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Tipos de empresas
¿Qué forma jurídica es la más conveniente para mi negocio? Esta es una de las primeras preguntas que debe resolver el emprendedor, y en España no resulta sencilla de responder por el gran número de variantes que la actual legislación contempla.
Sin duda, es una decisión para la que hay que contar la opinión de un experto. Pero para arrojar luz a las primeras deliberaciones, resumimos los puntos más importantes de cada una de ellas, haciendo especial hincapié en la inversión inicial y en las responsabilidades jurídicas y sobre el patrimonio que conllevan. Vamos a ello, que hay mucho que contar:
Empresario individual (autónomo): un socio
Es la persona física que realiza de forma habitual, personal, directa, por cuenta propia y fuera del ámbito de dirección y organización de otra persona, una actividad económica o profesional a título lucrativo. Puede tener o no trabajadores por cuenta ajena a su cargo. Su fiscalidad se regula principalmente a través del impuesto del IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas).
Capital inicial: no se requiere ninguno.
Responsabilidad: el socio único es responsable con todos sus bienes. Si el empresario está casado, la responsabilidad derivada de su actividad podría alcanzar a su cónyuge, por lo que para conocer la situación se debe tener en cuenta el régimen económico que rige la unión y la propia naturaleza de los bienes.
Emprendedor de responsabilidad limitada: un socio
Es una de las novedades de la Ley de Emprendedores. Sería la persona física que, con limitación de responsabilidad bajo determinadas condiciones, realiza de forma habitual, personal, directa, por cuenta propia, una actividad económica o profesional lucrativa, con o sin trabajadores por cuenta ajena a su cargo.
Capital inicial: no se requiere.
Responsabilidad: aquí radica su principal novedad, ya que esta fórmula permite a los profesionales autónomos no tener que responder con su patrimonio personal a las posibles deudas generadas por su actividad, por ejemplo, con su vivienda habitual. Sin embargo, en la práctica esta restricción está sujeta a varios condicionantes que se deben conocer, como por ejemplo, que el valor de la vivienda no sea superior a los 300.000 euros. Sin duda, la consecución del objetivo por la que se creó, es mejorable.
Comunidad de bienes: mínimo dos socios
Es la fórmula más adecuada cuando la propiedad de un bien o derecho pertenece proindiviso a varias personas y forma parte de una actividad empresarial realizada en común, por ejemplo, el alquiler de viviendas y locales. La comunidad de bienes no tributa por las rentas obtenidas, sino que éstas se atribuyen a los comuneros que las liquidan por IRPF o el Impuesto de Sociedades, principalmente.
Capital inicial: no existe mínimo legal.
Responsabilidad: es ilimitada frente a terceros.
Sociedad Civil: mínimo dos socios
Se trata de un contrato por el que dos o más personas ponen en común capital con propósito de repartir entre sí las ganancias. Su tributación debe ser en el Impuesto de Sociedades cuando tienen un objetivo mercantil, y cuando no es así se atribuyen al régimen al que se acoja cada uno de sus socios (IRPF, Impuesto sobre Sociedades, etc.).
Capital inicial: Sin mínimo legal
Responsabilidad: Es ilimitada
Sociedad Colectiva: mínimo dos socios
Sociedad mercantil de carácter personalista, en la que todos los socios, en nombre colectivo y bajo una razón social, se comprometen a participar en la proporción que establezcan, de los mismos derechos y obligaciones.
Capital inicial: sin mínimo legal.
Responsabilidad: ilimitada de todos los socios, que responden de forma solidaria entre ellos y subsidiaria respecto a la sociedad de todas sus deudas.
Sociedad Comanditaria Simple (SenC): mínimo dos socios
Sociedad mercantil de tipo personalista. Su peculiaridad es la existencia de socios colectivos que aportan capital y trabajo y responden subsidiaria, personal y solidariamente de las deudas sociales, y de socios comanditarios, que solamente aportan capital, limitando su responsabilidad a esta aportación.
Capital inicial: no existe mínimo legal.
Responsabilidad: la de los socios colectivos es ilimitada. Socios comanditarios, limitada.
Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL o SL): mínimo un socio
Muy utilizada por el pequeño empresario. Es el tipo de sociedad mercantil más popular, porque evita responder con el patrimonio personal. Divide su capital social en participaciones, que son indivisibles y acumulables. De este modo, está integrada por las aportaciones de todos los socios.
Capital inicial: mínimo 3.000 €.
Responsabilidad: limitada al capital aportado.
Sociedad Limitada de Formación Sucesiva (SLFS): mínimo un socio
También de nuevo cuño, su objetivo es abaratar la formación inicial de la sociedad al no exigirse ningún desembolso previo. Por lo demás esta sociedad mercantil cuenta con un régimen idéntico a la Sociedad de Responsabilidad Limitada, excepto ciertas obligaciones para garantizar la protección de terceros, lo que incluye límites en las retribuciones de socios y administradores o responsabilidad solidaria en caso de liquidación.
Capital inicial: sin mínimo legal.
Responsabilidad: limitada al capital aportado.
Sociedad Limitada Nueva Empresa (SLNE): de uno a cinco socios
Otra variante de la Sociedad Limitada, pensada para una puesta en marcha ágil de pequeños proyectos y totalmente telemática. Sin embargo, desde su creación en 2003 no ha atraído al emprendedor como se pensaba.
Capital inicial: de 3.000 a 120.000 €.
Responsabilidad: limitada al capital aportado en la sociedad.
Sociedad Anónima (SA): mínimo un socio
Es la sociedad mercantil de los proyectos más ambiciosos y no está muy presente en el territorio de la pequeña empresa. Su capital social, dividido en acciones, está integrado por las aportaciones de los socios. Su fiscalidad se rige por el Impuesto de Sociedades.
Capital inicial: mínimo 60.000 €.
Responsabilidad: limitada al capital aportado.
Sociedad Comanditaria por Acciones (SCom): mínimo dos socios
Su capital social se divide en acciones formadas por las aportaciones de los socios. Uno de los socios debe asumir la administración de la sociedad, respondiendo personalmente de las deudas sociales como socio colectivo.
Capital inicial: mínimo 60.000 €.
Responsabilidad: del socio colectivo, ilimitada. Del comanditario, limitada a su aportación.
Sociedad de Responsabilidad Limitada Laboral (SLL): mínimo dos socios
Una fórmula poco utilizada, pese a ajustarse a proyectos cooperativos. Su principal característica es que al menos el 51% del capital social es propiedad de los trabajadores que prestan en ella servicios retribuidos de forma personal y directa, y con una relación laboral indefinida.
Capital inicial: mínimo 3.000 €.
Responsabilidad: limitada al capital aportado.
Sociedad Anónima Laboral (SAL): mínimo dos socios
Como en la SLL, la mayoría del capital social es propiedad de los trabajadores que prestan en ella servicio retribuido y personal con carácter indefinido, si bien en este caso su fórmula es más adecuada para proyectos con mayores perspectivas de crecimiento.
Capital inicial: mínimo 60.000 €.
Responsabilidad: limitada al capital aportado.
Sociedad Cooperativa (SCoop): mínimo tres para cooperativa de primer grado
Con menor presencia que en otros países de nuestro entorno, pese a ofrecer menor mortalidad empresarial que otras fórmulas y contar con mayores beneficios fiscales. Es la constituida por las personas que se asocian, en régimen de libre adhesión y baja voluntaria, para realizar actividades empresariales encaminadas a satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas y sociales, con estructura y funcionamiento democrático. Tributa en el régimen especial del Impuesto sobre Sociedades.
Capital inicial: mínimo fijado en los estatutos.
Responsabilidad: limitada al capital aportado en la sociedad.
Sociedad Cooperativa de Trabajo Asociado (CTA): mínimo tres socios
Otro de los modelos que integra los objetivos económicos y sociales del proyecto. En este caso, la CTA se constituye por personas que tienen por objetivo proporcionar a sus socios puestos de trabajo a tiempo parcial o completo, a través de la organización en común de la producción de bienes o servicios a terceros.
Capital inicial: mínimo fijado en los estatutos.
Responsabilidad: limitada al capital aportado en la sociedad.
Sociedades Profesionales: mínimo un socio
Activas desde 2007, se crearon para el ejercicio en común de una actividad profesional. Tratan de ofrecer una seguridad jurídica y un régimen específico que sirve de garantía para los clientes y usuarios. Son sociedades de capital que pueden constituirse como limitadas o anónimas, y están sujetas a especiales requerimientos como que el 75% del capital, del derecho al voto y del patrimonio social esté en posesión de los socios profesionales.
Capital inicial: según forma social que adopte, limitada o anónima.
Responsabilidad: limitada al capital aportado en la sociedad.
Sociedad Agraria de Transformación (SAT): mínimo tres socios
Diseñada para proyectos que fomenten mejoras en el medio rural. Se trata de sociedades civiles con finalidad económica y social en orden a la producción, transformación y comercialización de productos agrícolas, ganaderos o forestales.
Capital inicial: según la forma social que adopte, limitada o anónima.
Responsabilidad: de las deudas sociales responderá, en primer lugar, el patrimonio social, y subsidiariamente, los socios de forma mancomunada e ilimitada (salvo que por estatutos se haya limitado responsabilidad).
Fuente: www.contunegocio.es
Las 4 revoluciones industriales y el progreso
La primera revolución industrial (Inglaterra 1786), llevó cambios radicales a los medios de producción al incorporar instrumentos mecánicos de tracción -hidráulicos y a vapor- el telar mecánico y la locomotora.
Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial ocurrió la segunda revolución en Inglaterra, Europa Occidental, EEUU y Japón, siendo desarrollados la electricidad, el bombillo eléctrico, el radio trasmisor, el automóvil de combustión interna e iniciadas muchas industrias. La tercera, llamada revolución de los elementos inteligentes, surgió en los últimos 30 años del siglo XX e impulsó la aviación, la era espacial, la energía atómica, la cibernética, los ordenadores personales y la tecnología de la información para automatizar la producción, el Internet.
“Dominando la Cuarta Revolución Industrial” fue el objetivo del Foro Económico Mundial 2016, al que asistieron unas 2.500 personas, entre jefes de Estados, empresarios, académicos, representantes de organismos internacionales, sociedad civil. El “XI Informe de Riesgos Globales 2016”, preparado para el Foro, consideró como retos significativos: la mitigación y adaptación del cambio climático; el control de armas de destrucción masiva; la crisis del agua; el desempleo; migraciones involuntarias a gran escala; alza de precios en energía; falta de gobernabilidad y corrupción; evasiones fiscales; debacles bancarias; burbujas de activos y ataques cibernéticos.
La cuarta revolución es descrita como la aplicación del Internet a la industria en el manejo de los productos, usándose la digitalización, la Tecnología de la Información (TI), y dispositivos inteligentes, conectando redes, comunicando máquinas, adaptando servicios a los clientes en cualquier parte del mundo. Naciones Unidas informó que existen 3.200 millones de usuarios Internet. Es la era de la innovación, utilizando tecnología de última generación, que está transformando la forma de producir, distribuir y consumir bienes/servicios. Y la logística y suministro de productos basada en: impresión en 3D, robotización en producción y almacenamiento y distribución con drones.
Las revoluciones industriales han incluido progresos significativos en la ciencia, agricultura, ganadería, industria, finanzas, mega proyectos, y generado eventos que cambiaron el estilo de vida y forma de trabajo de las comunidades. En el campo fueron destruidas reservas ecológicas, y miles de personas despojadas de sus tierras y forzadas a vivir en ciudades con industrias desconocidas. En los próximos 5 años se perderán 7.1 millones de puestos de trabajo en las 15 economías más grandes del planeta, y surgirán 2 millones de plazas, que requerirán habilidades diferentes. En distintos sectores se acentuará el desplazamiento de trabajadores por dispositivos inteligentes, en particular en salud, energía y finanzas. Las tres habilidades principales consideradas en el Foro, para el entorno laboral de 2020 son: resolución de problemas complejos, capacidad de pensamiento crítico, y creatividad.
En los 230 años de revolución industrial las sociedades han vivido trasformaciones de todo tipo, siendo la medicina un ejemplo de su contribución a la sociedad: anestesia, rayos X, antibióticos, tranquilizantes, electrocardiogramas, ADN, vacunas, células madres. Pese a los avances, en términos generales, en varios países el uso de medicina preventiva y curativa es privilegio de personas con recursos financieros, o con seguros médicos generosos, o de Seguridad Social donde ésta ha sobrevivido.
En Nicaragua la consulta médica privada y el tratamiento por un mes (exámenes, laboratorio y medicinas) pueden costar hasta tres salarios mínimos.
A pesar de los aportes de las cuatro revoluciones industriales, la sociedad ha descuidado el desarrollo humano, la paz, la equidad y el bienestar social. Desde la primera han existido infinidad de conflictos bélicos, genocidios, revoluciones originadas por diferencias ideológicas, religiosas, raciales, con un saldo de millones de muertos, mutilados, ciudades destruidas, beneficiando a fabricantes de armas e industrias de avituallamiento militar; el crimen organizado se ha insertado a tal grado en los países que tienen hegemonía sobre los gobiernos constituidos; el tráfico de seres humanos, drogas, armas, son parte de un negocio multimillonario, en el que las sociedades parecen estar adormecidas sin responder proactivamente a resolver tal condición.
La ausencia de integridad y gobernabilidad en asuntos de gobierno y empresas privadas, donde los infractores son identificados, pocas veces arrestados y casi nunca sentenciados, conduce a la impunidad, provocando daños no sólo a las finanzas del país, sino a la sociedad en su conjunto. Esta manera de actuar es cotidiana, y está gestando una sociedad con una cultura activa en dolo y mala fe. Los sistemas judiciales están supeditados al poder ejecutivo, y contaminados por los acaudalados, condiciones que arriesgan las libertades constitucionales. La familia, fundamentada en valores, principios éticos y tradiciones, parece una figura de museo, irreconocible para viejas y nuevas generaciones.
La inequidad social, la desigualdad económica y el irrespeto a la dignidad de las personas, nos han encaminado al enriquecimiento de unos cuantos y a la miseria de la mayoría de la población: el 1% de la población mundial posee más riquezas que el 99%; los 62 individuos más ricos del mundo tienen más recursos que la mitad de la población (OXFAM International, 2016). Conforme la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (2015), la brecha entre ricos y pobres llegó al punto más álgido en países desarrollados y emergentes: el 10% de los más países ricos ahora tienen ingresos 9.6 veces superiores al 10% de los más pobres; en 1980 la relación era 7.1 veces.
El mundo tiene 1.600 millones de trabajadores con empleos estables; 1.500 millones, estacionarios; 115 millones de niños trabajando en condiciones peligrosas; 21 millones víctimas de trabajos forzados, y 621 millones sin trabajar ni estudiar. Para la OIT esta crisis ha sido provocada por la desaceleración de las economías, desigualdades y conflictos sociales. En su informe 2015, calculó 197.1 millones de desempleados (72 millones menores de 25 años). El Informe de Desarrollo Mundial 2013, del Banco Mundial, reportó la necesidad de crear 600 millones de nuevos empleos en 15 años. Dado que el sector privado provee el 85% de empleos, deberán diseñar e implantar, en conjunto con los gobiernos, políticas públicas eficientes y con equidad, que solventen las crisis de empleo y desempleo.
Fuente: www.confidencial.com.ni
El fordismo, la producción en cadena que puso en marcha Henry Ford
El fordismo apareció en el siglo XX promoviendo la especialización, la transformación del esquema industrial y la reducción de costos. Esto último, a diferencia del taylorismo, se logró no a costa del trabajador sino que a través de una estrategia de expansión del mercado. La razón es que si hay mayor volumen de unidades (debido a la tecnología de ensamblaje) y su costo es reducido (por la razón tiempo/ejecución) habrá un excedente que superaría numéricamente a la élite, tradicional y única consumidora de tecnologías en la modernidad. Aparece un obrero especializado con un status mayor al proletariado de la industrialización y también surge la clase media del modelo norteamericano que se transformará en la cara visible del arquetipo del american way.
La idea de sumar la producción en cadena a la producción de mercancías no sólo significó las transformaciones sociales antes mencionadas sino también transformaciones culturales que podemos resumir en la idea de cultura de masas o mass media. Como prototipo se puede hablar de la creación de automóviles en serie, luego esto giraría al aumento de las ciudades, autopistas y bienes como televisores, lavadoras, etc. Esto se entiende a través de la expansión interclasista del consumo que deviene en nuevos estímulos y códigos culturales mediados por el capital. También hay que advertir que el modelo madura bajo esquema económico del keynesianismo (que lleva al Estado de bienestar) lo que promueve un protagonismo histórico de las clases subordinadas y el amarre del capital a consideraciones sociales y de clase. Influido todo esto por el ascenso de los socialismos reales y el miedo a su expansión global por parte del liberalismo capitalista.
En resumen, podemos contar como elementos centrales del modelo fordista:
- Organización del trabajo diferenciada (aumento de la división del trabajo)
- Profundización del control de los tiempos productivos del obrero (vinculación tiempo/ejecución)
- Reducción de costos y aumento de la circulación de la mercancía (expansión interclasista de mercado) e interés en el aumento del poder adquisitivo de los asalariados (clases subalternas a la élite)
- Políticas de acuerdo entre obreros organizados (sindicato) y el capitalista
Crisis y caída del fordismo
El keynesianismo dirigió al fordismo hacia acuerdos sociales que permitieran un mayor nivel en la calidad de vida en la población históricamente diezmada y esclavizada. Sin embargo, los trabajadores no agrupados siguieron estando fuertemente excluidos, sobre todo en los países subdesarrollados. En América Latina este proceso se conoció como I.S.I. (Industrialización por sustitución de importaciones) y fue el proyecto industrial que intentó el subcontinente para lograr despegar de su condición periférica.
Los países que lograron desarrollar con relativo éxito este proceso fueron Argentina, Colombia, Chile, México y Uruguay. Cuando el sistema económico keynesiano y el sistema productivo fordista dan cuenta de un agotamiento estructural en los años 70, las miradas en la producción industrial comienzan a girar al modelo japonés (toyotismo); modelo que permitió llevar a la industria japonesa del subdesarrollo a la categoría de potencia mundial en sólo décadas.
La crisis mundial del mercado del petróleo en 1973 advierte la caída del modelo de bienestar (o keynesiano en otras regiones más liberales) lo que se hará mundialmente efectivo ocho años después con el proyecto neoliberal global impulsado por Estados Unidos e Inglaterra a principios de la década de los 80.
El Post-Fordismo
El Post-Fordismo es el sistema de producción que encontramos en la mayoría de los países industrializados actualmente. Se diferencia del fordismo, sistema de producción usado en las plantas automotrices de Henry Ford, en que en estos los trabajadores se encontraban en una estructura de producción en línea, y realizaban tareas repetitivas especializadas.
El Post-Fordismo se caracteriza por los siguientes atributos:
- Nuevas tecnologías de información
- Énfasis en los tipos de consumidor, en contraste con el previo énfasis en las clases sociales.
- Surgimiento de los servicios y trabajadores de ‘cuello blanco’.
- La feminización de la fuerza de trabajo.
- La globalización de los mercados financieros
Fuente: https://nocionesdeeconomiayempresa.wordpress.com
Las condiciones laborales de los obreros en el siglo XIX
El número de horas de trabajo de los obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas. Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana. En algunos países de Europa se tardaron décadas en conseguirlo.
Mujeres y niños constituían una buena parte de la mano de obra de la época de la Revolución Industrial. En el año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida por mujeres. En el inicio de la década de los años cincuenta, se sabe que trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y 15 años.
Los salarios eran muy bajos y muy ajustados para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los hombres. A partir de los años cincuenta, los salarios tendieron a subir, especialmente para los obreros cualificados, pero el nivel de vida de los trabajadores continuó siendo muy bajo.
En las zonas industriales se pensó que sería conveniente que las viviendas de los trabajadores estuvieran cerca de las fábricas. Así surgieron los barrios obreros, con edificios de dos o tres plantas al principio, pero que aumentaron progresivamente en altura y volumen, a la vez que se extendían por los suburbios de las principales ciudades. Los barrios obreros crecieron de forma desordenada, sin que los poderes municipales se preocupasen de atender a los servicios como eran el trazado ordenado de calles, alumbrado público, conducción de aguas, alcantarillas, basuras, etc. Las calles y patios estaban muy degradados por el amontonamiento de basuras y desperdicios. Al no haber desagües, las aguas sucias se estancaban. Esa situación, unida al hacinamiento y la mala ventilación, aumentaban el peligro de infecciones. El interior de las viviendas era muy pobre, con pocas habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas comunitarias.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se extendieron por Europa las conocidas como colonias industriales fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía en una gran mansión, los directivos ocupaban casas amplias y los obreros tenían pequeñas casas. También tenían iglesias, tiendas, escuelas y hasta cementerios, en algunos casos.
Las primeras etapas de la industrialización trajeron consigo unas pésimas condiciones de vida para los obreros, como hemos comprobado. A finales del siglo XIX su situación mejoró en cierta medida, en parte debido al descenso de los precios agrícolas y también gracias a las conquistas sociales, y a una mayor preocupación de los poderes por la situación de los obreros, temerosos de la fuerza del movimiento obrero.
En relación con la dieta, el alimento principal siguió siendo la harina en forma de pan o de gachas, y la patata, que se difundió de forma extraordinaria hacia la mitad del siglo XIX. El consumo de carne, frutas, verduras y pescado fue, en cambio siempre muy escaso. El gasto en vestidos era muy reducido. La indumentaria del trabajador se diferenciaba claramente de la de los burgueses: la blusa y la gorra eran elementos distintivos de los hombres; y un vestido largo, era el atuendo de las mujeres.
El centro de ocio de los obreros era la taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo. Este hecho, junto con las duras condiciones labores, tuvo mucho que ver con el alto grado de alcoholismo existente entre las clases trabajadoras. El movimiento obrero intentó mejorar el ocio de los obreros a través de nuevos centros como las casas del pueblo, donde además de reunirse para debatir sobre aspectos laborales y políticos, se podía encontrar una alternativa a la taberna con clases, charlas, teatro, biblioteca, etc..
Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea. @Montagut5
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