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MAPAS CONCEPTUALES
INFORMACIÓN EXTRA
En la primavera de 1921, el Ejército español continuaba sus operaciones en el norte de África, en el marco de la Guerra del Rif o Segunda Guerra de Marruecos. Con el verano ya encima, y tras una sucesión de errores estratégicos en el monte Abarrán y en la localidad costera de Sidi Idris, los rebeldes rifeños, encabezados por Abd El-Krim, un antiguo funcionario local de la Oficina de Asuntos Indígenas de Melilla, lanzaron un ataque generalizado sobre las líneas españolas. Caía el puesto militar de Igueriben y, posteriormente, el Ejército restante era masacrado durante la evacuación caótica y desordenada del campamento de Annual, con un terrible balance de más de 13.000 soldados muertos.
Se había consumado la mayor derrota militar desde 1898, y la decadencia española tocaba fondo provocando una grave crisis política que ponía en jaque a la propia monarquía de Alfonso XIII. En este complicado escenario, fue tomando protagonismo un militar jerezano que había desarrollado la mayor parte de su carrera militar en destinos coloniales de ultramar como Cuba, Filipinas y Marruecos.
Miguel Primo de Rivera fue ascendido a teniente general en 1919 y pronto ocupó la Capitanía General de Madrid, desde donde defendió la tesis de abandono de las colonias norteafricanas, motivo por el que fue cesado. En 1922 fue nombrado capital general de Barcelona y, desde esta posición, espoleado por el Desastre de Annual, comenzó a preparar un pronunciamiento militar que finalmente llegó el 13 de septiembre de 1923.
La reacción de Alfonso XIII ante el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera fue de respaldo al militar jerezano, mientras daba la espalda al Gobierno de Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, que solicitaba la detención de los militares sublevados. Existían antecedentes de la afinidad del monarca por el estamento militar, como los hechos del ¡Cu-Cut!, en 1905, o la crisis de las Juntas de Defensa, en 1917.
En esta ocasión, el Rey acabó nombrando a Miguel Primo de Rivera jefe del Ejecutivo, bajo la forma de presidente del Directorio Militar.El hasta entonces capitán general de Barcelona tenía como estrategia original gobernar noventa días con el objetivo de regenerar el país y, posteriormente, dar un paso atrás devolviendo el poder al monarca.
En su manifiesto de llegada al poder, Primo de Rivera invocó la necesidad de salvación de una España a la que había que liberar de aquellos «profesionales de la política» que llevaron al país al Desastre del 98 y que amenazaban con un final trágico y deshonroso.
El nuevo presidente destituyó a las autoridades provinciales y locales, suspendió la Constitución de 1876 y declaró el estado de guerra, mientras extendía a toda España el Somatén, la institución catalana paramilitar, con el objetivo de combatir el pistolerismo en las calles. Gobernó desde un partido único, la Unión Patriótica, más volcado en la administración que en la política, bajo el lema «patria, religión y monarquía».
Las memorias de Alcalá-Zamora
Es interesante bucear en las memorias de los políticos del momento para profundizar sobre el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera y entender la posición del Rey Alfonso XIII. Niceto Alcalá-Zamora, que había sido ministro de la Guerra con Manuel García Prieto hasta mayo de 1923, llegó a presentar al Rey como el cerebro que concibió el golpe de Estado: «¿Quién imaginó el golpe de Estado? Mis recuerdos de la época que le precedió, iluminados por los sucesos posteriores, me convencen de que fue el monarca quien concibió y acarició el plan, contando siempre con utilizar el Ejército, su debilidad y su temor, pero sin pensar en Primo de Rivera como caudillo, hasta que las circunstancias lo señalaron como elemento indispensable por su mando sobre la inquieta guarnición de Barcelona».
La dictadura de Primo de Rivera se prolongó hasta el año 1930, sustituyendo el Directorio Militar por uno civil en 1925, en un intento de suavizar el régimen político tras una importante victoria del Ejército español en Alhucemas. Durante aquellos años, el Gobierno combatió el problema del separatismo y Francesc Macià, fundador en 1922 del partido Estat Català, se acabó convirtiendo en el símbolo de la resistencia catalana.
Poco a poco se fue institucionalizando el régimen con la creación de la Organización Corporativa Nacional, mientras en el plano económico la favorable coyuntura internacional de los felices años veinte hacía crecer lentamente la economía. Nacía entonces la empresa Telefónica, a partir de capital mayoritario de la ITT norteamericana, así como CAMPSA, la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos.
Fuente: eldebatedehoy.es
Fuente: eldebatedehoy.es
A finales de julio de 1909 los piquetes se extendieron por la ciudad tras el embarque de reservistas con destino a Marruecos
Aquellos sietes días murieron 79 personas, y se ajustició al anarquista Ferrer Guardia, medida muy contestada en la calle
Aquel verano de 1909 fue uno de los más convulsos del recién estrenado siglo XX. El gobierno conservador presidido por Antonio Maura había decretado la movilización de diversos núcleos de reservistas para completar las unidades militares que debían embarcar hacia Melilla. Aquella guarnición necesitaba refuerzos tras las operaciones de policía ordenadas por el general Marina a resultas del acuchillamiento de cinco empleados de la Compañía Norteafricana que explotaba las minas de plomo de Beni-bu-Ifrur, y para proveer las posiciones avanzadas que permitirían proteger Melilla de nuevas incursiones rifeñas.
La necesidad se había hecho perentoria el 5 de julio, cuando una junta de jefes tribales declaró la guerra a España, desatendiendo, como de costumbre, la autoridad del sultán de Marruecos. La incapacidad de este último para salvaguardar el orden en el Rif y proteger los enclaves e intereses españoles convenció al gobierno Maura de la conveniencia de establecer un hinterland defensivo que remediara el ahogo endémico de Melilla. Las operaciones debían culminar con la toma del macizo del Gurugú, baluarte desde donde los rifeños amenazaban los arrabales de la ciudad.
El uso de soldados en la reserva, hombres aún sujetos al servicio militar, pero fuera ya del periodo de instrucción e insertos en la vida civil -no pocos de ellos casados, con hijos y empleos estables-, hizo especialmente impopular esta pequeña guerra. Todavía es un misterio por qué el ministro de la Guerra, general Linares, no desplegó primero la Brigada que, con base en el campo de Gibraltar, estaba preparada para actuar en Ceutao Melilla, según se requiriera.
Era cierto que la movilización de reservistas para la integración orgánica de las unidades estaba contemplada en la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército y obedecía a la técnica más moderna. Pero cabían pocas dudas de su impopularidad para conflictos que trascendían la mera defensa del territorio nacional, sin que aquélla pudiera compensarla la calidad militar o la moral de los efectivos movilizados. En todo caso, las imprecaciones contra la guerra, patentes a principios de julio durante la despedida de los reservistas de Madrid y Barcelona ante unos familiares consternados, mostraron a las organizaciones republicanas y obreristas un filón que explotar en su constante labor de deslegitimación de la monarquía constitucional.
Una proclama publicada el viernes 23 de julio en el periódico La Internacional, dirigido por el socialista Antonio Fabra Ribas, pidió la reunión de un congreso nacional de sociedades obreras para acordar una huelga general en toda España. El comité de Madrid la fechó para el 2 de agosto, pero el de Barcelona, integrado por representantes anarquistas, de UGT y sindicalistas de Solidaridad Obrera, predecesora de la CNT, precipitó la protesta a la mañana del lunes, 26 de julio, aprovechando el caldo de cultivo de un nuevo embarque de reservistas y tras haber recabado la colaboración de militantes del catalanismo de izquierdas y del republicanismo radical.
Aunque se ha popularizado la participación de Alejandro Lerroux, éste, ausente de España desde febrero de 1908 y favorable a la intervención de España en Marruecos, estuvo al margen de los hechos. En todo caso, la tarde del 26 de julio los piquetes extendieron la huelga por Barcelona y otros centros industriales de la provincia. El incremento de los disturbios conllevó la declaración de la ley marcial y el despliegue de los soldados para apoyar a la policía en labores de vigilancia. La Semana Trágica había comenzado.
El 27 de julio la protesta adquirió verdadero carácter insurreccional. Proliferaron las barricadas, los asaltos a las armerías y los tiroteos contra la fuerza pública desde los tejados, balcones y azoteas. Se cortaron las líneas telegráficas y telefónicas y el tendido eléctrico, se interrumpió el tráfico ferroviario y se volaron puentes. Protegidos los edificios oficiales, los asaltos e incendios se concentraron en las casetas donde se cobraba el impuesto de consumos y, especialmente, en 63 iglesias y conventos, que fueron saqueados y quemados total o parcialmente. Los 2.000 efectivos, entre policías y soldados, se vieron desbordados por la generalización y dispersión de la violencia.
Los dirigentes del comité de huelga intentaron encauzar el levantamiento hacia la proclamación de la República. Sin embargo, y pese a la destacada participación de muchos de sus afiliados en la revuelta, los dirigentes del catalanismo de izquierdas y del Partido Radical se desligaron de toda responsabilidad. Esto, y que la revolución no se extendiera al resto de España, desmoralizó a los insurrectos.
El levantamiento languideció el viernes 30 de julio, cuando la fuerza pública recibió órdenes de sofocarlo activamente. La llegada de refuerzos de Valencia y Zaragozaterminó con él al día siguiente. Hasta el 1 de agosto el gobierno contabilizó 78 muertos, 153 heridos graves y más de un centenar de edificios incendiados, la mayoría de ellos religiosos. Se abrieron más de 700 causas con un número de implicados que sobrepasó el millar y medio y se impusieron 17 condenas de muerte y 59 de cadena perpetua.
Pero el corolario más célebre de aquella Semana Trágica fue la ejecución de Francisco Ferrer Guardia, destacado anarquista, junto a otros cuatro individuos a los que no se indultó. El caso Ferrer fue polémico por lo endeble de las pruebas condenatorias, sin más base que los testimonios de afiliados radicales y socialistas. Ferrer Guardia estuvo en Barcelona y alentó la revuelta, pero no se mezcló en los desmanes ni organizó o dirigió el levantamiento.
En su condena pesaron factores ajenos, como su defensa del terrorismo como método revolucionario o su implicación en anteriores atentados, especialmente en los magnicidios frustrados contra Alfonso XIII en 1905 y 1906. Las manifestaciones contra la ejecución de Ferrer, llevadas a cabo por las organizaciones obreras de varias ciudades europeas, estarían sobre la base de una campaña que, momentáneamente, rompería la solidaridad entre los partidos conservador y liberal, y propiciaría, en octubre de 1909, la caída de Maura.
Roberto Villa García es profesor de Historia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y autor de España en las Urnas. Una historia electoral (Catarata, 2016) y coautor de 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (Espasa, 2017).
Fuente: www.elmundo.es
Las enseñanzas de la República
La reforma de la educación fue la clave de los profundos cambios que inició la España de 1931
CARMEN MORÁN BREÑA Madrid 17 ABR 2006
Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad era el eje de la metodología. Así era la escuela de la II República española. De todas las reformas que se emprendieron a partir de abril de 1931, la estrella fue la de la enseñanza. "Sin ninguna duda, la mejor tarjeta de presentación de la República fue su proyecto educativo", asegura el catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Molero. "Efectivamente, fue la piedra angular de todas las reformas: había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador", ratifica la doctora en Historia por la Universidad de Huelva Consuelo Domínguez. Tanto ella como Molero se han especializado en la enseñanza de la II República, un ambicioso proyecto que los maestros acogieron con entusiasmo.
A la espera de que se aprobara la Constitución, en diciembre, el Gobierno tomó, mediante decretos urgentes, las primeras medidas: se reconoció el Estado plural y las diferencias lingüísticas (se respeta la lengua materna de los alumnos) y al frente del Consejo de Instrucción Pública que haría caminar las reformas se nombró a Unamuno.
El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa por aprender. Y los más ilustres escritores, poetas, pedagogos, se pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con la cultura ambulante.
Se proyectó la creación paulatina de 27.000 escuelas, pero mientras, los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los niños. Y a los mayores. "Hubo incluso alguna escuelita en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se podía". Entonces las maestras desempeñaron un papel primordial: enseñaban en sus casas con la subvención del ayuntamiento.
La República se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la época tenían una formación casi tan exigua como su salario. Con Marcelino Domingo al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Rodolfo Llopis de director general de Primera Enseñanza, se elaboró el "mejor Plan Profesional para los maestros que ha existido en nuestra historia", asegura Domínguez. Y prácticamente las mismas palabras usa Antonio Molero para defender esa idea. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subió a 3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje didáctico. En aquellas Semanas Pedagógicas recibían asesoramiento de los inspectores, para remozar su formación. La carrera de Magisterio, elevada a categoría universitaria, dignificó la figura del maestro. A los aspirantes se les exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las Escuelas Normales, donde se enseñaba pedagogía y había un último curso práctico pagado. "Se hizo del maestro la persona más culta, eran los intelectuales de los pueblos y, con toda la precariedad en que vivían, ejercieron de una forma digna", señala Consuelo Domínguez.
Con aquellas mimbres comenzó a tejerse un sistema educativo que puso el énfasis en el alumno, le hizo protagonista de las clases y de su formación. Los críos salían al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los monótonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate participativo y pedagógico; los niños y las niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad. "Fue una escuela en la que se educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso era algo que la escuela privada miró con recelo", recuerda Molero. "Todo tenía el aroma pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual en el que se apoyó la República. Aunque diseñó una escuela más laica".
Efectivamente, laica y unificada, dos palabras que se convirtieron en el terror de la clase conservadora. Aprobada la Constitución, al ministro Fernando de los Ríos le tocó lidiar con la reforma más drástica y conflictiva: la disolución de la Compañía de Jesús; a las órdenes religiosas se les prohibió impartir enseñanza mientras a los maestros se les "libera" de la obligación de dar doctrina religiosa en clase.
"Es una medida discutible en un régimen de libertades, pero lo cierto es que era constitucional", asegura Molero. "La España de la época quizá no estaba preparada para estos cambios", razona Domínguez. En todo caso, la política de sustitución de la escuela religiosa "fracasó, porque las órdenes religiosas pusieron los colegios en manos de seglares con los derechos civiles reconocidos. Tenían otro nombre, pero era lo mismo. De hecho, el número de centros privados era mayor en 1935 que en 1931". Unos colegios privados a los que se permitió fijar su ideario.
La llamada escuela unificada, tan criticada en las filas conservadoras, no se refería, asegura Molero, "a la cesión al Estado del monopolio educativo. Se trataba de una educación sin escalones, que permitiera un camino fluido y continuo desde unos niveles a otros".
En 1933 hay de nuevo elecciones. La mujer estrena el voto femenino y la derecha -la CEDA de Gil Robles- llega al poder. Los progresistas verán cómo se va destejiendo parte del sistema diseñado. "Ellos mismos se llamaron el bienio rectificador", recuerda Cristóbal García, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Huelva. Se frenó la financiación educativa y las medidas laicas, aunque no se derogaron, fueron escamoteadas.
"Aquel bienio dedicó su política docente a frenar, si no a liquidar, las medidas anteriores", critica Molero. Pero señala, "en justicia", dos iniciativas considerables de aquel periodo: "Un buen plan de bachillerato y una comisión para la reforma técnica de la escuela que no pudo dar sus frutos". Por entonces comenzó el baile de ministros de Instrucción: "16 hubo en el total de la República: imposible hacer políticas a medio plazo", lamenta Molero. Luego se sucedería el Frente Popular y después un golpe de Estado que resultó largamente nefasto para la educación.
Fuente: www.elpais.com
1. La España del 36 tenía 24.810.000 habitantes
Casi 25 millones de personas eran los habitantes de España en el 36. Es más de la mitad de la población empadronada que hay actualmente en el país.
2. Más nacimientos que muertes
En 1936 nacieron 613 mil personas, fallecieron más de 413 mil. En términos relativos, se producían 24 nacimientos por cada mil habitantes y perdían la vida 16 personas por cada mil.
La causa de muerte más frecuente en la década de los 30 eran las enfermedades de tipo infeccioso y parasitaria y la esperanza de vida al nacer en esta década era de 50 años. La reducción de las tasas de mortalidad y la mejora de la calidad han ido mejorando estas cifras. Ahora el número medio de años que se espera vivir al nacer es de 83 años.
3. 138 mil enlaces matrimoniales
138.700 matrimonios fueron los que se celebraron en este año. Suponen un 8% menos de nupcias respecto al año 1935. Se producían cinco matrimonios por cada mil habitantes frente a los 7 que se producían una década antes. En la actualidad, estas cifras son aún más bajas: se producen tres matrimonios por cada mil habitantes.
Durante la Segunda República se aprobó la Ley del Divorcio de 1932 que fue derogada en septiembre de 1939, cinco meses después del final de la Guerra Civil y la instauración de la dictadura de Francisco Franco. Según los datos que figuran en el INE, en los años 1932 y 1933 se tramitaron más de siete mil divorcios y alrededor de 800 separaciones.
4. La agricultura, el sector que más trabajadores concentraba
La población activa en España alcanzaba los 8,5 millones de personas en 1930, lo que representa un 37% de la población total.
La agricultura (y la pesca) era el sector que mayor demanda de trabajo concentraba: el 45,5% de la población activa trabajaba en esta actividad. La industria manufacturera (con un 19,2%) era el segundo en el que había un mayor número de trabajadores.
En cuanto al paro registrado, existen datos de 1935. Al dividir el número absoluto de parados y la población activa del momento, la tasa de desempleo se situaba en el 7,75%. En la actualidad, la tasa de paro alcanza el 21% en España , según los últimos datos de la EPA.
5. Más de 10 millones de fincas agrícolas
España, como ya se ha dicho, era un país predominantemente agrícola en los años previos a la Guerra Civil. En 1930, el número de fincas en España superaba los 10 millones. La zona castellano-leonesa era la que mayor número agrupaba.
La técnica del barbecho (con el 24,5% de la superficie total cultivada), el cultivo de trigo (22,1%) y el olivar (10,1%) eran las producciones más destacadas de la época.
En cuanto a la extensión de las superficies agrícolas, el minifundismo era el rey: el 88% de las mismas tenía una superficie menor a 10 hectáreas. Los terrenos a partir de 250 hectáreas apenas representaban el 0,12%.
6. Casi el 30% del PIB, del sector industrial
La política de intervención activa del Estado para “el fomento de la industria” se desarrolla a comienzos del siglo XX en nuestro país, según explica Gabriel Tortella en el libro El desarrollo de la España contemporánea: Historia económica de los siglos XIX y XX.
En 1930, el peso del sector industrial en el Producto Interior Bruto (PIB) del país alcanzaba el 27,9% del total. Además, el 21,3% de la población activa del momento trabaja en algún subsector de la industria.
Por sectores, la industria de consumo representaba el 46% de la composición total del sector industrial en España. El resto quedaba de la siguiente manera: mecánica (18%), pesada (12%), minería (10%) y energía (15%).
7. Las exportaciones superan a las importaciones
En 1936, las exportaciones aventajaron a las importaciones, dejando un saldo comercial exterior positivo. Este superávit se debió, según una investigación del Banco de España, “a la más lenta reducción de la actividad exportadora, a pesar de su importante caída, frente al brusco descenso de las importaciones”.
En el ámbito de las exportaciones destaca el peso de la agricultura y la alimentación (el 67% del total). En cuanto a las importaciones hay que señalar el peso de los materiales de industria pesada con el 40% y el de maquinaria, un 18%.
8. El pan, alimento fundamental para las familias españolas
Hasta 1958 no existen datos absolutos sobre el nivel de consumo alimenticio -por producto- de los españoles. Sin embargo, sí hay estadísticas para conocer de forma porcentual cómo era la cesta de la compra de una familia en España entre 1914 y 1936.
La alimentación representaba el 65,7% del gasto de una familia en el primer tercio del siglo XX. El pan era el alimento fundamental en una casa: el 23% del gasto en comida iba destinado a la compra de este producto, por encima de otros alimentos fundamentales como la leche (8,3%) o el aceite (4,7%).
El gasto destinado a las necesidades del hogar como luz o agua era la siguiente variable en la que más se invertía, con un 11,2% sobre el total.
9. Siete de cada diez españoles sabían leer y escribir
En esta década, la tasa de alfabetización de la población española alcanzó el 71%. Es decir, siete de cada diez personas sabían leer y escribir un año antes de iniciarse la Segunda República en España. En la actualidad, esta tasa alcanza a la práctica totalidad de la población.
Aun así, en 1936, el 37,9% de los españoles no tenía formación. El 53% tenía estudios primarios, el 5,3% secundarios y, por último, el 3,1% tenía estudios superiores, bien en universidades o en escuelas técnicas.
En cuanto a la escolarización, el 69% de las personas entre 5 y 14 años estudiaba en la educación primaria. En este año, cada maestro tenía a su cargo una media de 64 alumnos. En la actualidad -curso 2012/2013-, el número medio de alumnos por grupo ya es de 21,6.
10. La España de 1936: por carretera, ferrocarril, aire y mar
Por entonces ya se contaba con una extensa red de transporte y un amplio parque móvil para los vehículos a motor y transporte en ferrocarril, marítimo y aéreo, aunque hay que tomar estas cifras con precaución.
En 1906 apenas había 48.270 kilómetros de carreteras construidos en España. Treinta años después ya había 110.993 kilómetros. Esto, para 18.837 vehículos matriculados en España.
La red ferroviaria alcanzó, en 1936, los 5.519 kilómetros. En 1933, último año para el que hay datos sobre pasajeros en transporte aéreo, 11.000 personas viajaron de esta manera. Por último, para el transporte marítimo sólo existen datos sobre el número de buques que entraron y salieron del país. En 1935, entraron 18.520 barcos (con 5,2 toneladas de peso descargadas) y salieron 17.481 (con 6,3 toneladas de peso descargadas).
11. La comunicación tradicional: centros telefónicos y servicios telegráficos y postales
¿Recuerda el lector en 2016 -en la época de las nuevas tecnologías- los centros telefónicos de antaño que conectaban llamadas? ¿Y el servicio telegráfico? En 1934, último año antes de la Guerra Civil para el que existen datos, se utilizaban estos servicios, además del postal, para que las personas pudieran comunicarse entre sí.
En cuanto a la comunicación telefónica, los 2.950 centros de este tipo daban servicio a 303.766 teléfonos. Se realizaron más de 19 millones de llamadas, ya fueran nacionales como internacionales. Para el servicio telegráfico, 9.340 personas velaban para que funcionasen los 2.582 aparatos -con una longitud total de 41.145 kilómetros-. En total, se realizaron más de 25 millones de despachos en las estaciones telegráficas del Estado en 1934. El servicio postal, más desarrollado que el telegráfico tenía repartidas por el país más de diez mil oficinas. Más de 800 millones de servicios postales se llevaron a cabo en 1934.
12. Barcelona, más poblada y con más viviendas que Madrid
En 1930, la ciudad de Barcelona estaba más poblada que Madrid, aunque ambas llegaban casi al millón de habitantes. Por detrás, a gran distancia, Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga y Zaragoza.
Estas ciudades concentraban el mayor número de viviendas existentes en España. Para 1930 sólo existen estadísticas de viviendas en núcleos urbanos. El número de pisos alcanzaba los 2.644.700 a nivel nacional.
Los núcleos urbanos no estaban tan masificados como en la actualidad. El proceso de urbanización -es decir, la migración del mundo rural al urbano- no era notable, aunque ya comenzaba a sentirse: más de la mitad de la población española seguía viviendo en municipios con menos de 10.000 habitantes.
13. La ‘edad de oro’ del cine en España
El nacimiento del cine sonoro a comienzos de la década de 1930 dio paso a la denominada ‘edad de oro’ del cine en España. La sublevación del 18 de julio de 1936 truncó esta época dorada. Según Román Gubern en el libro Historia del cine español, las películas del país entraron en tal “sintonía con el público” que se prefería el cine patrio al estadounidense.
A pesar de ello, los Gobiernos republicanos “demostraron poquísima sensibilidad hacia el cine” entre 1931 y 1936. Los aranceles en la importación de filmes extranjeros a partir de 1932, la creación de un Consejo de Cinematografía que no resultó operativo o el impuesto a los ingresos generados por la explotación cinematográfica (al principio se estableció en el 7,5% pero luego se redujo por las presiones) fueron las medidas implantadas en este ámbito.
Entre 1932 y julio de 1936, en España se rodaron 109 películas en las que comedia y cine musical se impusieron al resto de géneros.
14. La censura previa, tónica habitual para la prensa
En materia de prensa, las leyes promulgadas durante la Segunda República supusieron graves cortapisas para los medios de comunicación, según el libro Cuatro siglos de periodismo en España de María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz.
La Ley de Prensa de 1883 seguía vigente y la Constitución de 1931 garantizaba la libertad de expresión. Sin embargo, las leyes de Defensa de la República (de 1931) y de Orden Público (de 1933) concedían “amplias facultades a los Gobiernos para imponer sanciones a los periódicos”. Así, la censura previa fue la tónica habitual durante los años republicanos. Especialmente, entre 1933 y 1934 por la declaración de un estado de alarma y la revolución de octubre de 1934 en Asturias.
15. El Frente Popular gana las elecciones de 1936
Durante la Segunda República hubo tres procesos electorales: 28 de junio de 1931, 19 de noviembre de 1933 y las de febrero de 1936.
La ley electoral era diferente a la que conocemos hoy. La elección de los candidatos, por ejemplo, para 1936 fue a través de un proceso de elección mediante listas abiertas, donde cada elector podía elegir a candidatos de distintas formaciones.
Un mayor número de diputados (473) en la cámara o la elección en primera y segunda vuelta son otras de las diferencias con el sistema electoral de ahora. La primera vuelta exigía que uno o varios candidatos de la lista obtuviese al menos el 40% de los votos emitidos. De no ser así, se celebraba una segunda vuelta en la que solo serían electos aquellos candidatos que hubiesen alcanzado el 8% de los votos obtenidos.
El 16 de febrero del 36 fue la fecha elegida para la celebración de la primera vuelta de los comicios electorales de ese año. La segunda vuelta se celebró en mayo. Los resultados definitivos dieron la victoria al Frente Popular que agrupaba a los partidos de izquierdas (PSOE e Izquierda Republicana, entre ellos).
16. Cuatro presidentes de Gobierno en 151 días
Cuatro presidentes estuvieron al frente del Gobierno durante los cinco meses previos al conflicto bélico. Manuel Azaña fue el presidente que más tiempo estuvo a cargo del Estado: 81 días. Con él se constituyó el primer gobierno del Frente Popular. Augusto Barcia (3 días), Casares Quiroga (66) y Martínez Barrio (1) fueron los otros presidentes de 1936.
17. Hubo 270 muertos entre febrero y julio del 36
En los cinco primeros años de la Segunda República hubo numerosos incidentes de violencia política. En total, desde 1931 hasta el inicio de la guerra, 2.225 personas perdieron la vida por esta causa. La Revolución de Asturias de 1934 fue el escenario que se saldó con un mayor número de víctimas: 1.500.
Entre los meses de febrero y julio de 1936 fallecieron 270 personas por atentados y reyertas protagonizadas por grupos extremistas.
18. El Ejército antes y durante la guerra
La organización territorial del Ejército español en 1936 antes del estallido de la guerra se estructuraba en once mandos militares de tipo divisionario. Se organizaba en ocho divisiones orgánicas, tres comandancias militares y el despliegue de efectivos en territorio marroquí.
La estructura de este Ejército se enmarcaba en la idea de modernización y eficacia del Ejército que quería el presidente de la República, Manuel Azaña. Uno de los primeros cambios fue la reducción de divisiones, que pasaban de las 16 de 1931 a los 8 del 36. También estableció prometer fidelidad a la República.
Durante la guerra, el Ejército se dividió en dos bandos: el republicano y el nacional. En octubre del 36, el Gobierno republicano reorganizó sus fuerzas armadas. Se refunden, de esta manera, las milicias en unidades regulares del nuevo Ejército. En el bando opuesto estaba el Ejército del bando sublevado. Su punto fuerte era el Ejército Español de África del que procedían generales de gran peso como Emilio Mola, Sanjurjo o Queipo de Llano. Se estima que formaron parte de este ejército alrededor de unos 800.000 soldados.
Un buen número de españoles se ofrecieron voluntarios para luchar en la contienda. Algunas estimaciones, como las del autor James Matthews, cifran en 120.000 milicianos y soldados por parte del bando republicano y unos 100.000 voluntarios en el lado sublevado.
Fuentes: Anuario Estadístico de 1936 (INE), Estadísticas históricas de España: siglos XIX y XX, (Fundación BBVA), 'Guerra Civil, comercio y capital extranjero' (Banco de España), 'La inflación en España. Un índice de precios de consumo, 1830-2012' (Banco de España), 'El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX', de Gabriel Tortella (1994), 'Historia del cine español', de varios autores (1995), 'Cuatro siglos de periodismo en España', de María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz (2009)
Fuente: www.elespanol.com
BIOGRAFÍAS (www.biografiasyvidas.com)
Alfonso XIII
(Madrid, 1886 - Roma, 1941) Rey de España (1902-1931). Hijo póstumo de Alfonso XII, durante su minoría de edad ejerció la Regencia su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, quien le dio una educación eminentemente militar. Su reinado se inició al ser declarado mayor de edad en 1902, con el país aún bajo los efectos de la reciente derrota en la guerra contra Estados Unidos y la consiguiente pérdida de los restos del imperio colonial (1898). Juró la Constitución de 1876, pero no puede decirse que ejerciera lealmente el papel de un rey constitucional: desde el comienzo afirmó su voluntad de poder personal y manifestó una inclinación desmedida hacia los militares.
Alfonso XIII continuó la política de turno pacífico en el gobierno entre los partidos dinásticos, que se basaba en admitir el sistemático falseamiento de las elecciones: así confió el poder a los conservadores Silvela, Fernández Villaverde, Maura y Azcárraga (1902-05) y luego a los liberales Montero Ríos, Moret, López Domínguez y Vega de Armijo (1905-07).
Posteriormente el rey abrió paso a los intentos de desmontar el caciquismo y modernizar el sistema político desde el gobierno por parte de los conservadores (Antonio Maura, 1907-09) y de los liberales (José Canalejas, 1910-12). Con el asesinato de Canalejas empezó a romperse el bipartidismo por la disgregación en facciones de los partidos del turno (gobiernos liberales del conde de Romanones en 1912-13 y 1915-17 y del conservador Eduardo Dato en 1913-15).
Aquella situación desembocó en la quiebra del sistema de la Restauración a partir de la gran crisis de 1917, en la que se concitaron contra el régimen una huelga general, un movimiento corporativo en el ejército (las «Juntas de Defensa») y una Asamblea de Parlamentarios que reclamaba reformas democratizadoras al margen de las instituciones establecidas. Después del fracaso del gobierno de Unión Nacional de 1918, el reinado se caracterizó por una gran inestabilidad política (con trece cambios de gabinete) y social (aumento del terrorismo anarquista). Los nacionalismos aumentaban su influencia y sus demandas. Y la situación colonial se deterioraba en Marruecos con el desastre de Annual (1921).
Alfonso XIII actuó en varias ocasiones en su papel de representante del Estado en el exterior: en 1904 recibió en Vigo al emperador alemán Guillermo II y trató con él sobre la cuestión de Marruecos; en 1907 se entrevistó en Cartagena, para tratar de la situación en el Mediterráneo, con el rey Eduardo VII de Inglaterra, con cuya sobrina Victoria Eugenia (o Ena) de Battenberg había contraído matrimonio el año anterior; en 1913 visitó Francia para ratificar el tratado que repartía Marruecos entre ambos países; realizó otros viajes oficiales a Inglaterra, Francia, Alemania y Austria; y desempeñó un papel relevante en la defensa de la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial (1914-18).
Pero el reinado quedó marcado por la cobertura que prestó don Alfonso al golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923 y la dictadura que éste implantó, decisión que le haría perder el trono. Insensible a las peticiones de los presidentes de las dos cámaras de que cumpliera sus obligaciones constitucionales, se complació en cambio en visitar con el dictador la Italia de Mussolini (1923). Cuando, acuciado por la oposición interna, cayó Primo de Rivera, el rey encargó formar gobierno sucesivamente al general Dámaso Berenguer (1930) y al almirante Juan Bautista Aznar (1931); pero el regreso a la normalidad constitucional no era ya posible.
La deslealtad del rey y su compromiso con la pasada dictadura produjeron un vuelco en la opinión pública, que en las elecciones municipales de 1931 se mostró mayoritariamente republicana. Alfonso XIII suspendió el ejercicio del poder real (aunque no abdicó formalmente) y abandonó España al tiempo que se proclamaba la Segunda República (1931). Juzgado y condenado en ausencia por las Cortes republicanas, el ex monarca se refugió en la Italia fascista y en 1941 abdicó en su hijo Juan de Borbón antes de morir. Antes había sobrevivido a tres atentados, uno en París (1905) y dos en Madrid (1906 y 1913). Quedó enterrado en Roma hasta que en 1980, restaurada ya la monarquía de los Borbones, su nieto Juan Carlos Ihizo traer su cuerpo a España para depositarlo en el Panteón de Reyes de El Escorial.
Antonio Maura
(Antonio Maura y Montaner; Palma de Mallorca, 1853 - Torrelodones, 1925) Político español. Jefe del Partido Conservador y ministro y presidente del Gobierno en diferentes ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII, intentó introducir en el sistema de la Restauración una serie de reformas radicales que acabaron por fracasar.
Estudió derecho en Madrid y en 1878 se casó con la hermana menor de Germán Gamazo, uno de los más destacados políticos del Partido Liberal. Comenzó su carrera política de la mano de su cuñado. En 1881 es elegido diputado por Palma de Mallorca, y se mantiene siempre en la línea gamacista frente a Sagasta. En 1886 es vicepresidente del Congreso y, seis años más tarde, ocupa el cargo de ministro de Ultramar.
Desde su ministerio publicó varios decretos sobre la administración municipal de las Islas Filipinas, y presentó un Proyecto de Ley para el gobierno y administración civil de Cuba y Puerto Rico, en el que se distribuían las competencias entre la administración central de la metrópolis y los respectivos gobiernos insulares. Las polémicas y la gran oposición que suscitó el proyecto provocaron la dimisión de Maura. En 1885 vuelve a formar parte del gabinete de Sagasta, haciéndose cargo de las carteras de Gracia y Justicia.
El denominado "Desastre de 1898" le llevó a adoptar una actitud de censura contra la política de la Restauración. Formuló su doctrina política, basada en lo que denominó "revolución desde arriba", como solución para evitar el desarrollo de un proceso revolucionario. Se hacía imprescindible, según Maura, realizar reformas que se basaran en una radical moralidad, y que se llevaran a cabo por un gobierno que fuese capaz de mantener con energía el principio de autoridad.
Tras la muerte de Gamazo, pasó a liderar el Partido Liberal, hasta 1902, año en que se incorpora al Partido Conservador. Formó parte del Gobierno de Francisco Silvela, ocupando la cartera de la Gobernación. Y en 1903 se hizo cargo de la dirección de las elecciones municipales. Su decidida intención de acabar con la corrupción, mediante el ataque a las bases del caciquismo local, provocó una fuerte oposición contra su persona.
Este mismo año, Maura se hace cargo de la jefatura del Partido Conservador, tras la dimisión de Silvela, y, en el mes de diciembre, es el encargado de formar gobierno. Entonces, desde su nueva posición, elabora un proyecto de administración con tendencias regionalistas, con el objetivo de resolver el problema catalán y acabar con la corrupción electoral. Su proyecto y las continuas divergencias con el rey Alfonso XIII le procuraron fuertes oposiciones, por lo que presentó su dimisión a finales de diciembre de 1904, año en el que también fue objeto de un atentado en Barcelona.
En 1907 se le llama de nuevo para formar gobierno. Es el comienzo de su etapa más decisiva en el mundo político. Puso en práctica una amplia reforma legislativa que afectó, especialmente, a la Ley Electoral y a la Ley de Huelga. En política exterior, realizó una gran actividad: la negociación de los acuerdos de Cartagena, en los que España, Francia e Inglaterra reconocen su interés común en el Mediterráneo. También reorganizó la Marina, lo que le creó gran impopularidad entre el sector de la industria naval. Y realizó fuertes campañas contra el terrorismo catalán.
La brutal represión que hace su gobierno de la "Semana Trágica de Barcelona", en 1909, fue el motivo inmediato que le obligó a dimitir. Al año siguiente volvió a ser de nuevo blanco fallido de los terroristas en la Ciudad Condal. En 1913 renunció a su cargo de jefe del Partido Conservador. A partir de este momento se convirtió en el "gran solitario", manteniéndose apartado del poder durante largo tiempo.
En 1918, ya como jefe del Partido Maurista, es llamado por el Rey para presidir un Gobierno de Concentración, que fracasó. Posteriormente, tras el "Desastre de Annual", en Marruecos, el 21 de julio de 1921, Maura volvió a acceder al poder, ocupándose del Ministerio de la Guerra: sus intentos por solucionar el desorden en Marruecos serían fuertemente contestados por las Juntas Militares, lo que, unido a los escasos resultados en su gestión, provocaría de nuevo su dimisión. Alejado de la política, murió en su casa de la localidad madrileña de Torrelodones, en 1925. Legó, además de sus interesantes reformas, una gran cantidad de discursos, fruto de su excelente oratoria.
José Canalejas
(José Canalejas y Méndez; El Ferrol, 1854 - Madrid, 1912) Político español. Este abogado madrileño se dedicó a la política tras fracasar en las oposiciones a catedrático de universidad. Procedente del Partido Demócrata Progresista, al producirse la Restauración borbónica se incorporó al Partido Liberal de Sagasta. Fue ocupando cargos políticos de importancia creciente: diputado desde 1881, subsecretario de la Presidencia (1883), ministro de Fomento (1888), de Gracia y Justicia (1888-90), de Hacienda (1894-95) y de Agricultura, Industria y Comercio (1902); desde ese último departamento impulsó la creación del Instituto del Trabajo.
A raíz de la Guerra de Cuba (1895-98), que puso fin al dominio colonial español en las Antillas, Canalejas empezó sus ataques contra el líder y fundador del partido, destacándose como cabeza de una corriente izquierdista que defendía ideas democráticas y anticlericales.
En 1910 consiguió unificar transitoriamente las diversas corrientes que pugnaban en el interior del liberalismo, aupándose a la Presidencia del Consejo de Ministros; durante más de dos años y medio impulsó desde el gobierno un programa de reformas: abolió la Contribución de Consumos, estableció el servicio militar obligatorio y limitó la instalación de órdenes religiosas («Ley del candado»). En gran medida el ascenso al poder de Canalejas representaba otra oportunidad de afrontar la "revolución desde arriba" en clave liberal (una vez que había fracasado el similar intento de etiqueta conservadora de Antonio Maura), una empresa ardua por los viejos problemas derivados del anticlericalismo, del regionalismo, de la ineficacia administrativa, de la incapacidad militar, del conflicto marroquí y de la lucha obrera.
Canalejas consiguió imponer su autoridad, no sin dificultades, en las filas de un liberalismo en las que por varias causas habían desaparecido o iban perdiendo sus posiciones de antaño los notables de la generación anterior -Vega de Armijo, López Domínguez, Moret, Montero Ríos...- y se dispuso a abordar los temas pendientes. Por ello manifestó a la Santa Sede su intención de reducir por distintos procedimientos el número de instituciones religiosas en España. Pero su propósito último de llegar a la total separación de la Iglesia y el estado de manera negociada encontró fuerte oposición tanto en círculos vaticanos como entre los clericales españoles, que desarrollaron una intensa campaña contra la política gubernamental en el verano de 1910. Canalejas promulgó, en diciembre, la llamada «Ley del candado», prohibiendo durante dos años la instalación de nuevas órdenes y congregaciones religiosas si no contaban con autorización previa. Al cabo de este tiempo se preveía la publicación de una nueva Ley de Asociaciones.
Además de ésta, las mayores preocupaciones de Canalejas se manifestaron en el tratamiento de diversos aspectos vinculados por el común denominador de la política social. Su rechazo del impuesto de consumos y la nueva Ley de Reclutamiento Militar, que intentaba al menos poner límites al sistema de redenciones a metálico, conectaban estrechamente con el sentir popular. No obstante, se encontró con un recrudecimiento de las tensiones socio-laborales, que fue particularmente intenso en Asturias, Barcelona, Madrid, Valencia y Vizcaya. En materia de orden público, hubo de emplear la fuerza para reprimir el intento de sublevación republicana de 1911 (motín del guardacostas Numancia y sucesos de Cullera) y la huelga ferroviaria de 1912. Pero no realizó las esperadas reformas políticas que habían de transformar el régimen liberal en una verdadera democracia, acabando con el caciquismo y el fraude electoral.
La misma ausencia de respaldo a su política reformista quedó de manifiesto cuando trató de aplicar, no ya un proyecto de expropiación de tierras cultivadas o incultas con indemnización, que fue bloqueado, sino algunas normas laborales emanadas durante su mandato (julio de 1912), como la prohibición del trabajo nocturno de la mujer y la limitación del horario laboral en las minas a nueve horas diarias y a 72 semanales en el sector textil, incluyendo el descanso dominical.
Canalejas puso también proa al asunto del regionalismo abordando posibles reformas para la administración catalana, pero apenas si pudo avanzar en campo tan complicado frente a las maniobras dilatorias de algunos miembros de su propio partido, como era el caso del conde de Romanones o de Segismundo Moret. En política exterior, visitó Marruecos con el rey Alfonso XIII en 1911 y ordenó la ocupación de Larache, Arcila y Alcazarquivir en respuesta a la ocupación francesa de Fez; las negociaciones que inició con los franceses conducirían, poco después de su muerte, al establecimiento de un protectorado conjunto en Marruecos.
Canalejas fue asesinado por un anarquista cuando miraba el escaparate de una librería en la Puerta del Sol, abriéndose desde entonces una larga pugna por el liderazgo del Partido Liberal. El atentado ponía fin a su obra de reformas, a su esfuerzo regeneracionista, truncando definitivamente, tal vez, la última de las oportunidades de reconducir la nave de la Restauración. Desde entonces, la lucha política se centró en alcanzar el poder y no en su ejercicio para modernizar al país, para conectar con sus problemas y procurarles soluciones que a corto o largo plazo resultasen válidas.
Eduardo Dato
(Eduardo Dato e Iradier; La Coruña, 1856 - Madrid, 1921) Político español. Este prestigioso abogado de Madrid (que aconsejaba, por ejemplo, a los Rothschild) entró en la política con el Partido Conservador. Tras una larga carrera parlamentaria (en la que destacó por sus dotes oratorias) adquirió protagonismo en 1886-88, cuando se enfrentó al fundador del partido, Antonio Cánovas del Castillo, siguiendo a Romero Robledo al reprocharle que hubiera cedido el poder a los liberales tras la muerte de Alfonso XII.
Dato rompió definitivamente con Cánovas al seguir al disidente Francisco Silvela en 1895; bajo su presidencia fue ministro de Gobernación (1899-1900) y de Gracia y Justicia (1902-03). Luego ocupó cargos menores, como el de alcalde de Madrid o el de presidente del Congreso, mientras la dirección de los conservadores recaía en Antonio Maura.
Su momento llegó cuando la aversión de Alfonso XIII hacia Maura le hizo buscar otro líder conservador para formar gobierno, encargando la tarea a Dato (1913-15) y provocando así la escisión del «maurismo». Presidente del gobierno al estallar la Primera Guerra Mundial (1914), consiguió mantener la neutralidad española. Luego formó otro gabinete más breve en 1917, que cayó ante el movimiento corporativista de las Juntas de Defensa militares, una huelga general revolucionaria y las reivindicaciones democráticas de los catalanistas y reformistas reunidos en la Asamblea de Parlamentarios.
En el Gobierno Nacional de concentración presidido por Maura en 1918 ocupó la cartera de Estado. Y volvió a la Presidencia del Consejo en 1920-21, un periodo de fuerte agitación obrera, que trató de calmar impulsando una legislación social (para lo cual creó el Ministerio de Trabajo); pero no consiguió parar la espiral de terrorismo y represión, especialmente en Barcelona. Murió asesinado por tres anarquistas catalanes cuando regresaba del Senado.
Miguel Primo de Rivera
(Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, Jerez de la Frontera, Cádiz, 1870 - París, 1930) Militar y dictador español. Procedía de una familia de militares ilustres, en la que había destacado su tío Fernando Primo de Rivera, marqués de Estella (1831-1921), héroe de la última guerra carlista, gobernador de Filipinas y varias veces ministro de la Guerra. Miguel Primo de Rivera ingresó en el ejército a los catorce años y desarrolló la mayor parte de su carrera en destinos coloniales: Marruecos, Cuba y Filipinas (adonde acompañó a su tío) fueron los escenarios que le permitieron ascender rápidamente por méritos de guerra, de manera que en 1912 ya era general.
Vinculado por su formación al grupo de militares africanistas, defendió sin embargo el abandono de las colonias norteafricanas, por lo que hubo de sufrir represalias políticas. Desde 1919 pasó a destinos en la Península, que le pusieron en contacto con los agudos problemas sociales y políticos de la época: fue capitán general de Valencia, de Madrid y de Barcelona.
Desde este último puesto, que ocupó en 1922, se vio confrontado a los problemas de orden público de la ciudad en la época del terrorismo anarquista, del pistolerismo patronal, del auge del catalanismo, de la inestabilidad ministerial y de la descomposición del sistema de partidos. Como reacción, Primo de Rivera enarboló sus ideales militaristas, nacionalistas y autoritarios para dar un golpe de Estado en 1923, que puso en suspenso la Constitución, disolvió el Parlamento e implantó una dictadura (1923-1930).
Con la connivencia del rey Alfonso XIII y la aquiescencia de buena parte de la patronal, del clero, del ejército y de las fuerzas conservadoras, Primo de Rivera encabezó un Directorio Militar que concentró todos los poderes del Estado excluyendo a los políticos profesionales. Inicialmente encontró poca resistencia, en la medida en que venía a sustituir a un régimen desprestigiado y en que prometía una dictadura meramente transitoria inspirada en los ideales expresados por los regeneracionistas de comienzos de siglo (como Joaquín Costa), para restaurar el orden y desarraigar la influencia caciquil de la vida política (incluso los socialistas le prestaron una benévola neutralidad). Aunque formalmente se inspirara a veces en el modelo fascista de la Italia de Mussolini, su dictadura fue más moderada y conservadora.
Durante los años del Directorio Militar (1923-25) se limitó a perseguir a los anarquistas (cuyo sindicato CNT fue declarado ilegal), a liquidar la Mancomunidad de Cataluña (primer experimento de autogobierno regional), a desterrar de la vida política a los partidos y las instituciones representativas (sustituidos por tecnócratas conservadores, agrupados a partir de 1924 en la Unión Patriótica), a reforzar el proteccionismo estatal en favor de la industria nacional y a fomentar la construcción de grandes obras públicas.
Uno de sus mayores éxitos consistió en consolidar la presencia española en Marruecos mediante una victoria militar que puso fin a años de permanentes guerras y dificultades (como el «Desastre de Annual» de 1921, por el que se habían querido pedir responsabilidades a los militares y al propio rey, propiciando el golpe de Estado de 1923): el desembarco de Alhucemas (1925) formó parte de una operación combinada con el ejército francés para acabar con la rebelión de las cabilas del Rif. Si bien contradecía todas las ideas anteriores del dictador, fue un éxito tan significativo que animó a Primo de Rivera a institucionalizar su dictadura de forma duradera.
El Directorio Militar dio paso a un Directorio Civil (1925-30) y se reunió una Asamblea Nacional (1927) que elaboró un anteproyecto de Constitución (1929). Aquel simulacro de Parlamento no democrático, sin embargo, mostró la diversidad de posiciones políticas que había entre los seguidores de la dictadura, entre católicos conservadores de viejo cuño y corporativistas autoritarios atraídos por el fascismo. Divididas las huestes primorriveristas y enrarecidas las relaciones del dictador con el rey, no fueron capaces de afrontar el auge de la oposición, crecientemente unida y movilizada ante la amenaza de ver perpetuarse el régimen. Socialistas y republicanos se unieron en la campaña contra la dictadura, que amenazaba con arrastrar también a la Monarquía que la había apoyado; estudiantes, obreros e intelectuales se manifestaban en contra del régimen; y los propios militares conspiraban contra Primo de Rivera.
Finalmente, desautorizado por los altos mandos militares y por el rey, Primo de Rivera presentó su dimisión en 1930 y se exilió en París, no sin antes recomendar a Alfonso XIII algunos nombres de militares que podrían sucederle (entre ellos el general Dámaso Berenguer, que asumió la presidencia). En París moría dos meses más tarde, en medio de una gran amargura y decepción por las ingratitudes recibidas. Su hijo mayor, José Antonio Primo de Rivera, entraría en la política poco después para reivindicar la memoria de su padre, según dijo.
Manuel Azaña
(Manuel Azaña Díaz; Alcalá de Henares, Madrid, 1880 - Montauban, Francia, 1940) Político español, presidente de la Segunda República. Procedente de una familia liberal, Azaña estudió derecho en Zaragoza y Madrid, doctorándose con una tesis sobre La responsabilidad de las multitudes; entró por oposición en la función pública (1910); y completó su formación con una beca de la Junta para Ampliación de Estudios en París en 1911-12. Su actividad intelectual le llevó a la secretaría del Ateneo de Madrid, puesto que ocupó entre 1913 y 1920; su interés por los asuntos militares se inició al ser comisionado por el Ateneo para visitar los frentes de la Primera Guerra Mundial en Francia e Italia (1916).
En 1913 ingresó en el Partido Reformista de Melquiades Álvarez y participó con Ortega y Gasset en la fundación de la Liga de Educación Política; en 1918 fundó la Unión Democrática Española; pero fracasó en sucesivos intentos de ser elegido diputado en las Cortes de la Restauración (1918 y 1923). Se apartó temporalmente de la política para dedicarse al periodismo, primero como corresponsal en París (1919-20), luego al frente de La Pluma (1920-23) y finalmente como director de la revista España.
Bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera abandonó el Partido Reformista y se declaró partidario de la República, fundando Acción Republicana (1925); al mismo tiempo crecía su prestigio intelectual, con la publicación de obras como El jardín de los frailes o los Ensayos sobre Valera, dedicados al novelista español Juan Valera. En 1930 accedió a la presidencia del Ateneo y, ya como figura de alcance nacional, participó en el Pacto de San Sebastián para derrocar la monarquía de Alfonso XIII.
Al proclamarse la República española (14 de abril de 1931), Manuel Azaña se integró en el gobierno provisional como ministro de la Guerra. Participó activamente en las Cortes constituyentes, y asumió la presidencia del Consejo de Ministros cuando las discrepancias sobre las relaciones Iglesia-Estado llevaron a Niceto Alcalá Zamora a abandonar el gabinete.
Como jefe de un gobierno formado por socialistas y republicanos de izquierdas (1931-33), Manuel Azaña impulsó un amplio programa de reformas: secularizó la vida pública (legalizando el matrimonio civil y el divorcio), reformó el ejército, puso en marcha una reforma agraria y concedió la autonomía a Cataluña. Todo ello le enfrentó con las fuerzas conservadoras, pero no fue suficiente para asegurarle el apoyo del movimiento obrero, en un momento en que la depresión económica mundial agudizaba las dificultades. Desprestigiado por la represión armada de un levantamiento campesino en Casas Viejas (Cádiz), hubo de dimitir y perdió las elecciones de 1933, que dieron el gobierno a la derecha.
En 1934 fusionó su partido con los radicales de Marcelino Domingo, formando Izquierda Republicana (1934), partido con el cual realizó una efectiva campaña de oposición al gobierno. La ascensión de José María Gil Robles al poder, interpretada como el triunfo del fascismo en España, le llevó a participar primero en la fracasada Revolución de Octubre de 1934 (por lo que pasó algún tiempo en prisión) y a integrarse después en un Frente Popular con todas las fuerzas de izquierdas.
El triunfo de dicha formación en las elecciones de febrero de 1936 devolvió a Manuel Azaña a la jefatura del gobierno y le promovió después a la Presidencia de la República (mayo). Enseguida retomó el programa reformista del primer bienio republicano, pero apenas tuvo tiempo de desarrollarlo a causa del golpe de Estado que, a partir de julio, dio paso a la Guerra Civil (1936-39).
Azaña se fue quedando progresivamente aislado, sin capacidad para mantener la unidad y el orden en el bando republicano, ante el radicalismo y los conflictos internos de las organizaciones obreras; las fuerzas golpistas, en contraste, centralizaron de inmediato el mando en la figura del general Francisco Franco. Refugiado en su papel de intelectual, se permitió reflexionar sobre la guerra en La velada en Benicarló (1937); y defendió la conveniencia de acelerar un final negociado de la contienda, ante la perspectiva inexorable de la derrota (lo cual le enfrentó con Juan Negrín). Perdida la guerra, se exilió en Francia y renunció a la presidencia (1939).
Niceto Alcalá Zamora
(Priego, Córdoba, 1877 - Buenos Aires, 1949) Político español, primer presidente de la Segunda República. Niceto Alcalá Zamora participó en la política de la Restauración desde las filas del Partido Liberal, llegando a ser ministro de Fomento (1917-18) y de la Guerra (1922-23) en dos de los gabinetes presididos por Manuel García Prieto.
Su oposición a la dictadura de Miguel Primo de Rivera le llevó a declararse partidario de la República en 1930, a participar en el Pacto de San Sebastián para derrocar a la monarquía y a presidir el gobierno provisional que se hizo cargo del poder tras la renuncia de Alfonso XIII, el 14 de abril de 1931.
Su presencia en aquel gobierno representaba la adhesión al régimen republicano de sectores conservadores, católicos y de clase media. Pero pronto entró en conflicto con los dirigentes republicanos más avanzados: discrepó sobre todo de la regulación constitucional de las relaciones Iglesia-Estado, hasta el punto de dimitir y ceder la jefatura del gobierno a Manuel Azaña.
No obstante, fue elegido presidente de la República, cargo que ejerció durante cinco años con lealtad a la Constitución; durante el primer bienio entró en conflicto con las predominantes fuerzas de izquierdas; pero no fue mucho mejor su relación con los partidos de derechas que triunfaron en las elecciones de 1933 (enfrentamiento con José María Gil Robles, indulto al general golpista José Sanjurjocontra el parecer del gobierno...).
Tras las elecciones de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular, Alcalá Zamora acabó por ser depuesto como presidente, al haber rebasado el número de disoluciones de las Cortes autorizado por la Constitución en un solo mandato presidencial; una vez más, Manuel Azaña fue el encargado de sucederle. Niceto Alcalá Zamora se exilió en París y, más tarde, en Buenos Aires.
En el balance de su actuación política hay que destacar la voluntad de integración que demostró, aceptando lealmente el juego democrático desde posiciones conservadoras; su aspiración de promover una gran opción política de centro que facilitara el consenso estaba condenada al fracaso en una época de tensiones sociales y políticas tan graves como las que acabaron conduciendo (tres meses después de su destitución) a la Guerra Civil, y, tras la derrota de la República, a la dictadura de Francisco Franco.
Famoso por su elocuencia parlamentaria desde las Cortes de la Restauración, Alcalá Zamora fue miembro de la Real Academia Española y dejó una abundante obra escrita; algunos de sus títulos más destacados son Tres años de experiencia constitucional, Los defectos de la Constitución de 1931 e Inventario objetivo de cinco años de República.
José María Gil Robles
(José María Gil Robles y Quiñones; Salamanca, 1898 - Madrid, 1980) Político español. Tras licenciarse en derecho por la Universidad de Salamanca (1919), se integró en la redacción del periódico madrileño El Debate, órgano de la opinión católica y conservadora más militante (1922). Se inició en la política bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-30), colaborando con el ministro José Calvo Sotelo en la redacción del Estatuto Municipal.
Tras la caída de la Dictadura y la proclamación de la Segunda República (1931), consiguió un acta de diputado en las Cortes constituyentes. En aquel mismo año alcanzó el liderazgo del partido Acción Popular, desde el cual participó en la oposición a las reformas del gobierno de Manuel Azaña.
José María Gil Robles
En 1933 consiguió formar alrededor de su partido una gran coalición conservadora, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que resultó el partido más votado en las elecciones de aquel año. Erigido en árbitro de la situación política, en 1934 consiguió tres carteras ministeriales para la CEDA en el gobierno de coalición de las derechas, lo cual provocó el estallido de la Revolución de Octubre, pues la izquierda veía en Gil Robles el representante español de la oleada de dictadores reaccionarios que se estaba adueñando de Europa (Benito Mussolini, Adolf Hitler, Engelbert Dollfuss...).
Reprimida la revolución de 1934 por el Ejército, al año siguiente la CEDA obtuvo cinco carteras en el Gobierno, con Gil Robles como ministro de la Guerra; desde ese puesto se dispuso a desmontar la obra reformadora del primer bienio republicano, pero un escándalo político (el caso del estraperlo) lo impidió, al romper la coalición en aquel mismo año.
Al no ser llamado a formar gobierno por el presidente Niceto Alcalá Zamora, como él esperaba, Gil Robles se inclinó ya decididamente por la opción de un golpe militar para tomar el poder, aunque el golpe no fraguó entonces porque lo consideraron prematuro los militares con los que Gil Robles estaba en contacto (como Emilio Mola o Francisco Franco). En las elecciones celebradas en 1936 se dio un retroceso importante de la CEDA, paralelo al triunfo de las fuerzas de izquierdas agrupadas en el Frente Popular.
Al producirse finalmente el golpe militar en el verano de aquel año, Gil Robles prefirió salir de España y desarrolló una campaña de apoyo a los sublevados desde Portugal. Tras el triunfo en la Guerra Civil (1936-39) del bando de Francisco Franco, que no le reservó papel político alguno, Gil Robles se integró en el consejo del pretendiente monárquico don Juan de Borbón y Battenberg.
En 1953 regresó a España e intentó formar un movimiento demócrata-cristiano (1953); expulsado de nuevo en 1962, no pudo volver a la política activa hasta la muerte del dictador, en 1975. Participó entonces en la formación de la Federación Demócrata Cristiana, con la que se presentó a las elecciones de 1977, en las que fracasaron tanto él como su opción política.
Alejandro Lerroux
(Alejandro Lerroux García; La Rambla, Córdoba, 1864 - Madrid, 1949) Político español. Militó desde joven en las filas del republicanismo radical, como seguidor de Manuel Ruiz Zorrilla. Practicó un estilo periodístico demagógico y agresivo en las diversas publicaciones que dirigió (El País, El Progreso, El Intransigente y El Radical). Su discurso populista y anticlerical, así como la intervención en diversas campañas contra los gobiernos de la Restauración, le hicieron muy popular en los medios obreros de Barcelona, que acabaron constituyendo la base de un electorado fiel.
Fue elegido diputado por primera vez en 1901; y de nuevo en 1903 y 1905, en las candidaturas de la Unión Republicana que había contribuido a formar junto con Nicolás Salmerón. La defección de éste hacia la coalición Solidaridad Catalana en 1906 llevó a Lerroux a separarse, formando el Partido Republicano Radical (1908) y encabezando la lucha contra el creciente nacionalismo catalán.
Alejandro Lerroux hubo de exiliarse en varias ocasiones, primero para escapar a la condena dictada por uno de sus artículos (1907) y más tarde huyendo de la represión gubernamental por la Semana Trágica de Barcelona (1909). De vuelta a España, aceptó entrar en la Conjunción Republicano-Socialista, con la que volvió a ser elegido diputado en 1910. Desde entonces se vio envuelto en una serie de escándalos y acusaciones de corrupción que le alejaron de su electorado barcelonés, hasta el punto de que hubo de cambiar de distrito, presentándose por Córdoba en 1914.
Bajo la dictadura de Primo de Rivera (1923-30) su partido se vio debilitado por la escisión de los Radical-Socialistas de Marcelino Domingo (1929). No obstante, continuó en la política activa, participando en el comité revolucionario que preparó el derrocamiento de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República en 1931.
Bajo el régimen republicano, Alejandro Lerroux desempeñó un papel político de primera fila. Formó parte de la coalición de izquierdas que sostuvo las reformas del gobierno de Manuel Azaña durante el primer bienio (1931-33), en el que participó personalmente como ministro de Estado (1931). Pero fue derivando hacia posturas de derechas que le acercaron a la oposición, pasando en 1933-36 a formar parte de la mayoría conservadora que accedió al poder; fue tres veces presidente del gobierno entre 1933 y 1935 y ocupó carteras ministeriales tan destacadas como la de Guerra (1934) y la de Estado (1935).
Tras señalarse en la represión del intento de revolución obrera de 1934, Lerroux quedó de nuevo desacreditado ante la opinión pública por el escándalo del estraperlo (un caso de corrupción ligado al negocio del juego), que acabó por romper su alianza con la derecha y deteriorar incluso su posición dentro del partido. En las elecciones de 1936 ni siquiera salió elegido diputado y, cuando aquel mismo año estalló la Guerra Civil (1936-39), prefirió ponerse a salvo en Portugal. Regresó a España en 1947.
José Sanjurjo
(José Sanjurjo y Sacanell; Pamplona, 1872 - Estoril, Portugal, 1936) Militar español. Huérfano de un coronel carlista, siguió la carrera militar y recibió destinos en Cuba (1894-98) y Marruecos (1898-1921). Ascendió por méritos de guerra hasta el generalato en 1921, año en que fue nombrado gobernador militar de Zaragoza.
Desde allí secundó el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera (1923), con cuya dictadura colaboró estrechamente. Como comandante general de Melilla preparó el desembarco de Alhucemas (1925), que acabó con la insurrección de Abd-el-Krim, consolidó el protectorado español en Marruecos y proporcionó a la dictadura uno de sus mayores éxitos. Su labor al frente del ejército de Marruecos le proporcionó ascensos, condecoraciones, un título nobiliario (marqués del Rif, en 1927) y un prestigio incontestado entre los jóvenes oficiales africanistas.
Al proclamarse la Segunda República (1931), aceptó el cargo de director de la Guardia Civil, del que fue destituido por sus excesos en la represión contra movimientos obreros como el de Arnedo (Logroño) en 1932. Pasó entonces a dirigir el Cuerpo de Carabineros; pero la derecha instrumentalizó este cambio presentándolo como una discriminación sectaria del gobierno de Manuel Azaña.
Desde luego, Sanjurjo no simpatizaba ni con la orientación izquierdista del gobierno ni con el carácter democrático del régimen republicano, como demostró encabezando un intento de golpe de Estado en Sevilla, que fracasó (1932); aquella intentona reafirmó la voluntad reformista de las autoridades republicanas, decidiéndolas a aprobar poco después la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de autonomía de Cataluña.
En cuanto a Sanjurjo, la pena de muerte le fue conmutada por la de cadena perpetua; pero apenas había empezado a cumplirla cuando fue excarcelado por el gobierno de derechas que salió de las elecciones de 1933. Partió al destierro en Portugal (1934), donde pudo conspirar contra la República con total libertad.
Convertido en un símbolo para los militares reaccionarios descontentos con el triunfo electoral de la izquierda en 1936, fue reconocido como jefe por Emilio Mola, Francisco Franco y los demás conspiradores que prepararon el alzamiento del mes de julio. Murió en un accidente de aviación cuando se disponía a viajar a Burgos para asumir la jefatura del Estado que le ofrecían los sublevados.
Emilio Mola Vidal
Militar español instigador del golpe de Estado que dio lugar a la Guerra Civil española de 1936-39 (Placetas, Cuba, 1887 - Castil de Peones, Burgos, 1937). Ingresó en el ejército por tradición familiar en 1904. La mayor parte de su carrera la hizo en Marruecos, en donde fue herido varias veces y ascendió por méritos de guerra hasta el grado de general (1927).
El gobierno del general Dámaso Berenguer le nombró director general de Seguridad (1930-31), puesto desde el cual organizó una dura represión contra los movimientos estudiantiles y republicanos. No obstante, los republicanos no tomaron represalias contra él tras tomar el poder y proclamar la Segunda República en 1931. En 1932 fue separado del ejército como sospechoso de connivencia con el fallido golpe de Estado del general José Sanjurjo; pero un posterior gobierno de la derecha (con Alejandro Lerroux y José María Gil Robles) le amnistió (1934) y le nombró jefe de la Alta Comisaría de Marruecos (1935).
A raíz del triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, empezó a conspirar con los militares más reaccionarios y dispuestos a dar un golpe contra el régimen democrático, como Francisco Franco, José Enrique Varela, Manuel Goded, Alfredo Kindelán, José Sanjurjo, etc. Desde Pamplona, adonde había sido destinado por el nuevo gobierno, trazó el plan para el golpe de Estado y dirigió su ejecución en julio de 1936; pero el golpe fracasó ante la resistencia de las organizaciones republicanas en buena parte del territorio.
Los sublevados decidieron continuar con su ataque contra la República, iniciándose una larga guerra civil, en la que Mola asumió el mando del ejército del Norte; pero murió en un accidente de aviación, permitiendo que fuera Francisco Franco el que se hiciera con la jefatura del bando rebelde.
Francisco Franco Bahamonde
(El Ferrol, 1892 - Madrid, 1975) Militar y dictador español. Tras participar en el fallido golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y liderar la victoria de las fuerzas sublevadas contra la Segunda República en la subsiguiente Guerra Civil (1936-1939), instauró una dictadura con reminiscencias fascistoides que perduró hasta su muerte y que daría nombre a todo un periodo de la historia moderna de España: el franquismo (1939-1975).
Nacido en una familia de clase media de tradición marinera, Francisco Franco eligió la carrera militar, terminando en 1910 sus estudios en la Academia de Infantería de Toledo. Ascendió rápidamente en el escalafón por méritos de guerra, aprovechando la situación bélica de Marruecos, en donde permaneció destinado entre 1912 y 1926, con breves interrupciones: en 1923 era ya jefe de la Legión, y en 1926 se convirtió en el general más joven de Europa.
La brillante carrera de Francisco Franco continuó bajo distintos regímenes políticos: con la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) llegó a dirigir la Academia General Militar de Zaragoza (1928); con la Segunda República (1931-1936) participó en la represión de la Revolución de Asturias (1934), fue comandante en jefe del ejército español en Marruecos (1935) y jefe del Estado Mayor Central (1936). El gobierno del Frente Popular lo alejó a la Comandancia de Canarias, puesto que ocupaba al estallar la Guerra Civil española.
De ideas conservadoras, Franco valoraba sobre todo el orden y la autoridad. Desconfiaba del régimen parlamentario, del liberalismo y de la democracia, a los que creía causantes de la «decadencia» de España en el siglo XX; su postura era representativa del grupo de militares «africanistas» que veían en el ejército la quintaesencia del patriotismo y la garantía de la unidad nacional.
Por tales razones Franco se sumó, aunque a última hora, a la conspiración preparada por varios militares para sublevarse contra la República en julio de 1936. El «Alzamiento Nacional» (eufemismo propagandístico con el que los generales insurgentes bautizaron el golpe de Estado) comenzó el día 17 de julio en la península y el 18 de julio en África, donde se hallaba Franco, razón por la que el régimen identificó más tarde esta última fecha como su momento fundacional.
El fracaso de la tentativa golpista en la capital y en buena parte del territorio nacional dio lugar a la Guerra Civil española, que duraría tres años (1936-1939) y llevaría a Franco al poder. Tras pasar el estrecho de Gibraltar al frente del ejército de África, Franco avanzó por la península hacia el norte. El 1 de octubre de 1936, sus compañeros de armas, reunidos en una Junta de Defensa Nacional en Burgos, le eligieron jefe político y militar del bando sublevado.
Franco dirigió la guerra con criterios conservadores, muy alejados de la guerra rápida que propugnaban las doctrinas estratégicas modernas. La unidad impuesta en su bando contrastaba con los enfrentamientos que desangraban al bando leal a la República; la disciplina y la profesionalidad de sus fuerzas, con la politización y el voluntarismo de los milicianos republicanos. La ayuda militar que prestaron la Alemania nazi y la Italia fascista también contribuyó a la victoria final de Franco (1 de abril de 1939).
Terminada la Guerra Civil, Franco impuso en España un régimen de nuevo cuño, inicialmente alineado con el nazismo de Hitler y el fascismo de Mussolini, que eran sus aliados e inspiradores. A pesar de ello, no comprometió del todo a España en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pues, dada la debilidad en que se encontraba el país, no consiguió de Hitler las desmesuradas compensaciones que pretendía por su apoyo (entrevista de Hendaya); tan sólo envió tropas voluntarias a combatir junto a los alemanes contra la Unión Soviética (la División Azul). Finalizada la conflagración mundial con la derrota de las fuerzas del Eje, aliadas de Franco, su régimen sufrió un cierto aislamiento diplomático, pero consiguió sostenerse, rentabilizando su anticomunismo radical en el contexto de la «guerra fría».
En lo político, Franco instauró desde el principio una dictadura personal de carácter autoritario, sin una ideología definida más allá de su carácter confesional (católico integrista), unitario y centralista (contra toda autonomía regional o reconocimiento de peculiaridades culturales) y claramente reaccionario y conservador (los partidos y los sindicatos de clase fueron prohibidos). Copió de sus modelos fascistas la idea de una jefatura carismática unipersonal (con el apelativo de «Caudillo»), de un partido único (el Movimiento Nacional) y de un vago corporativismo (sindicatos verticales). La represión de la oposición fue feroz (con unos sesenta mil ejecutados sólo entre 1939 y 1945, continuando las ejecuciones políticas hasta 1975).
En lo económico, optó por una política de autarquía que hundió a España en el estancamiento y el atraso, en contraste con la recuperación que vivía el resto de Europa; sin embargo, la necesidad de homologarse con los países occidentales y de reforzar la alianza con Estados Unidos le llevó a una progresiva liberalización económica a partir del Plan de Estabilización de 1959. Los años sesenta (con los «planes de desarrollo» y la influencia política del Opus Dei, ultraconservadora congregación católica) fueron de rápido crecimiento económico, industrialización, apertura y urbanización. Las mejoras materiales facilitaron el mantenimiento de Franco en el poder, a pesar del creciente anacronismo de su régimen; pero también produjeron cambios sociales que hicieron inviable su continuidad una vez muerto el general.
Desde 1969 Francisco Franco había institucionalizado como sucesor al príncipe Juan Carlos I, nieto del último rey de España (Alfonso XIII); tal previsión sucesoria se cumplió tras la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, pero no fue acompañada de una continuidad política, ya que, sin romper con la legalidad vigente, el nuevo monarca promovió una transición pacífica a la democracia.
LECTURAS DE AMPLIACIÓN
LECTURA 1: FRANCO, EL GRAN SECUNDARIO PINCHA AQUÍ
LECTURA 2: FRANCO, DE GENERAL A CAUDILLO PINCHA AQUÍ
LECTURA 3: LOS CATALANES DE FRANCO PINCHA AQUÍ
LECTURA 4: GUERRA CIVIL, CAMINO AL DESASTRE PINCHA AQUÍ
LECTURA 5: GUERRA CIVIL, VIVIR, LA GUERRA PINCHA AQUÍ
ACTIVIDADES INTERACTIVAS
Para hacer actividades interactivas:
VÍDEOS
LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (La Cuna de Halicarnaso)
LA SEGUNDA REPÚBLICA (La cuna de Halicarnaso)
La Guerra Civil española (La cuna de Halicarnaso)
España en el primer tercio del siglo XX (Lecciones de Historia)
Reyes de España: Alfonso XIII (Canal documentales)
Semana Trágica de Barcelona (Manuel Torres Mocha)
Dictadura Miguel Primo de Rivera (Profesora Guiomar)
La Segunda República (Memoria de Pez)
La Guerra Civil (Memoria de pez)
La Guerra Civil (Academia Play)