascenso al poder del nazismo y la política hitleriana de rearme dieron un giro crucial a su carrera. Ya con el rango de general, formó parte del cuartel general de Hitler desde el principio de la Segunda Guerra Mundial. En la campaña de Francia, al mando de la VII División Acorazada, tuvo un papel relevante en la ruptura de las líneas aliadas en el Mosa y la posterior penetración que condujo a la victoria alemana. Por su rapidez de movimientos, su unidad fue conocida como «la División Fantasma».

En 1941 fue enviado a Libia con el Afrika Korps para apoyar a los italianos en la guerra del desierto. Allí, su habilidad se puso de manifiesto al infligir una derrota tras otra a los británicos, pese a contar con medios muy inferiores. Finalmente, escaso de material y combustible, fue vencido en El Alamein por el VIII Ejército Británico, al mando de Bernard Montgomery, y hubo de retirarse.

En 1943 se hizo cargo de las defensas del Muro del Atlántico en Francia y del grupo de Ejércitos B, por lo que estuvo al mando de las fuerzas encargadas de repeler el desembarco de Normandía en junio de 1944. En julio fue herido en un ataque aéreo y, aún convaleciente, fue acusado de haber formado parte del complot para matar a Hitler. Para evitar un juicio público, decidió aceptar la opción de suicidarse que le ofreció el propio Füher.

Harry S. Truman

(Lamar, Missouri, 1884 - Kansas City, 1972) Trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos de América (1945-1953). Este agricultor sureño fue ascendiendo lentamente en la política local mediante cargos electivos -siempre ligados al Partido Demócrata-, hasta que en 1935 pasó a representar a su Estado como senador. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se hizo famoso como presidente del comité parlamentario encargado de supervisar la economía de guerra, moderando los gastos y evitando discriminaciones (el Comité Truman).


Harry Truman

El prestigio alcanzado hizo que el partido le presentara como candidato a vicepresidente en las elecciones de 1944. Ejerció, pues, como vicepresidente de Franklin D. Roosevelt, hasta que el fallecimiento de éste le convirtió automáticamente en presidente (1945). En 1948 obtuvo la reelección para un segundo mandato, que ejerció en 1949-1953.

Truman mantuvo la continuidad con la política de Roosevelt, consolidando los avances del New Deal con un programa de profundización en la democracia económica y social (el Fair Deal). No obstante, no pudo impedir que el Congreso aprobara la Ley Taft-Harley, que limitaba el derecho de huelga y arrebataba a los sindicatos el monopolio de la representación de los trabajadores (1947).

Tampoco pudo evitar que el clima internacional de la «guerra fría» se contagiara al interior de la sociedad americana, produciendo una especie de sicosis anticomunista: bajo la inspiración del senador Joseph McCarthy, el Congreso lanzó una verdadera «caza de brujas» contra supuestos infiltrados comunistas en la Administración, el ejército y el mundo de la cultura; en el mismo sentido iban la Ley MacCarran-Nixon de 1950 (que permitía el registro de las organizaciones izquierdistas) y la Ley MacCarran-Walter de 1952 (que imponía restricciones a la inmigración).

Truman se inició en la política exterior asistiendo a las conferencias que trataron de organizar el orden internacional de la posguerra (Conferencias de Postdam y San Francisco, 1945). Enseguida descubrió las ambiciones de poder de Stalin y adoptó una postura firme para impedir el expansionismo soviético. La doctrina Truman, basada en contener a la URSS mediante ayudas económicas y militares a los gobiernos amigos, daría lugar a un largo periodo de «guerra fría»; es decir, a una bipolarización de la política mundial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en continua tensión, pero sin llegar a enfrentarse en guerra abierta.

A diferencia de la actitud aislacionista que adoptaron los Estados Unidos al final de la Primera Guerra Mundial (a la cual se acusaba en gran parte de los problemas del periodo de entreguerras), Truman hizo que, al final de la Segunda Guerra Mundial, el país se volcara en la acción exterior: promovió decididamente la creación de la ONU (1945), apoyó con dinero y armas a los Gobiernos de Grecia y Turquía para impedir que cayeran en la órbita soviética (1947-1949), financió generosamente un programa de ayuda económica para la reconstrucción de Europa (el Plan Marshall de 1948), organizó una alianza militar con sus aliados de Europa Occidental y Norteamérica (la OTAN, en 1949) y respondió con firmeza al bloqueo soviético de Berlín Occidental (organizando el abastecimiento mediante un puente aéreo en 1949).

La misma actitud se proyectó hacia Asia, en donde las tensiones sociales y la inestabilidad política ofrecían un terreno abonado para la expansión comunista: Truman llevó sus programas de ayuda económica y militar a Oriente Medio (desde 1950), extendió las alianzas militares norteamericanas (Pacto del Pacífico, 1951), e intervino militarmente para impedir la desaparición del régimen prooccidental de Corea del Sur frente al régimen comunista del Norte (Guerra de Corea, 1950-1953). Tras haber enmendado la Constitución para impedir en lo sucesivo que un presidente fuera elegido para más de dos mandatos, se retiró de la política al concluir el suyo en 1953.

Winston Churchill

(Sir Winston Leonard Spencer Churchill; Blenheim Palace, Oxfordshire, 1874 - Londres, 1965) Político británico especialmente recordado por su mandato como primer ministro (1940-45) durante la Segunda Guerra Mundial: con su divisa "sangre, sudor y lágrimas", logró elevar la moral de las tropas y de la población civil y sostener la nación hasta la victoria aliada.


Winston Churchill

A lo largo de su brillante carrera, Winston Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.

Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.

Biografía

Winston Churchill nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Su padre era lord Randolph Churchill y su madre una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie Jerome. No hay duda de que en sus primeros años conoció la felicidad, pues en su autobiografía evoca con ternura los días pasados bajo la sombra protectora de su madre, que además de hermosa era culta, inteligente y sensible.

Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el niño reaccionó con rebeldía; estar lejos del hogar le resultaba insoportable, y Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro primer ministro fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría de él: "No era un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia era brillante, pero sólo estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su aprobación."

Churchill fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso en la Academia Militar de Sandhurst. Sin embargo, una vez entró en la institución, se operó en él un cambio radical. Su proverbial testarudez, su resolución y su espíritu indomable no lo abandonaron, pero la costumbre de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado y serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.

Poco después se incorporó al Cuarto de Húsares, regimiento de caballería reputado como uno de los mejores del ejército. Estuvo, en 1895, en la guerra de Cuba, y combatió en la India (1898) y el Sudán (1899); en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había encontrado en los libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le servirían para hacer frente a los enemigos de Inglaterra.

Del periodismo a la política

No obstante, la vida militar no tardó en cansarlo. Renunció a ella para dedicarse a la política y se afilió al Partido Conservador en 1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado por escaso margen, Churchill se trasladó a África del Sur como corresponsal del Morning Post en la guerra de los bóers.

Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular: por primera vez, su nombre saltó a las portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientos kilómetros, afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es de extrañar, pues, que consiguiese un escaño como representante conservador de Oldham en la Cámara de los Comunes (1900) y que, recién cumplidos los veintiséis años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.


Winston Churchill a los 26 años

En el Parlamento, sus discursos y su buen humor pronto se hicieron famosos. Pero su espíritu independiente, reacio a someterse a disciplinas partidarias, le granjeó importantes enemigos en la cámara, incluso entre sus propios correligionarios. No es de extrañar que cambiara varias veces de partido y que sus intervenciones, a la vez esperadas y temidas por todos, suscitaran siempre tremendas polémicas.

En desacuerdo con el partido respecto a la cuestión sudafricana, Churchill se pasó a los liberales en 1904, y en 1906, a los treinta y un años, alcanzó su primer cargo gubernamental en el gabinete de Henry Campbell-Bannerman, que lo nombró subsecretario de Colonias; desde ese puesto defendió la concesión de autonomía a los bóers. Luego fue ministro de Comercio (1908-1910) y del Interior (1910-1911) en el gobierno de quien sería primer ministro entre 1908 y 1916, Herbert Henry Asquith.

La Primera Guerra Mundial

Churchill previó con extraordinaria exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial y el curso que siguió la contienda en su primera etapa. Sus profecías, consideradas disparatadas por los militares, se convirtieron en realidad y sorprendieron a todos por la clarividencia con que habían sido formuladas.

En 1911, tres años antes de estallar la conflagración, el primer ministro Asquith lo nombró lord del Almirantazgo; Churchill se embarcó inmediatamente en una profunda reorganización del ejército de su país. Primero se propuso hacer de la armada británica la primera del mundo, cambiando el carbón por petróleo como combustible de la flota y ordenando la instalación en todas las unidades de cañones de gran calibre. Luego puso en marcha la creación de un arma aérea y, por último, decidido a contrarrestar el temible poderío alemán, impulsó la construcción de los primeros "acorazados terrestres", consiguiendo que el tanque empezase a ser considerado imprescindible como instrumento bélico.


Churchill en 1919

Ante el fracaso de la batalla de los Dardanelos (1915), se vio obligado a dimitir; se reincorporó al ejército y luchó en el frente occidental como comandante y teniente coronel. En 1916, en plena guerra, cayó el gobierno de Herbert Henry Asquith, que fue substituido por David Lloyd George; el nuevo primer ministro llamó de nuevo a Churchill para integrarlo en su gabinete, primero como ministro de Armamento (1917) y luego para la cartera de Guerra y Aire (1918).

Finalizada la Primera Guerra Mundial, Winston Churchill sufrió las consecuencias de la reacción de la posguerra, y durante un tiempo fue relegado a un papel secundario dentro de la escena política. En 1924 se reconcilió con los conservadores y un año después fue puesto al frente del ministerio de Hacienda en el gobierno de Stanley Baldwin. Era una época de decadencia económica, inquietud, descontento laboral y aparatosas huelgas, y el conservadurismo obstinado de que hacía gala no contentó ni siquiera a sus propios colegas. En una palabra, todo el mundo estaba cansado de él y su popularidad descendió a cotas inimaginables años antes.

Retiro entre dos guerras

Entre 1929 y 1939, Winston Churchill se apartó voluntariamente de la política y se dedicó principalmente a escribir y a cultivar su afición por la pintura bajo el seudónimo de Charles Morin. "Si este hombre fuese pintor de oficio -dijo en una ocasión Picasso-, podría ganarse muy bien la vida."

Churchill siguió perteneciendo al Parlamento, pero durante esos años careció prácticamente de influencia. Recobró protagonismo cuando, al observar la creciente amenaza que constituía Adolf Hitler, proclamó la necesidad urgente de que Inglaterra se rearmase y emprendió una lucha solitaria contra el fascismo emergente. En reiteradas ocasiones, tanto en la cámara como en sus artículos periodísticos, denunció vigorosamente el peligro nazi ante una nación que, una vez más, parecía aquejada de una ceguera que podía acabar en tragedia.

Tras la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, en el que Gran Bretaña y Francia cedieron ante el poderío alemán, la gente se dio cuenta nuevamente de que Churchill había tenido razón desde el principio. Hubo una docena de ocasiones en las que hubiera sido posible detener a Hitler sin derramamiento de sangre, según afirmarían después los expertos. En cada una de ellas, Churchill abogó ardorosamente por la acción. Pero a pesar de la energía desplegada, sus avisos habían sido ignorados por el gobierno.

El primer ministro de la Segunda Guerra Mundial

El 1 de septiembre de 1939, el ejército nazi entró con centelleante precisión en Polonia; dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania y, por la noche, Churchill fue llamado a desempeñar su antiguo cargo en el Almirantazgo por el primer ministro Neville Chamberlain, que hasta entonces había intentado una inútil política de apaciguamiento frente a Alemania. Todas las unidades de la flota recibieron por radio el mismo mensaje: "Winston ha vuelto con nosotros."

Los mismos diputados que una semana antes lo combatían con saña, lo aclamaron puestos en pie cuando hizo su entrada en el Parlamento. Pero aquella era una hora amarga para la historia del Reino. La nación estaba mal preparada para la Segunda Guerra Mundial, tanto material como psicológicamente. Por eso, cuando fue nombrado primer ministro el 10 de mayo de 1940, Churchill pronunció una conmovedora arenga en la que afirmó no poder ofrecer más que "sangre, sudor y lágrimas" a sus conciudadanos.


Churchill en la radio

El pueblo británico aceptó el reto y convirtió tan terrible frase en un verdadero lema popular durante cinco años; su contribución a la victoria iba a ser decisiva. Churchill consiguió mantener la moral en el interior y en el exterior mediante sus discursos, ejerciendo una influencia casi hipnótica en todos los británicos. Formó un gobierno de concentración nacional, que le aseguró la colaboración de sus adversarios políticos, y creó el ministerio de Defensa para una mejor dirección del esfuerzo bélico. Cuando Francia quedó totalmente sometida al dominio de Hitler, y mientras los Estados Unidos seguían proclamando su inamovible neutralidad, Churchill convocó una reunión de su gabinete y con excelente humor dijo: "Bien, señores, estamos solos. Por mi parte, encuentro la situación en extremo estimulante."

Por supuesto, Churchill hizo todo lo posible para que Estados Unidos y la URSS entrasen en la guerra, lo que consiguió en breve tiempo. Mantuvo estrecho contacto con el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt; en 1941, después del ataque japonés a Pearl Harbour, los norteamericanos declararon la guerra al Japón e incorporaron su valiosísimo potencial militar al bando aliado. También en 1941, el año decisivo de la contienda, Hitler emprendió la invasión de Rusia, poniendo fin a la neutralidad soviética y empujando a Stalin a una frágil alianza con Inglaterra, que Churchill supo conservar, relegando a un segundo plano su visceral anticomunismo y demostrando su pragmatismo.

Como primer ministro, le correspondió participar en las cruciales conferencias de Casablanca (1943), El Cairo (1943), Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), en las que se diseñó la estrategia de la guerra y, una vez acabado el conflicto, el mapa político mundial que se mantendría vigente hasta 1989. Durante interminables jornadas dirigió las operaciones militares y diplomáticas trabajando entre dieciséis y dieciocho horas diarias, transmitiendo a todos su vigor y contagiándoles su energía y optimismo.

Por fin, el día de la victoria aliada, se dirigió de nuevo al Parlamento y al entrar fue objeto de la más tumultuosa ovación que registra la historia de la asamblea. Los diputados olvidaron todas las formalidades rituales y se subieron a los escaños, gritando y sacudiendo periódicos. Churchill permaneció en pie a la cabecera del banco ministerial, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sus manos se aferraban temblorosas a su sombrero.

Los últimos años

A pesar de la enorme popularidad alcanzada durante la guerra, dos meses después el voto de los ingleses lo depuso de su cargo. Churchill continuó en el Parlamento y se erigió en jefe de la oposición. En un discurso pronunciado en marzo de 1946 popularizó el término "telón de acero", y algunos meses después hizo un llamamiento para impulsar la creación de los Estados Unidos de Europa.

Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Alegando razones de edad, presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes.

Reelegido en 1959, ya no se presentó a las elecciones de 1964. No obstante, su figura siguió pesando sobre la vida política y sus consejos continuaron orientando a quienes rigieron después de él los destinos del Reino Unido. El pueblo había visto en Churchill la personificación de lo más noble de su historia y de las más hermosas cualidades de su raza; por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte, acaecida el 24 de enero de 1965.

Clement Richard Attlee

Político británico (Surrey, 1883 - Londres, 1967). Abogado formado en la Universidad de Oxford y militante laborista desde 1907, comenzó su carrera política como alcalde de Stepney (en las afueras de Londres) en 1919. En 1922 fue elegido diputado por primera vez. Colaboró inicialmente con Ramsay MacDonald, formando parte de los primeros gobiernos laboristas de 1924 y 1930; pero rompió con él cuando éste formó un «gobierno nacional» con conservadores y liberales en 1931.


Clement Attlee

Desde 1935 se convirtió en líder del Partido Laborista y, por tanto, en jefe de la oposición; criticó la actitud pacifista del gobierno conservador, propugnando la intervención británica en la Guerra Civil española de 1936-39 y la adopción de medidas de fuerza contra la agresividad de la Alemania de Hitler.

Churchill le invitó a formar parte de su gobierno de coalición durante la Segunda Guerra Mundial, en el cual participó como «lord del Sello Privado» (1940), secretario para los Dominios (1942) y lord presidente del Consejo (1943). Tras el fin de la guerra volvió a la oposición durante sólo tres meses, pues enseguida ganó las elecciones y sucedió a Churchill como primer ministro (1945-51).

Su mandato estuvo marcado por un vasto programa de nacionalizaciones y de mejoras sociales, en respuesta a las aspiraciones de las clases trabajadoras tras la «tregua social» del periodo bélico; globalmente, desarrolló un programa socialdemócrata, equidistante del conservadurismo y del izquierdismo revolucionario.

La posición internacional del Reino Unido cambió en esos años sustancialmente con el comienzo de la descolonización (independencia de la India y de Israel), que se intentó compensar con la adquisición de armamento atómico; el aislamiento respecto a las tendencias integradoras de la Europa continental se equilibró con el fortalecimiento de la tradicional alianza con Estados Unidos. Tras ser derrotado en las elecciones de 1951, permaneció como líder del Partido Laborista hasta 1955.

Hirohito

(Showa Tenno; Tokyo, 1901 - 1989) Emperador del Japón (1926-1989). Era hijo primogénito del emperador Yoshihito, al cual sucedió en 1926. Recibió una educación nacionalista y tradicional bajo la tutela de los militares, y completó su formación con un viaje sin precedentes a Europa occidental, que le causó gran impresión. Al regresar de aquel viaje hubo de asumir la regencia en nombre de su padre, aquejado de una enfermedad mental (1921).


Hirohito

Muerto Yoshihito, Hirohito fue coronado en 1926, adoptando para su reinado el nombre de Showa («Paz y armonía»). Hubo de hacer frente al ascenso del poder de los militares, que entre 1927 y 1931 impulsaron la penetración japonesa en Manchuria, mientras promovían en el interior conspiraciones tendentes a sustituir los gobiernos de partido por una dictadura militar bajo la cobertura del emperador.

Hirohito, inclinado a comportarse como un monarca constitucional al estilo europeo, luchó mientras pudo contra esas tendencias, castigando a los culpables (especialmente con ocasión de la insurrección militar de 1936). Sin embargo, atenazado por el temor a perder el trono, acabó por admitir la política imperialista que impusieron los militares desde que estalló la guerra con China (1937), así como el alineamiento con la Alemania nazi y el ataque a Estados Unidos, que hicieron entrar a Japón en la Segunda Guerra Mundial (1941).

Durante toda la contienda permaneció en su palacio de Tokyo, sufriendo los bombardeos para compartir la suerte de sus súbditos; y fue él quien, después de que los americanos lanzaran las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, impuso la inevitable rendición en 1945 y la anunció por radio a los japoneses.

Contra todo pronóstico, los aliados aceptaron el criterio del general MacArthur de mantener al emperador como garantía de estabilidad y de reconstrucción del Japón vencido. Se abría así una época de grandes reformas, que se inició con la declaración pública de Hirohito de su carácter humano, que acababa con la ficción de la monarquía sagrada tradicional (1946); durante la ocupación norteamericana, la implantación de la democracia en Japón le obligó a realizar un gran esfuerzo personal, asumiendo un papel meramente simbólico sin influencia política efectiva y saliendo de la corte para conocer directamente la realidad del país.

Adaptado a la nueva situación, presidió un proceso de occidentalización y de crecimiento económico espectacular, refugiándose en el estudio de la biología marina, en la que llegó a ser especialista. Fue el primer emperador japonés que viajó al extranjero (a Europa y Estados Unidos, en los años setenta). Al morir le sucedió su hijo Akihito.

INFORMACIÓN EXTRA

La Segunda Guerra Mundial significó un gran cambio en la forma de combatir. Junto a las armas convencionales, empleadas en conflictos precedentes, surgieron otras nuevas. Aquellas que habían sido utilizadas anteriormente se adaptaron a novedosas formas de estrategiaClip de vídeo

Si en la Primera Guerra Mundial las armas tuvieron fundamentalmente un carácter defensivo (ametralladora, minas, artillería pesada, etc.), útil en la lucha de trincheras, durante la Segunda Guerra Mundial adquirieron más importancia las de carácter ofensivo y móvil. El protagonismo correspondió básicamente al carro de combate y al avión.

Tanque Tiger
Panzer VI (Tiger I). 1940 Ampliar

Respecto a los tanques, utilizados con desigual éxito en la Gran Guerra, fueron dotados de cañones de mayor calibre, blindajes más gruesos y resistentes, así como de mejoras en la velocidad y autonomía. En este aspecto destacaron los carros de combate alemanes (los panzer en sus diversos modelos), auténticos protagonistas durante la primera fase de la guerra (invasión de Polonia y Batalla de Francia). No le fueron a la zaga en calidad los carros de combate soviéticos, entre los que destacó el famoso T-34. Los aliados dispusieron, en general, carros menos sofisticados, pero algunos de ellos fueron empleados con gran éxito a lo largo de casi todo el conflicto; fue el caso, por ejemplo, del Sherman estadounidense. El tanque

Formación de Stukas
Formación de Stukas. 1943-1944 Ampliar

La aviación jugó un papel esencial durante la contienda, ya fuese utilizada en misiones de bombardeo, o de apoyo a los carros de combate. Abandonó la exclusiva misión de reconocimiento para convertirse en un arma ofensiva. Sirvió para trasladar unidades aerotransportadas (paracaidistas) y, en formaciones cerradas, tuvo la misión de destruir objetivos militares y civiles. En 1939 la Luftwaffe alemana disponía de 4.800 aparatos de guerra, de los cuales 1670 eran bombarderos. Momentos cruciales de la guerra se decidieron en el aire, como ocurrió en la Batalla de Inglaterra (julio-octubre de 1940). Algunos aparatos alcanzaron gran prestigio, como el Stuka alemán o el Spitfire británico. El avíón

Cañón antitanque japonés
Cañón antitanque japonés Tipo 1, de 47 mm Ampliar

Otras armas empleadas en el conflicto (ametralladoras antiaéreas, minas anticarro, etc.) estuvieron, en cierto sentido, destinadas a contener el poder destructivo de los tanques y aviones.

Portaaviones Hornet
Portaaviones estadounidense Hornet. 1942 Ampliar

En el caso de la guerra en el mar, los alemanes, como en la Primera Gran Guerra, hicieron uso intensivo de los submarinos, pero el éxito de sus U-Boote quedó aminorado por el empleo de las minas submarinascargas de profundidad y el agrupamiento de los buques aliados en convoyes fuertemente protegidos. Los enormes buques acorazados de superficie (el japonés Yamato fue el mayor de todos) poco pudieron hacer frente a los ataques de las aeronaves, procedentes bien de bases situadas en tierra firme, bien de buques preparados al tal efecto: los portaviones. En algunos escenarios como el del Pacífico la guerra se decidió por la acción de los mismos. La destrucción de los que poseía la marina japonesa en las batallas de Midway (1942) y Golfo de Leyte (1943) inclinaron la balanza a favor de Estados Unidos. El acorazado El submarino El portaaviones

Little boy
Bomba nuclear Little Boy que destruyó Hirosima el 6 de agosto de 1945 Ampliar

En una fase avanzada de la contienda aparecieron nuevas armas. Fue el caso de las bombas volantes V- y V-2, lanzadas por los alemanes sobre Londres desde el sur del canal de la Mancha. La capitulación de Japón se produjo tras serle arrojados los ingenios más destructivos de cuantos fueron empleados durante la contienda: las bombas nucleares que arrasaron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

Radar
Bomba V2

Arriba izquierda:
Principio de funcionamiento del radar.

La emisión de un impulso de ondas de radio se refleja en el objetivo. El retorno de la señal o eco, es recibido por la antena del radar y permite medir el tiempo de viaje de ida y vuelta. La distancia del objetivo es proporcional al tiempo invertido en dicho viaje.

 

A la derecha:
Misil balístico alemán V2.

Sirvió de modelo a los misiles modernos.

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Radar y Misil balístico V2

La utilización de ingenios no estrictamente ofensivas como el radar, que detectaba y controlaba la evolución de aviones o naves, o la "Máquina Enigma", empleada por los alemanes para cifrar mensajes, da una idea de la complejidad tecnificación alcanzados durante el conflicto.

M-262
Messerschmitt Me 262

Otras armas revolucionarias no tuvieron tiempo de llegar a ser plenamente operativas, aunque Hitler había depositado sus esperanzas en ellas. Algunas, como el avión a reacción  Messerschmitt Me 262, si bien llegaron a entrar en combate, lo hicieron muy tarde y en reducido número, lo que limitó su influencia en el resultado final de la guerra.

Sacada de la web: http://www.claseshistoria.com/2guerramundial/caracteristicas-armas.html

Historia del Holocausto: Auschwitz

Pasada la medianoche del sábado 27 de enero de 1945, los soldados rusos de la División de Infantería 322 del frente ucranio reciben la orden de avanzar. Llevan días intentando proseguir su camino hacia Alemania, pero una dura resistencia les retiene a las afuera de Auschwitz, una pequeña localidad al oeste de Cracovia.

Aunque tiene tan solo 19 años, Yakov Vincenko es ya todo un veterano de la Segunda Guerra Mundial, pues se incorporó a las filas del Ejército Rojo en 1941. Ha visto mucho en cuatro años de duros combates en territorio ucraniano y polaco, pero lo que contempla ese amanecer le sobrecoge especialmente.

“Atravesé la primera alambrada a las cinco de la mañana. Estaba oscuro. En la sombra advertí una presencia. Se arrastraba en el barro, ante mí. Se dio la vuelta y apareció el blanco de unos ojos enormes, dilatados. Estaba ante un muerto viviente. Detrás de él intuí decenas de otros fantasmas. Huesos móviles unidos por una piel seca y envejecida. El aire era irrespirable. Había un olor mezcla de carne quemada y excrementos. Avanzamos sin decir una palabra”.

Vincenko acababa de traspasar lo que muchos calificarían después como las puertas del infierno. Por el enorme campo de Auschwitz-Birkenau deambulaban 2.819 supervivientes, moribundos que no habían podido ser arrastrados por los guardias de las SS a una enloquecida huida para eliminar las pruebas del horror. Esta marcha de la muerte se cobraría la vida de un cuarto de los 60.000 prisioneros evacuados.

Holocausto Auschwitz, entrada al antiguo campo de concentración
Entrada al antiguo campo de concentración nazi de Auschwitz. Fotografía: By XiquinhosilvaCC BY 2.0

Días después, fotógrafos y cámaras soviéticos toman las primeras imágenes de los supervivientesRostros demacrados, casi cadavéricos, miran alucinados a la cámara. Decenas de niños se levantan las mangas de sus ajados uniformes de rayas para mostrar los números tatuados que eran su única seña de identidad.

Son imágenes espectrales, a pesar de que el paso de los días y la ayuda recibida ha permitido a los internos recuperar algo de humanidad. El día de la liberación muchos prisioneros no han sido capaces ni de comer. El comandante Anatoly Shapiro explicará años después: “Montamos algunas cocinas de campaña y preparamos alimentos ligeros. Algunos de ellos murieron al comer. Sus estómagos no funcionaban”.

¿Cuántas personas judías murieron en el Holocausto?

Desde su apertura como campo de concentración en 1940 hasta su liberación a principios de 1945, alrededor de 1.300.000 personas fueron deportadas a Auschwitz. De ellas, 1.100.000 murieron. La mayoría eran personas judías, pero había también prostitutas, homosexuales, prisioneros de guerra rusos, gitanos…

Auschwitz se convirtió en el mayor campo de exterminio nazi debido a su privilegiada posición como nudo ferroviario. Vagones para el trasporte de ganado en los que viajaban hacinadas hasta 80 personas trasladaban a los prisioneros y prisioneras desde Italia, Francia, Hungría, el Báltico, Alemania y, por supuesto, Polonia.

Muchas eran asesinadas en apenas horas. Al bajar, aturdidas y agotadas, eran separadas en dos filas. La de la izquierda, formada por las más débiles (bebés, embarazadas, ancianos, discapacitados y enfermos), eran encaminadas directamente hacia las cámaras de gas. Allí estas personas eran despojadas de sus pertenencias y rapadas antes de ser asesinadas con Zyklon-B, un poderoso insecticida que causaba la muerte por asfixia.

Muchos prisioneros y prisioneras también fueron seleccionados por el doctor Mengele para llevar a cabo sus siniestros experimentos. Por sus atrocidades fue apodado el "ángel de la muerte".

La liberación de Auschwitz, fin del holocausto

Supervivientes de Auschwitz caminan junto a un doctor de la Cruz Roja el día de la liberación del campo de exterminio en 1945. Fotografía: Getty Images

Holocausto en Auschwitz: Ninguna pesadilla podría ser peor

Para muchos, ese fin rápido era mejor que la muerte a fuego lento que vivían los prisioneros que se consideraban aptos para trabajar en distintas tareas, desde el mantenimiento del campo hasta los trabajos relacionados con la ejecución de miles de personas, que eran llevados a cabo por prisioneros miembros de los sonderkomandos.

El psiquiatra austríaco Viktor Frankl sobrevivió a Auschwitz y contó su experiencia en El hombre en busca de sentido. En él cuenta cómo muchas personas se arrojaban contra las alambradas electrificadas para acabar con su sufrimiento. O dejaban agotarse sus escasas fuerzas para ser conducidas a la cámara de gas.

Frankl cuenta cómo una noche le despertaron los horribles alaridos de un compañero de barracón que estaba teniendo una pesadilla. Cuando iba a despertarle, un pensamiento le detuvo: “Ningún sueño, por horrible que fuese, podría ser peor que la realidad del campo”.

Una realidad que él mismo describe así: “El organismo digería sus propias proteínas y los músculos desaparecían. Uno tras otro, los miembros de nuestra pequeña comunidad del barracón morían. Cada uno de nosotros podía calcular con toda precisión quién sería el próximo y cuándo le tocaría a él”.

Auschwitz es el símbolo de la solución final, el plan nazi para resolver la cuestión judía que fue el culmen de muchos años de políticas antisemitas cuyas raíces hay que buscarlas en los primeros escritos de Adolf Hitler.

La animadversión y la discriminación antisemita se transformarían en masacre a raíz de la invasión de la URSS en junio de 1941. Allí surgieron las unidades móviles de exterminio, los Einsatzgruppen, que fusilaron a decenas de miles de judíos. En julio, Hermann Göring autorizó los preparativos de la solución final. La Conferencia de Wannsee, celebrada en enero de 1942, acabó de definir los detalles del plan.

En total, se calcula que seis millones de judíos fueron exterminados en tres años de locura genocida que ha pasado a la historia con el nombre de Holocausto o, en hebreo, Shoá –la catástrofe–.

Selección en Auschwitz. Comienza el holocausto

Seleccionando a los prisioneras y prisioneras a la llegada al campo de concentración de Auschwitz. Fotografía: AP 1944

Mantener la memoria: causas y consecuencias del Holocausto

Al cumplirse 76 años de la liberación de Auschwitz, es importante mantener la memoria del Holocausto porque, como explicaba en El País Yakov Vincenko: “Ni siquiera nosotros, que lo habíamos visto, queríamos creerlo. Intenté olvidar durante años, pero después comprendí que eso sería convertirse en cómplice”.

El 27 de enero de 2019 el secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres alertaba contra la desmemoria con motivo del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto: “A medida que el número de supervivientes del Holocausto disminuye, nos corresponde extremar la vigilancia porque... ‘el odio que comienza con los judíos nunca termina con los judíos’”.

En palabras de la abogada y política francesa Simone Veil, superviviente de Auschwitz: “La Shoá fue única en la historia, pero el veneno del racismo, el antisemitismo, el rechazo del Otro y el odio han sido amenazas diarias siempre”.

Cuando después de la Segunda Guerra Mundial se conoció en detalle el sufrimiento vivido en los campos de concentración nazis, la gente se sintió horrorizada. El filósofo alemán Theodor Adorno llegó a decir que “no es posible escribir poesía después de Auschwitz”.

La necesidad de no caer en la tentación de la desesperanza llevó a la creación de la Organización de las Naciones Unidas (...) el 10 de diciembre de 1948, y a la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La necesidad de no caer en la tentación de la desesperanza llevó a la creación de la Organización de las Naciones Unidas antes incluso del final de la guerra y, poco después, el 10 de diciembre de 1948, a la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El preámbulo de la misma refleja un sentido mea culpa por el horror vivido: “El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”.

El artículo 1 era un claro alegato contra el antisemitismo y cualquier tipo de discriminación: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Esa promesa de igualdad y fraternidad sigue incumplida, pero esto no significa que debamos reconocer un fracaso. Significa que debemos seguir caminando, guiados por la aspiración a una sociedad más libre y justa, hacia ese horizonte llamado utopía. Es lo menos que podemos hacer por las víctimas del horror de Auschwitz.


Sacada de la web: https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/el-horror-de-auschwitz-y-la-declaracion-universal-de-los-derechos-humanos/ 


La carta perdida del joven y desconocido Hitler en la que ya pidió el exterminio de todos los judíos

Fue redactada en 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, y estuvo extraviada durante más de 70 años

La revelación de Hitler a su gran héroe de la Luftwaffe: «Al final de la guerra me aseguró que Dios le había perdonado»

Aldolf Hitler, en una imagen de la década de 1920 ABC
Israel Viana

Otto Strasser solía presumir de que fue su hermano Gregor quien, en 1924, sugirió a Hitler que escribiese sus memorias. Decía en tono despectivo que el único objetivo fue que Adolf se mantuviese entretenido y liberase a sus compañeros de prisión en Landsberg de tener que escuchar sus «interminables monólogos». A este, sin embargo, le encantó la idea y se puso manos a la obra de inmediato. Y para disgusto de los Strasser, según recoge la célebre biografía del dictador escrita por Ian Kershaw, «debieron sufrir una amarga decepción cuando este comenzó a leer a diario lo que había escrito a un público literalmente cautivo».

Así comenzó la gestación de 'Mein Kampf' (Mi Lucha), por influencia de Gregor Strasser , el hombre que —con ayuda precisamente de su hermano Otto— a punto estuvo de quitarle el liderazgo del partido nazi al dictador que, pocos años después, provocó la guerra más desvastadora de la historia . Pero aquella primera jugada no le salió muy bien, porque el libro se convirtió en un fenómeno editorial que vendió más de 90.000 ejemplares en 1932 y 900.000 un año después. Y eso que «estaba mal escrito, lleno de errores», comentaba a ABC Christian Hartmann, encargado de la edición crítica que se publicó en 2016. 

Sin embargo, poca gente sabe que, cinco años antes, cuando tenía 29 años y no lo conocía nadie, el joven Adolf Hitler ya había escrito una carta en la que vertía todo su odio contra los judíos y sugería que debían ser eliminados cuanto antes. Un pensamiento que compartió con sus compañeros del Ejército alemán casi veinte años antes de que él mismo pusiera en marcha el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. En concreto, poco después de regresar del campo de batalla de la Primera Guerra Mundial en la que Alemania había sido derrotada y el futuro dictador supuraba odio por todo su cuerpo.

La eliminación de los judíos

El ella, el líder nacionalsocialista establecía: «El antisemitismo es fácilmente caracterizado como un fenómeno emocional, pero esto es incorrecto. El antisemitismo como un movimiento político no puede y no debe ser definido por impulsos emocionales, sino por el reconocimiento de hechos. Estos hechos son postulados irrefutables como que el judaísmo es absolutamente una raza y no una asociación religiosa». En la misma misiva, además, definía despectiva,ente a los judíos con el estereotipo de «acumuladores de riqueza», en referencia a que los consideraba un peligro por su afán de conquistar el mundo a través del dinero.

«Todo hombre va detrás de un objetivo mayor, sea la religión, el socialismo, la democracia. Para los judíos éstos son sólo un medio para un fin, la manera de satisfacer su deseo por el oro y la dominación», expresó. Y, a continuación, agregó la parte más terrorífica: «El antisemitismo que se alimenta de razones puramente emocionales siempre encontrará su expresión en la forma de 'pogroms' [ataques violentos contra judíos]. Pero el antisemitismo basado en la razón debe llevar al combate y a la suspensión sistemática de los privilegios de los judíos. Su objetivo final, sin embargo, debe ser la eliminación sin compromisos de los judíos como tal».

Esta carta era, en definitiva, un intento de aquel joven de respuesta a una cuestión urgente: ¿cuál era la situación de los judíos en Alemania después de la derrota de Alemania en la Gran Guerra y qué posición debían tomar al respecto el Ejército germano? Y es que Hitler no soportaba las condiciones que el Tratado de Versalles había impuesto a su país en 1919 y parecía buscar un culpable a sus miserias. El futuro dictador nazi tenía entonces 29 años y acababa de salir del hospital, recuperándose del ataque con gas venenoso que había sufrido en el frente de Ypres. Fue al despertar cuando le informaron de que el conflicto había terminado y de que había sido derrotado. «Todo se hizo negro de nuevo ante mis ojos», comentó irritado.

El destino de la carta

Además de su incipiente odio a los judíos, el joven Adolf también criticaba que la ciudad de Danzig «había sido arrebatada bajo coacción, con un revólver en la mano y amenazando a los germanos con la muerte por hambre», según recordó al llegar al poder en 1933. Era consciente de que la ciudad y su corredor habían sido muy importantes para las comunicaciones y el comercio de Alemania a principios del siglo XX y la convirtió en otra de sus obsesiones, junto al antisemitismo.

La carta que algunos historiadores creen que pudo cambiar la historia, estuvo perdida durante 70 años. Por eso el documento, tras su aparición hace unos años, se convirtió en objeto de intrigas. Entre otras cosas, porque existe un mercado negro de documentos y objetos relacionados con el 'Führer' lleno de falsificaciones. Sin embargo, el Centro Simon Wiesenthal de Los Ángeles aseguró en 2011 que contaba con todos los informes que garantizaban la autenticidad de la copia original de la carta que, según decía, tenía entre sus fondos.

Según informó 'The New York Times' ese mismo año, la aparición de aquella copia original relegó a la categoría de copia el documento hasta ahora conocido de la carta, custodiado por los Archivos Estatales de Baviera. En realidad, la copia de Los Ángeles estaba en el mercado desde 1988. Según el intermediario que hizo la venta, la misiva apareció entre los escombros de una sede del Partido Nazi cerca de Nueremberg, cuando los soldados estadounidenses avanzaban hacia Berlín. Aunque existían informes que validaban la firma de Hitler, había dudas sobre su originalidad, ya que estaba mecanografiada, y eso era, un lujo para la época que parecía inaccesible para un soldado raso como Hitler.

Un gobierno «implacable»

Sin embargo, en 2011 también se descubrió que Hitler estuvo empleado en esos meses en un servicio de propaganda del Ejército alemán, por lo que pudo acceder a una máquina de escribir y redactar dichas ideas. «En su escrito, Hitler esboza un ideario que exige un gobierno implacable que tenga el coraje de eliminarlos por completo. Lo que queda claro es que, ya desde muy joven y todavía siendo un desconocido en la política alemana, tiene la idea de que esa lucha no puede hacerse con pandillas o con actos esporádicos, sino con una organización de gobierno detrás», señalaba a la BBC el rabino Marvin Hier en 2011.

Esas ideas fueron, precisamente, las que puso en marcha Hitler 22 años después, cuando ganó las elecciones y accedió al poder en 1933, y que llevó al extremo de la locura durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ejecutó a un tercio de la población judía del mundo. El balance más desolador en este sentido fue hecho público en 2017 por el Holocausto Memorial Museum de Washington a través del proyecto «Enciclopedia de Campos y Guetos». El resultado fue un mapa de 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados que provocaron entre 15 y 20 millones de muertos o internados. En su mayoría fueron judíos. «Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos», aseguró el director del German Historical Institute de Washington, Hartmut Berghoff.

Sin embargo, el cómputo de la mayoría de estudios hechos desde 1945 era de seis millones. Ese mismo año, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York ya situó los muertos entre 5.659.600 y 5.673.100. Una cifra similar a la que fue revelada antes por William Höttl, antiguo miembro de las SS, que declaró que fue usada por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final, en 1944.


Sacada de la web: https://www.abc.es/historia/carta-perdida-joven-desconocido-hitler-pidio-exterminio-20240327044232-nt.html 


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