martes, 5 de enero de 2016

1º BACHILLERATO- LA II REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL IMPERIALISMO


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De la página web del profesor Francisco podéis pinchar en estos enlaces para saber más del imperialismo en África y Asia

http://www.profesorfrancisco.es/2009/11/imperialismo-colonial-en-africa.html

http://www.profesorfrancisco.es/2009/11/imperialismo-colonial-en-asia.html

INFORMACIÓN EXTRA
La conferencia de Berlín sirvió para repartirse África. Aquí debajo mucha información.


Colonización europea (siglos XIX y XX):
A partir del siglo XIX la mayor parte del continente africano pasó a incorporarse al flujo de la historia global en sólo tres generaciones. La ocupación europea fue extraordinariamente rápida. En 1879, el 90% del territorio todavía estaba gobernado por africanos. La proporción se había invertido en 1900. Y en 1914 las consecuencias de la ocupación alcanzaban ya a la mayoría de los africanos. Dos circunstancias técnicas hicieron posible la invasión relámpago. Primero, la utilización de la quinina como profilaxis contra el paludismo, enfermedad transmitida por mosquitos que hasta entonces mataba a la mitad de los europeos que residían en Africa. En segundo lugar, las nuevas armas de fuego, como el fusil de repetición y la artillería de campaña, que conferían a los europeos la posibilidad de intimidar y enfrentarse con éxito a ejércitos más numerosos. El repentino interés por el continente vino determinado por la unificación alemana e italiana. Tras la guerra franco-prusiana de 1870, en la que Francia resultó derrotada, el escenario de la rivalidad europea se trasladó a Africa, donde Alemania dio batalla diplomática para controlar a sus rivales y tenerlos ocupados lejos de sus fronteras.
   
Reparto de territorios:
El trazado de las zonas de influencia se realizó sobre un mapa recién dibujado con los datos aportados por los exploradores. Las bases del reparto se sentaron en la conferencia de Berlín, celebrada entre 1884 y 1885 con el pretexto de acabar con el comercio de esclavos. Así se abrió una etapa que no se cerró hasta bien entrado el siglo XX. La reclamación de territorios tenía que refrendarse con pruebas de una ocupación real y por todas partes salieron pequeñas expediciones en busca de convenios con las autoridades locales, recurriendo al enfrentamiento sólo en casos extremos. Los protagonistas de esta primera fase de la colonización fueron, además de los militares, los misioneros y los comerciantes. Un primer reparto quedó configurado en 1914. Sobre el mapa, los territorios franceses, ingleses, alemanes, portugueses y belgas parecían fruto de un juego de estrategia. Pese a su arbitrariedad, buena parte de las fronteras así trazadas se han conservado, aun a costa de intensos conflictos. Tras la ocupación teórica, disminuyó la actividad europea en Africa, sobre todo allí donde las expectativas de beneficio inmediato eran escasas. Los franceses adaptaron sus propias formas organizativas, mientras que los ingleses aprovecharon las relaciones de poder establecidas a través del llamado gobierno indirecto. El número de funcionarios por habitante era mucho mayor en el sistema francés. En cualquier caso, esos primeros gobiernos coloniales se limitaron a ejercer sus funciones al menor costo posible: mantener el orden, recaudar impuestos, obligar al trabajo y administrar la ley. En esta época, la economía dependía de la iniciativa de empresas particulares.
    La historia de las relaciones de Africa con los países del Oeste ha sido una historia de pillaje; pillaje de la mano de obra africana, de sus recursos minerales y agrícolas y de su tierra. Aunque ya no existe la esclavitud directa, los tres factores dinámicos respecto de los cuales se originan las luchas que han de decidir el destino de Africa siguen siendo la fuerza de trabajo, los recursos naturales y la tierra. (J.Woods)
Excepción etíope por la derrota militar de Italia:
Los planes de expansión italianos en Etiopía tropezaron con la capacidad de organización de Menelik II (1895), que se desvió del papel que Italia pretendía asignarle. Su ocupación de las regiones de Tigrè y Amhara (1889) contaban con el beneplácito de Italia, pero su poder posterior se convirtió en un serio riesgo. Fue Menelik, proclamado emperador, el que concedió a Italia el control de Eritrea. Las discrepancias en la traducción del tratado de Uccialli, en el que la versión italiana establecía el protectorado sobre Etiopía, acabó generando un gran levantamiento que logró movilizar una fuerza de 100.000 independentistas. Tras la sonada derrota italiana en Adua, según lo establecido en el Tratado de Addis Abeba, firmado el 26 de octubre de 1896, los italianos reconocieron la independencia de Etiopía y ésta, a su vez, reconoció a Eritrea como una colonia italiana, lo que provocó numerosos conflictos posteriormente. Varias potencias europeas se apresuraron a establecer relaciones diplomáticas con Etiopía, que se convirtió en el único Estado africano que conservó su independencia durante el reparto de África de la era colonial.

Cultivos:
Algunas zonas se convirtieron en productores especializados, como el cacao en Costa de Oro o el aceite de palma en el Congo Belga. En el este y en el sur florecieron las grandes granjas agrícolas y ganaderas. El ferrocarril, que reducía los costes de transporte en un 95%, también significó un fuerte impulso económico allí donde se construyó. Otra gran fuente de riqueza para los europeos fue la explotación de minerales: diamantes en Suráfrica, oro en Rodesia y Ghana, estaño en Nigeria... Tras la Primera Guerra Mundial, los territorios alemanes en Africa se repartieron entre Francia, Inglaterra y Bélgica bajo la supervisión de la recién creada Sociedad de Naciones. Por su parte, la situación de los colonizados mejoró algo al ser objeto de mayor atención, así como por el progreso general de la medicina: entre 1920 y 1950 la población pasó de 142 a 200 millones de habitantes. La introducción de los vehículos a motor en los años veinte, en especial camiones, aumentó la movilidad de la gente y las mercancías. Sin embargo el abandono del medio rural y el crecimiento de las ciudades fue una tendencia de resultados contradictorios. Los perfiles concretos de la experiencia colonial variaron mucho según las zonas. En los dominios portugueses, el trabajo forzoso hacía que la vida de angoleños y mozambiqueños se diferenciara poco de la esclavitud, mientras que en otras regiones la agricultura extensiva proletarizó a la población, con el agravante de que se acapararon las mejores tierras de labor para esos cultivos de exportación. Por otro lado, el arraigo de los europeos en países como Argelia, Kenia, o Rodesia empeoraría las cosas llegada la hora de la descolonización. (Javier Rubio)
Alegoría ilustrando un mapaLa Conferencia de Berlín y el reparto colonial (1885-1919). Por Julia García Moreno:
Los mandatos. Los sistemas coloniales europeos.
La Conferencia de Berlín y el reparto colonial de África. La creciente actividad colonial desplegada por viajes y exploraciones, descubrimientos y ocupaciones de territorios africanos, antes de 1884, que incrementan las presencias imperialistas europeas sobre toda África y provocan una serie de rivalidades y enfrentamientos entre los países europeos, crean en la conciencia y en los intereses internacionales, junto a otros factores, la idea de la necesidad de la celebración de una conferencia general que tratara sobre la compleja situación creada en África. En vísperas de la convocatoria de la Conferencia de Berlín, de la que salen las normas sobre el definitivo reparto colonial de África, a la situación ya existente desde años atrás, se unieron nuevos hechos y circunstancias que influyeron en el proceso que llevó a la celebración de tal conferencia. Por entonces, la distribución colonial no había completado aún la ocupación total del continente y la acción se localizaba en torno a varios puntos y áreas concretas.
La Conferencia de Berlín:
En el conjunto del panorama geopolítico africano se plantean un par de cuestiones concretas que centran las rivalidades de los colonialismos europeos y que influyen en las actitudes y decisiones de la conferencia. Por un lado, se trata de la cuestión de la soberanía territorial y de los países que podían tener derechos históricos, en principios, a ocupar los territorios interiores por su permanente establecimiento, dividiéndose los países en dos grupos de opinión: las potencias ya con colonias en las costas de África que reivindican su derecho y prioridad a penetrar en la zona interior, y las potencias que defienden que el derecho de ocupación procede de la ocupación territorial activa y del establecimiento a firme en el territorio. Por otro, se trata de la cuestión del Imperio colonial contínuo, con la formación y posesión de grandes ejes coloniales que atraviesen el continente en sentido horizontal o vertical sin salir de la soberanía colonial de un Estado europeo. Tres proyectos intentan transformarse en realidad en este sentido: Francia, con el eje este-oeste, entre Senegal y Gabón por el Sáhara y Sudán hacia Somalia; Portugal, en África al sur de Ecuador, entre Angola y Mozambique, y Gran Bretaña, con el eje norte-sur, entre El Cairo y El Cabo por África oriental, central y austral,siendo este eje el que se impondrá tras los choques de la crisis del ultimátum (1890) entre Inglaterra y Portugal, y el incidente de Fashoda (1898) entre Inglaterra y Francia, que se resolvieron con sendas victorias británicas.
La Conferencia de Berlín, convocada conjuntamente por Francia y Alemania, se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885. Las naciones asistentes fueron: Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Portugal, Suecia, Noruega y Turquía. Ningún país africano estuvo representado. El día de la inauguración de tan solemne reunión, a las dos en punto, Bismarck abrió la primera sesión y aceptó la presidencia. En su discurso aseguró que el propósito de la Conferencia era promover la civilización de los africanos abriendo el interior del continente al comercio. Después, definió los tres objetivos específicos de la reunión: libertad de comercio en el Congo y el Niger y acuerdo sobre las formalidades para una válida anexión de territorios en el futuro. Señaló, igualmente, que no se entraría en cuestiones de soberanía. Y tras insistir en que la Conferencia serviría a la causa de la paz y la humanidad, Bismarck finalizó su intervención dando una impresión de incertidumbre y ambigüedad.
Una vez discutidos y resueltos los problemas planteados al comienzo de la conferencia, tras las sesiones y reuniones celebradas durante esos meses, los delegados elaboraron un Acta General, que fue firmada el 26 de febrero de 1885, que contenía declaraciones, acuerdos y principios, asía como las normas respecto de las más importantes cuestiones tratadas por las potencias colonialistas reunidas en la capital alemana, y que contenía siete apartados:
  1. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos, con disposiciones relativas a la protección de los indígenas, de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.
  2. Declaración referente a la trata de esclavos y las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata.
  3. Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.
  4. Acta de navegación del Congo.
  5. Acta de navegación del Niger.
  6. Declaración relativa a la condiciones esenciales requeridas para que sean consideradas efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano, y que establecen en las relaciones internacionales reglas uniformes respecto de tales ocupaciones que, en adelante, puedan verificarse en África, y
  7. Disposiciones generales.
La Conferencia de Berlín, no regularizó la disputa por África, simplemente, señaló el hecho de su participación. Al establecer de esta manera en las relaciones internacionales las normas y condiciones para las nuevas y sucesivas ocupaciones en África, fijó las bases de lo que iba a ser el reparto colonial del continente entre los imperialismos, ya actuantes y desde entonces incrementados, completándose así el reparto, de forma inmediata, en apresuradas ocupaciones efectivas, que ocasionaron nuevas resistencias y rivalidades, así como enfrentamientos resueltos por tratados y acuerdos entre las potencias coloniales, dentro del marco internacionalmente fijado, y que cubrirá el período siguiente, hasta dejarlo totalmente terminado, y a toda África bajo la acción del triunfante imperialismo europeo, desde comienzos del siglo XX.
Las ocupaciones coloniales:
El reparto colonial de África entre las potencias europeas se completa entre 1885 y 1904, dando por resultado el establecimiento y la consolidación de todas las colonias occidentales en el continente, a lo largo de un proceso en que se producen cuatro tipos de hechos interrelacionados: las ocupaciones territoriales, las resistencias africanas a estas invasiones, las rivalidades y enfrentamientos que resultan de tales ocupaciones europeas, y los tratados que regulan las citadas rivalidades, con lo que se configura el definitivo mapa colonial de África.
Las rivalidades imperiales:
Las más importantes rivalidades coloniales surgidas entre los países europeos por el reparto de África, a finales del siglo XIX, fueron dos: entre Inglaterra y Portugal, en África austral, y entre Inglaterra y Francia, en África occidental y sudanesa. La rivalidad entre Inglaterra y Portugal, se produjo en 1890 y es conocida como la crisis del ultimátum o del mapa rosa. El incidente de Fashoda constituye el choque entre Francia y Gran Bretaña, La primera por su expansión desde el oeste hacia el este en un eje horizontal, e Inglaterra en dirección norte-sur para construir el eje vertical El Cairo-El Cabo. El conflicto se produjo al encontrarse en Fashoda (Sudán) las expediciones francesas y británicas. Todos estos enfrentamientos se solucionarán mediante tratados. Los significativos tratados sobre repartos coloniales, firmados en el marco internacional creado por la Conferencia de Berlín, representan la superación de las diferencias surgidas entre los Estados europeos en sus ocupaciones coloniales, y establecimiento de unos acuerdos y colaboración en los repartos y zonas de influencia. El reparto de África se completó, por tanto, en función estricta de los intereses de las potencias europeas, y el estatuto de los territorios africanos dependía solo de los acuerdos y convenciones entre tales potencias.
El predominio imperialista europeo y los sistemas coloniales:
En torno a 1904, prácticamente,toda África había quedado repartida y sometida al régimen colonial europeo, excepto algunas limitadas zonas que fueron incorporando a su dominio a lo largo de los primeros años del siglo XX. Sólo dos estados africanos era independientes: uno tradicional, Etiopía, y otro relativamente reciente, la República de Liberia. El predominio colonial del imperialismo europeo se manifestó en todos los aspectos y actividades africanas, que quedaron incorporadas a los sistemas de dependencia europeos. En tres planos se puede situar la actuación europea sobre las colonias africanas, en lo político, el establecimiento y mantenimiento, con ciertas variaciones, de una compartimentada administración y régimen colonial bajo directo dominio europeo: en el socio-económico, las dependencia y vinculación de los recursos africanos al sistema capitalista europeo llevará a una cierta actividad económica, antes inexistente, pero siempre sometida a la iniciativa y a los intereses de la economía europea, con la configuración de unas determinadas realidades sociales y en lo ideológico cultural, una falta de adaptación entre ambos conjuntos de valores culturales, y señalado en primer lugar por el sometimiento de lo africano a lo europeo, y después por un sentimiento y movimiento de resistencia y oposición a Europa, tendente a reafirmar los valores africanos.
Los sistemas administrativos coloniales:
A fines del siglo XIX, las metrópolis europeas controlaban la práctica totalidad de los territorios africanos, sobre los que establecieron instituciones de gobierno. En efecto, a todo lo largo del predominio imperialista en África, las metrópolis fueron implantando unos determinados sistemas coloniales para administrar sus territorios africanos, que tienen unas especiales características. Como conclusión, y en definitiva, está claro que ningún sistema colonial aportó a los africanos los beneficios que, en general, les ofrecían. La característica común de todos ellos fue la explotación del continente africano. De hecho, los europeos, con sus capitales, han alterado demográfica, económica y socialmente un continente en su propio beneficio, que ha disimulado bajo las grandes teorías colonialistas de asistencia y civilización. 


Legados positivos de la colonización:
Al lado de los inconvenientes que causó se debe reconocer que mejoró el nivel de vida con la aportación de mejores técnicas de cultivo, la introducción de nuevas especies agropecuarias, conservación de alimentos, la práctica de profesiones antes desconocidas, un aumento general de la producción de los sectores agrícolas, industriales o artesanos y de servicios. La atención médica, la creación de centros hospitalarios y la construcción de sistemas sanitarios supuso el fin de enfermedades endémicas y el aumento de la esperanza de vida. La enseñanza elevó el nivel cultural y profesional de los indígenas. Promovió el concepto de Estado y las instituciones con base en principios democráticos. Desarrolló el comercio, las comunicaciones, la distribución de bienes y el uso de medios de pago. Ferrocarriles, carreteras, puertos, aeropuertos, distribución energética, sistema judicial.


Acta General de la Conferencia de Berlin 

(26 de Febrero de 1885)

Su Majestad la Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Emperatriz de la India, Su Majestad el Emperador de Alemania, Rey de Prusia; Su Majestad el Emperador de Austria, rey de Bohemia, etc., y Rey Apostólico de Hungría, Su Majestad el Rey de los Belgas, Su Majestad el Rey de Dinamarca, Su Majestad el Rey de España, el Presidente de los Estados Unidos de América, el Presidente de la República Francesa, Su Majestad el Rey de Italia, Su Majestad el Rey de los Países Bajos, Gran Duque de Luxemburgo, etc., Su Majestad el Rey de Portugal y Algarves, etc.; Su Majestad el Emperador de todas las Rusias, Su Majestad el Rey de Suecia y Noruega, etc., y Su Majestad el Emperador de los Otomanos,
DESEANDO, en un espíritu de mutuo acuerdo, regular las condiciones más favorables para el desarrollo del comercio y la civilización en ciertas regiones de África, y para asegurar a todas las naciones las ventajas de la libre navegación de los dos principales ríos de África, que fluyen en el Océano Atlántico;
DESEANDO, por otro lado, para evitar los malentendidos y las disputas que puedan surgir en el futuro a partir de nuevos hechos de la ocupación (posesión de empresas) en la costa de África, y que se trate, al mismo tiempo, en cuanto a los medios de fomentar la moral y el bienestar material de las poblaciones indígenas; han resuelto, en la invitación que les formuló el Gobierno Imperial de Alemania, de acuerdo con el Gobierno de la República Francesa, para cumplir con esos fines en la Conferencia de Berlín, y han nombrado sus Plenipotenciarios, a saber:[Nombres de plenipotenciarios] Que, contando con plenos poderes, que han sido encontrados en buena y debida forma, han discutido y adoptado sucesivamente:
1. Una declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, su desembocadura y regiones circundantes, con otras disposiciones conexas.
2. Una declaración relativa a la trata de esclavos, y las operaciones por mar o tierra que proporcionan esclavos para ese comercio.
3. Una declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.
4. Una Ley de la Navegación en el Congo, que, aun teniendo en cuenta las circunstancias locales, se extiende a este río, sus afluentes y las aguas en su sistema, los principios generales enunciados en los artículos CVIII y CXVI del Acta Final del Congreso de Viena, y tiene por objeto regular, entre las potencias signatarias de esta ley, la libre navegación de los ríos que separan o atraviesan varios Estados – estos principios, que desde entonces ha sido aplicado por acuerdo de algunos ríos de Europa y América, pero sobre todo para el Danubio, con las modificaciones establecidas por los Tratados de París (1856), de Berlín (1878), y de Londres (1871 y 1883).
5. Una Ley de la Navegación del Níger, que se extienda a este río y sus afluentes, sobre la base de los mismos principios establecidos en los artículos CVIII y CXVI del Acta Final del Congreso de Viena.
6. Una Declaración de introducir en las relaciones internacionales determinadas normas uniformes con referencia a futuras ocupaciones en la costa del continente africano. Y considerando conveniente que todos estos documentos se deben combinar en un solo instrumento, ellos (las potencias signatarias) han recogido en una Ley General, compuesta por los siguientes artículos:
CAPÍTULO I
Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus bocas y regiones circundantes, con otras disposiciones relacionadas con esta actividad
Artículo I
El comercio de todas las naciones gozará de completa libertad-
1. En todas las regiones que forman la cuenca del Congo y sus puntos de venta. Esta cuenca está delimitada por las cuencas (o crestas de las montañas) de las cuencas adyacentes, es decir, en particular, los de la Niari, la Ogowe, Schari, y el Nilo, en el norte, por la línea de vertiente oriental de los afluentes del Lago Tanganica en el este, y por las cuencas hidrográficas de las cuencas de los Zambeze y el Palco en el sur. Por lo tanto, abarca todas las regiones regadas por el Congo y sus afluentes, como el lago Tanganica, con sus afluentes orientales.
2. En la zona marítima se extiende a lo largo del Océano Atlántico desde el paralelo situado en 2º 30’ de latitud sur hasta la boca de la costa. La frontera norte seguirá el paralelo situado en 2º 30’ de la costa hasta el punto donde se encuentra la cuenca geográfica del Congo, hasta la cuenca del Ogowe. El límite sur se sigue el curso de la costa, y de allí pasar hacia el este hasta que se une a la cuenca geográfica del Congo.
3. En la zona que se extiende hacia el este de la cuenca del Congo, hasta el Océano Índico de 5grados de latitud norte hasta la desembocadura del Zambeze, en el sur, desde donde la línea de demarcación ascenderá el Zambesi a 5 millas por encima de su confluencia con la Comarca, y luego siga la cuenca entre los afluentes del lago Nyassa y los del Zambeze, hasta que por fin llega a la divisoria de aguas entre las aguas del Zambeze y el Congo. Se reconoce expresamente que al extender el principio de libre comercio en esta zona la Conferencia sólo compromete a los estados signatarios, y que en los territorios pertenecientes a un Estado soberano e independiente de este principio será aplicable sólo en la medida en que sea aprobado por dicho Estado.
La Conferencia se compromete a utilizar sus buenos oficios ante los gobiernos establecidos en la costa africana del océano Índico con el fin de obtener dicha aprobación, y en todo caso de obtener las condiciones más favorables para el tránsito (tráfico) de todas las naciones.
Artículo II
Todas las banderas, sin distinción de nacionalidad, tendrán libre acceso a la totalidad de la costa de los territorios antes enumerados, a los ríos, que desembocan en el mar, a todas las aguas del Congo y sus afluentes, incluyendo los lagos, y todos los puertos situados en las orillas de las aguas, así como a todos los canales que pueden en el futuro ser construidos con la intención de unir a los cursos de agua o lagos en toda la zona de los territorios descritos en el artículo I. Los comerciantes cobijados bajo banderas tales pueden participar en todo tipo de transporte, y llevar acabo el comercio de cabotaje por vía marítima y fluvial, así como el tráfico de embarcaciones, en las mismas condiciones.
Artículo III
Las mercancías, de cualquier origen, importado en esas regiones, bajo cualquier bandera, por mar o por río o por tierra, no estarán sujetas a ningún impuesto que no sea, como puede percibirse, una compensación justa por los gastos de los intereses del comercio, y que por este motivo debe ser sufragado por los propios sujetos.
Artículo IV
Las mercancías importadas en estas regiones deberán permanecer libres de cuotas de importación y de tránsito. Las Potencias signatarias se reservan el derecho de determinar al cabo de veinte años, si esta libertad de importación se mantiene o no.
Artículo V
No hay poder ajeno a los signatarios que ejerza o ejercerá derechos de soberanía en las regiones arriba mencionadas, que pueda conceder en él un monopolio o un favor de ningún tipo en materia de comercio. Los extranjeros, sin distinción, tienen derecho a la protección de sus personas y bienes, así como el derecho de adquirir y transferir bienes muebles e inmuebles y hacerse acreedor de los derechos nacionales en el ejercicio de su profesión.
Disposiciones relativas a la protección de los nativos, de misioneros y los nómadas, así como en relación a la libertad religiosa.
Artículo VI
Todas las potencias que ejercen derechos de soberanía o influencia en los territorios antes mencionados se comprometen a velar por la preservación de las tribus nativas, y para atender a la mejora de las condiciones de su moral y el bienestar material, y para ayudar en la supresión de la esclavitud, y especialmente el comercio de esclavos. Los Estados miembros, sin distinción de credo o de nación, protegerán y favorecerán a todas las instituciones religiosas, científicas o de beneficencia y de las empresas creadas y organizadas para los objetivos arriba mencionados, o que tienen como objetivo instruir a los nativos y traer a estas tierras las bendiciones de la civilización. Los misioneros cristianos, los científicos y los exploradores, serán igualmente objeto de protección especial. La libertad de conciencia y la tolerancia religiosa están expresamente garantizados a los nativos, no menos que a los sujetos y a los extranjeros. El ejercicio libre y público de todas las formas del culto divino, y el derecho a construir edificios con fines religiosos, y la organización de misiones religiosas que pertenecen a todos los credos, no podrá ser limitado de manera alguna.
Régimen de correos
Artículo VII
El Convenio de la Unión Postal Universal, revisado en París 01 de junio 1878, se aplicará a la cuenca del Congo.
Derecho de vigilancia reconocida a la comisión internacional de navegación del Congo
Artículo VIII
En los territorios comprendidos en esta declaración la Comisión Internacional de Navegación del Congo, instituida en virtud del artículo XVII, se encargará de supervisar la aplicación de los principios proclamado. En todos los casos de diferencia que surjan en relación con la aplicación de los principios establecidos en la presente Declaración, los gobiernos interesados podrán convenir en recurrir a los buenos oficios de la Comisión Internacional, para presentar a un examen de los hechos que se han ocasionado estas diferencias .
CAPÍTULO II
Declaración relativa al comercio de esclavos
Artículo IX
Al ver que el comercio de esclavos está prohibido en conformidad con los principios del derecho internacional reconocido por las potencias signatarias, y viendo también que las operaciones que, por mar o por tierra, proporcionan esclavos para el comercio, también deben ser considerados como prohibidos, se declara que estos territorios no pueden servir como un mercado o un medio de transporte para el comercio de esclavos, de cualquier raza que sean. Cada una de las potencias se obliga a emplear todos los medios a su alcance para poner fin a este comercio y para castigar a quienes incurran en él.
CAPÍTULO III
Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca del Congo
Artículo X
A fin de dar una nueva garantía de seguridad para el comercio y la industria, y fomentar, por el mantenimiento de la paz, el desarrollo de la civilización en los países mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, las Altas Partes signatarias de la presente Ley, y los que en adelante la adopten, se comprometen a respetar la neutralidad de los territorios, o partes de los territorios, pertenecientes a los países mencionados, lo cual comprende las aguas territoriales.
Artículo XI
En el caso que una potencia que ejerce derechos de soberanía o protectorado en los países mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, deba participar en una guerra, las Altas Partes signatarias de la presente Ley, y los que en adelante la adopten, se comprometen aprestar sus buenos oficios a fin de que los territorios que le pertenecen a dicha potencia mantengan su neutralidad.
Artículo XII
En el caso de un desacuerdo grave que se origine en el tema de la soberanía, o en los límites de los territorios mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, que se susciten entre los Potencias signatarias de la presente ley, o las potencias que pueden llegar a ser parte de ella, estas Potencias se comprometen, antes de recurrir a las armas, a recurrir a la mediación de una o más de las potencias amigas. En un caso similar las mismas potencias se reservan la opción de recurrir al arbitraje.
CAPÍTULO IV
Ley de navegación para el Congo
Artículo XIII
La navegación del Congo es y seguirá siendo gratis para los buques mercantes de todas las naciones por igual, ya sea transporte de carga o lastre, para el transporte de mercancías o de pasajeros. Se regirá por las disposiciones de esta Ley de Navegación, y por las normas que se efectúen en virtud de los mismos. En el ejercicio de esta navegación de los sujetos y las banderas de todas las naciones en todos los aspectos tratados en un pie de perfecta igualdad, no sólo para la navegación directa desde el mar abierto a los puertos interiores del Congo, y viceversa, sino también para el comercio de cabotaje, grandes y pequeños, y para el tráfico de barcos en el curso del río. En consecuencia, en todo el curso y las bocas del Congo no se hace ninguna distinción entre los sujetos de los Estados ribereños y los de los Estados no ribereños. Estas disposiciones son reconocidos por las potencias signatarias como una parte del derecho internacional.
Artículo XIV
La navegación del Congo, no estará sujeta a ninguna restricción u obligación que no esté expresamente estipulado por la presente ley.
Artículo XV
Los afluentes del Congo estarán en todos los aspectos sujetos a las mismas reglas que el río del que son tributarios. Y las mismas reglas se aplicarán a los arroyos y ríos, así como los lagos y canales en los territorios definidos en los párrafos 2 y 3 del artículo I.
Artículo XVI
Las carreteras, ferrocarriles o canales laterales, que puede ser construido con el objeto especial de corregir la imperfección de la ruta del río, en algunas partes del curso del Congo, sus afluentes y otros cursos de agua bajo un sistema similar, como establecido en el artículo XV, se considerará en su calidad de medios de comunicación como las dependencias de este río, e igualmente abierto a la circulación de todas las naciones.
Artículo XVII
Se instituye una Comisión Internacional, encargada de la ejecución de las disposiciones de la presente Ley de Navegación.
Artículo XVIII
Los miembros de la Comisión Internacional, así como sus agentes designados, se invierten con el privilegio de la inviolabilidad en el ejercicio de sus funciones. La misma garantía se aplicará a las oficinas y archivos de la Comisión.
Artículo XIX
La Comisión Internacional para la navegación en el Congo se constituirá tan pronto como cinco de las potencias signatarias de la presente Acta general hayan nombrado a sus delegados. Y, a la espera de la constitución de la Comisión, la designación de estos delegados será notificada al Gobierno Imperial de Alemania, que se encargará de que los pasos necesarios para convocar la reunión de la Comisión.
Artículo XX
La Comisión Internacional del Congo tiene el poder,
1. Para decidir qué obras son necesarias para asegurar la navegabilidad del Congo, de acuerdo con las necesidades del comercio internacional.
2. Fijar la tarifa de la navegación en general.
3. Administrar los ingresos derivados de la aplicación del párrafo anterior.
4. Supervisar el establecimiento de cuarentenas.
5. Nombrar a los funcionarios para el servicio general de la navegación.
Artículo XXI
En el cumplimiento de su labor la Comisión Internacional puede, si es necesario, recurrir a los buques de guerra de las potencias signatarias de la presente Ley, y de aquellos que en el futuro se adhieran a él, bajo reserva, sin embargo, de las instrucciones que puede dar a los comandantes de estos barcos por sus respectivos Gobiernos.
Artículo XXII
Los buques de guerra de las potencias signatarias de la presente ley que pueden entrar en el Congo están exentos del pago de las cuotas de navegación prevista en el párrafo 3 del Artículo XIV.
Artículo XXIII
Con el fin de sufragar los gastos técnicos y administrativos en que se pueda incurrir, la Comisión Internacional creada por el artículo XVII, negociará a su propio nombre, préstamos que serán garantizados por los ingresos obtenidos por dicha comisión.
Artículo XXIV
En la desembocadura del Congo se establecerá un centro de cuarentena (sanitaria) para el control de buques que pasan por el río.
Artículo XXV
Las disposiciones de la presente Ley de Navegación se mantendrán en vigor en tiempo de guerra. En consecuencia, todas las naciones, ya sea neutral o beligerante, podrán, a los efectos de comercio, navegar en el Congo, sus ramas, afluentes y la boca, así como de las aguas territorial es al frente de la embocadura del río.
CAPÍTULO V
Ley de navegación para el Níger
Artículo XXVI
La navegación del Níger, sin exceptuar ninguna de sus afluentes, es y seguirá siendo totalmente gratuito para los buques mercantes de todas las naciones por igual, ya sea con carga o lastre, para el transporte de mercancías y pasajeros.
Que se regirá por las disposiciones de esta Ley de la Navegación, y por las normas a ser adoptadas en cumplimiento de la presente ley.
Artículo XXVII
La navegación del Níger no estará sujeta a ninguna restricción u obligación basada simplemente en el hecho de la navegación.
Artículo XXVIII
Los afluentes del Níger estarán en todos los aspectos sujetos a las mismas reglas que el río del cual son tributarios.
Artículo XXIX
Las carreteras, ferrocarriles o canales laterales, que puede ser construido con el objeto especial de corregir la imperfección de la ruta del río, en algunas partes del curso del Níger, sus afluentes y otros cursos de agua bajo un sistema similar, como establecido en el artículo XV, se considerará en su calidad de medios de comunicación como las dependencias de este río, e igualmente abierto a la circulación de todas las naciones.
Artículo XXX
Gran Bretaña se compromete a aplicar los principios de libertad de navegación enunciados en los artículos XXVI, XXVII, XXVIII y XXIX de gran parte de las aguas del Níger, sus afluentes, sucursales y puntos de venta, tal como están o pueden estar bajo su soberanía o protección. Gran Bretaña se compromete a proteger a los comerciantes extranjeros y de todas las nacionalidades en todas las partes del Níger, que estén o puedan estar bajo su soberanía o la protección como si fueran sus propios súbditos, siempre que dichos comerciantes se ajusten a las reglas establecidas por Gran Bretaña.
Artículo XXXI
Francia acepta, bajo las mismas reservas, y en los mismos términos, las obligaciones asumidas en los artículos precedentes con respecto a gran parte de las aguas del Níger, sus afluentes, sucursales y puntos de venta, tal como están o pueden estar bajo su soberanía o protección.
Artículo XXXII
Cada una de las potencias signatarias se obliga de la misma manera respecto de derechos futuros de soberanía o protección de cualquier porción de las aguas del Níger, sus afluentes, sucursales o puntos de venta.
Artículo XXXIII
Los acuerdos de la presente Ley de Navegación se mantendrán en vigor en tiempo de guerra. En consecuencia, la navegación de todos los ciudadanos neutrales o beligerantes serán en todo tiempo libre para los usos del comercio en el Níger, sus ramas, sus afluentes, sus bocas y tomas de corriente, así como en las aguas territoriales frente a la boca y puntos de venta de ese río.
CAPÍTULO VI
Declaración relativa a las formalidades esenciales que habrán de llenarse para que se consideren efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente Africano
Artículo XXXIV
La potencia que en adelante tome posesión de un territorio en las costas del continente africano, situado fuera de sus posesiones actuales o que no habiéndolas tenido antes las adquiera más adelante, así como la potencia que asuma un protectorado, remitirá adjunta al Acta respectiva una notificación dirigida a las demás potencias signatarias de la actual, a fin de que, si ha lugar a ello, puedan hacer valer sus reclamaciones
Artículo XXXV
Las potencias signatarias de esta Acta reconocen la obligación de mantener, en los territorios que ocupen en la costa del continente africano, la autoridad competente para hacer respetar los derechos adquiridos y, en caso necesario, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones que se hubieren estipulado.
CAPÍTULO VII
Disposiciones generales
Artículo XXXVI
Las potencias signatarias de la presente Ley General se reservan el derecho de introducir en ella, posteriormente, y de común acuerdo, las modificaciones y mejoras que la experiencia podría demostrar ser conveniente.
Artículo XXXVII
Las potencias que no han firmado la presente Acta general serán libre de adherirse a sus disposiciones por un instrumento separado.
Artículo XXXVIII
La presente Acta general será ratificada con la menor demora posible, el mismo en ningún caso exceder de un año. Entrará en vigor para cada potencia en la fecha de su ratificación. Mientras tanto, las potencias signatarias de la presente Acta general se comprometen a no adoptar ninguna medida contraria a sus disposiciones. En fe de lo cual los plenipotenciarios han firmado varias actas de la Ley General y han puesto sus sellos. Suscrito en Berlín, el día 26 de febrero 1885.
[Firmas]
Conferencia de Berlín de los plenipotenciarios de Gran Bretaña, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, España, Suecia, Noruega, Turquía y Estados Unidos.
Berlín: 15 de noviembre de 1884 al 25 de febrero de 1885

BIOGRAFÍAS

Henry Ford
El ingeniero y empresario estadounidense Henry Ford modificó de un forma radical las costumbres y los hábitos de consumo de la sociedad, gracias a su innovadora forma de entender la producción industrial. Por una parte, fue capaz de producir automóviles económicos y fiables, al alcance de un gran número de consumidores; por otra, transformó los métodos de trabajo de la industria, para hacerla más productiva. En el momento de su muerte, acaecida en 1947, ese hijo de unos pobres granjeros irlandeses no sólo había amasado una fabulosa fortuna personal y engendrado una familia de empresarios que expandió su imperio industrial, sino que tenía el orgullo de ser uno de los hombres que más han influido en el llamado estilo de vida americano. Su Ford T figura hoy en muchos museos como una obra de arte equiparable a las grandes creaciones humanas.

Henry Ford
Nacido el 30 de junio de 1863 en Dearborn, Michigan, Henry Ford demostró desde muy joven unas condiciones poco comunes para la mecánica. Nada más terminar sus estudios secundarios en Dearborn, se trasladó a Detroit para trabajar como aprendiz de mecánico, aunque no mucho después regresaría a su pueblo, ganándose la vida como mecánico de máquinas de vapor. En 1888 se casó con Clara Jane Bryant, su compañera de toda la vida, que le daría un único hijo, Edsel (nacido en Detroit en 1893), un hombre brillante e imaginativo que hubiera podido ser un gran director de empresa de no haber vivido ensombrecido por la gigantesca figura de su padre. Ford volvió a instalarse en Detroit en 1891 y entró a trabajar como mecánico en la Edison Illuminating Company, de la que llegaría a ser ingeniero jefe.
En esos años inició la construcción, en su tiempo libre, del que sería su primer «coche sin caballos», que culminó en 1896. Se trataba de un vehículo de cuatro ruedas arrastrado por un motor de dos cilindros y cuatro tiempos, refrigerado con agua y sin marcha atrás. Este modelo no aportó ninguna novedad mecánica respecto a los que en Europa fabricaban Daimler o Benz. Su importancia vendría después, con la construcción en serie, y gracias a sus prestaciones, economía y robustez, virtudes destinadas a satisfacer las necesidades de la clase media.
Durante los primeros años del siglo, Henry Ford fue asentando su fama de mecánico conduciendo con éxito sus propios coches de carreras. Se asoció con otras empresas automovilísticas, pero su fuerte carácter y sus ideas poco convencionales le llevaron a fundar en 1903 la Ford Motor Company, de la que poseyó el 25,5 % de las acciones. En el momento de su fundación, la compañía sólo disponía de unas cuantas patentes y de un prototipo construido con ayuda de C. Harold Willis que ni siquiera estaba terminado.
El arrollador triunfo del Ford T
Él y sus socios, fundamentalmente los hermanos John y Horace Dodge, fabricantes de los motores, empezaron a cosechar los primeros éxitos, y con ellos llegaron las diferencias de criterio. Los Dodge se inclinaban por un modelo de lujo y alto precio, en tanto que Ford propugnaba exactamente lo contrario, es decir, un coche muy sencillo y popular, y sobre todo barato. Las diferencias acaban siendo tan graves que Ford opta por comprar la mitad de las acciones, dejando a los Dodge en minoría. Ahora ya no sólo sabe lo que quiere sino que, a partir de diferentes intentos, sabe incluso cómo debe hacerse, y fruto de todo ello nace el Ford T, que sale a la venta en 1908. Tan sólo cinco años después, Henry Ford ya es capaz de poner en la calle 25.000 unidades anuales a un precio de 500 dólares, con unos beneficios superiores a los once millones de dólares.

El coche número diez millones, junto
al primero que salió de la factoría Ford
A partir de aquí los analistas del fenómeno Ford discrepan. Para unos el secreto de su éxito fue que supo comprender que el deseo de todo americano era poseer un vehículo autopropulsado capaz de proporcionarle la libertad de acción que caracteriza el sueño americano. Para otros, en cambio, el proceso fue exactamente al contrario: lo que hizo Henry Ford, gracias a su ingenio y laboriosidad, fue poner al alcance de cualquiera la posibilidad de comprar un automóvil, con lo cual habría construido al mismo tiempo el mítico modelo T y el sueño americano.
En uno u otro caso, y desde un punto de vista estrictamente empresarial, el verdadero secreto de Henry Ford fue el haber sabido combinar tres factores que no sólo revolucionaron la industria automovilística sino la sociedad norteamericana en su conjunto. El primero de esos factores fue la normalización y la fabricación masiva de todas y cada una de las piezas que componen un automóvil, de forma que al converger ordenadamente sobre la cadena de montaje se podían ensamblar un centenar largo de unidades diarias; sin ser su inventor, sus factorías automovilísticas se convirtieron así en el modelo de referencia para la fabricación en serie a gran escala, método de producción que perdura en nuestros días y que fue una de las grandes innovaciones de la segunda etapa de la Revolución Industrial.
El segundo factor fue la concesión de unos elevados salarios («desorbitados», en opinión de sus rivales) a los trabajadores de sus factorías, que, al encontrarse con recursos económicos suficientes, de inmediato pasaron a ser los principales consumidores del propio Ford T. Finalmente, Ford estableció a escala nacional una tupida red de concesionarios que mantenían con la central una estrecha relación, ya que en muchos casos incluso se fundaron las bases rudimentarias de lo que hoy son las compañías financieras paralelas que fomentan la venta a plazos. A sus cuarenta años, Henry Ford no sólo era ya el primer fabricante mundial de automóviles, sino uno de los hombres más ricos del país.
Pacifista en la guerra
Pero aún le quedaban muchas y duras pruebas en las que templar su indomable espíritu irlandés. En vísperas de la entrada estadounidense en la Primera Guerra Mundial, y cuando el conflicto ya se había generalizado en Europa, Ford lanzó personalmente una campaña en favor de la paz tan apasionada como ridiculizada por sus oponentes. Llegó incluso a fletar el llamado Barco de la Paz al tiempo que financiaba a las organizaciones pacifistas en su inútil esfuerzo por detener la guerra. Sin embargo, siendo como era un hombre pragmático, no dudó un instante en poner todas sus factorías al servicio del gobierno cuando comprendió que la guerra era inevitable, obteniendo contratos multimillonarios para la fabricación de vehículos bélicos y armamentos.

Henry Ford con Knox y William Hearst
Paralelamente a sus esfuerzos en favor de la paz, Henry Ford hubo de librar una dura batalla de orden legal contra los hermanos Dodge, quienes a la cabeza de un amplio sector de accionistas minoritarios se oponían a que el magnate reinvirtiese los beneficios de su empresa en ampliarla y consolidarla. Ello iba en contra de los intereses de John y Horace Dodge, más interesados en cobrar los dividendos para invertirlos en su propia fábrica de automóviles. Obligado en 1919 por un juez a repartir entre sus accionistas casi veinte millones de dólares, Ford reaccionó con una contraofensiva brutal y en cuestión de semanas, y por medio de agentes interpuestos, invirtió más de cien millones de dólares en hacerse con la casi totalidad de las acciones de la Ford Motor Company.
Los tiempos, sin embargo, ya no eran tan buenos. En 1920-1921 se vivió una fuerte recesión que fue como el preludio de la crisis del 29. Ford salvó el bache a costa de reducir aún más el precio del modelo T (360 dólares), de lanzar el famoso tractor Fordson y de obligar a sus concesionarios a financiar en parte no sólo la compra de su propia compañía sino las cuantiosas inversiones que estaba llevando a cabo. En 1922 compró la Lincoln Motor Company y puso al frente de la misma a su hijo Edsel con el objetivo de fabricar un modelo de lujo.
Simultáneamente, y a fin de poder controlar todos los estadios de la fabricación y venta de sus automóviles, inició la compra sistemática de bosques, minas de carbón y hierro, fábricas de cristal, altos hornos, un ferrocarril, una flota mercante y una inmensa plantación de caucho en Brasil, al tiempo que, para diversificar aún más la oferta, inició la fabricación de aviones trimotores, haciendo de paso que el transporte aéreo de pasajeros y de correo experimentasen un gigantesco avance en Norteamérica. Henry Ford fue, además, el primero en advertir las ventajas del mercado exterior y estableció una completa red de ventas en Europa. Hacia la mitad de la década de los años veinte, el Ford T acaparaba entre un 40 y un 57 % del mercado de automóviles. Sin embargo, justo en vísperas de la gran depresión del 29, Ford no supo (y en parte no quiso, ya que era hombre obstinado y de ideas fijas) ver los grandes cambios que se avecinaban y que obligaban a un enérgico golpe de timón.
La crisis del 29
El notorio incremento de la red vial, unido a la subida general del nivel de vida, así como la competencia directa de rivales como la General Motors, hicieron del Ford T un modelo obsoleto. Pero Ford, viendo las engañosas cifras de ventas de su portaestandarte, se resistía a cambiarlo y optó por el viejo recurso de reducir costos, sólo que esta vez ya únicamente le restaba incrementar la productividad y congelar los salarios, lo cual hizo disminuir notoriamente la popularidad del Ford entre los antaño obreros mejor pagados de Norteamérica.
El dramático descenso en las ventas experimentado durante 1927 obligó a Ford a suspender la producción del modelo T. A finales de ese año salió a la venta el Ford A y poco después, en 1929, el asombroso V-8, que le permitieron recuperar algo del terreno perdido. Pero la Ford Motor Company ya no es la número uno, porque tanto General Motors (con el famoso Chevvy) como la Chrysler van por delante. Con el agravante de que el patrón parece haber perdido el rumbo: su semanario, el Dearborn Independent, se lanza a una furiosa campaña antisemita; ni la posterior desautorización del propio Henry Ford ni su pública solicitud de disculpas evitará una caída en picado de su reputación.

Henry Ford frente a un motor V8
El inmenso poder del que disfrutaba dentro de su conglomerado de empresas, la imposibilidad de ejercer el control directo de todas ellas y el hecho de que Ford fuese mejor en las cuestiones mecánicas que en las relaciones humanas dieron como resultado que muchas veces delegase su poder en personas más notables por su actitud servicial que por sus dotes empresariales. Así, la benéfica influencia que un hombre reflexivo y ponderado como su hijo Edsel venía ejerciendo sobre la empresa desde 1925 se veía ampliamente contrarrestada por los amplios poderes concedidos a Harry Bennet, jefe de los servicios de seguridad de Ford.
Bennet fue en gran medida responsable de la reiterada y obstinada negativa de Ford a firmar la Ley de Recuperación de la Industria Nacional, una fórmula gubernamental puesta en práctica durante los años treinta para ayudar a superar el crac del 29 y que implicaba sustanciosos contratos estatales pero que obligaba a los patronos a pactar con los sindicatos. Al final de esa década, y cuando se hizo evidente que Hitler acabaría arrastrando a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, Henry Ford volvió a oponerse públicamente a la guerra. Pero nada más conocerse el ataque japonés contra Pearl Harbor y la fulminante declaración de guerra decretada por el presidente Woodrow Wilson, puso su gigantesco potencial al servicio del Estado y de sus factorías no tardarían en salir los primeros superbombarderos destinados a restituir la supremacía bélica estadounidense.
La herencia del gran industrial
La falsa prosperidad aportada por los contratos estatales no alcanzaba a ocultar las graves deficiencias que aquejaban a la Ford Motor Company, fundamentalmente debidas al notorio retraso tecnológico experimentado por el empeño de su fundador en continuar produciendo vehículos baratos y por lo tanto técnicamente mediocres. En este sentido cabe destacar la positiva influencia ejercida por Edsel Ford, y que hubiera podido incrementarse aún más debido a los reiterados problemas cardíacos sufridos por Henry Ford a principios de los años cuarenta. Desgraciadamente, Edsel murió en 1943, y Henry Ford, a la sazón un anciano de ochenta años y con la salud muy deteriorada, ya no tenía fuerzas para recuperar el mando de esa nave que avanzaba hacia la deriva.

Con su esposa y su nieto Henry Ford II en
el cuadriciclo que había construido en 1896
Hasta que en 1945, y tras una suerte de golpe de estado familiar en el que tuvo una destacada actuación la esposa del fundador, Clara Jane Bryant, el hijo de Edsel, Henry Ford II, fue aupado a la presidencia con la misión de reestructurar, sanear y poner al día el fabuloso conglomerado de empresas levantado por Henry Ford. En el momento de su muerte, ocurrida en abril de 1947, Henry Ford tuvo la satisfacción de saber que su imperio volvía a ser una maquinaria que funcionaba a toda presión y que luchaba ventajosamente en todos los frentes abiertos por él.

Sin embargo, los tiempos habían cambiado y ya no era posible seguir dirigiendo ese imperio sobre una base familiar. En 1956, siete millones de acciones de la Ford Motor Company salieron a la venta, poniendo fin al control absoluto ejercido por los Ford. Gran parte de los beneficios generados actualmente por la empresa van a parar a la Fundación Ford, creada en 1936 y sucesivamente fortalecida por los legados dejados por el propio Henry Ford, su esposa Clara y su hijo Edsel, totalizando en la actualidad más de medio billón de dólares dedicados íntegramente al fomento de la investigación y las artes.

Samuel F. B. Morse

Artista estadounidense que inventó el primer sistema eficaz de telégrafo electromagnético (Charlestown, Massachusetts, 1791 - Nueva York, 1872). Era hijo del clérigo protestante Jedidiah Morse, que fue uno de los geógrafos más importantes de América en los años posteriores a la independencia. Se graduó en la Universidad de Yale en 1810 y se orientó hacia la pintura, estableciendo su estudio en Nueva York; su cuadro más conocido es un retrato de La Fayette que pintó en 1825.

Samuel Morse
De regreso de un viaje a Europa en 1832, oyó hablar de la posibilidad de transmitir impulsos eléctricos a través de cables; desde entonces compaginó su interés por utilizar este medio para enviar mensajes inteligibles con su carrera artística y con una incursión ocasional en la política municipal neoyorquina (en defensa de sus ideas contra la inmigración, los católicos y la diversidad étnica).
Como profesor de Bellas Artes en la Universidad de Nueva York entró en contacto con expertos en electromagnetismo, que le pusieron al corriente del estado de la técnica. En 1837 consiguió un socio que le aportó ayuda técnica y financiera para desarrollar un sistema de telégrafo con el que transmitir mensajes en un código de puntos y rayas de su invención (el alfabeto Morse). En 1843 consiguió la patente y el Congreso norteamericano aprobó la construcción de una línea experimental entre Washington y Baltimore.

El alfabeto Morse
El éxito obtenido en la primera prueba de 1844 dio paso a la extensión del telégrafo como medio de comunicación por todo el mundo, haciendo a Morse rico y famoso. Se dedicó el resto de su vida a financiar obras culturales y benéficas, al tiempo que se defendía en las polémicas sobre la paternidad del invento.

Rudolf Diesel

(Rudolf Christian Karl Diesel; París, 1858-canal de la Mancha, 1913) Ingeniero alemán. Diesel vivió en París hasta 1870, fecha en que, tras el estallido de la guerra franco-prusiana, su familia fue deportada a Inglaterra. Desde Londres fue enviado a Augsburgo, donde continuó con su formación académica hasta ingresar en la Technische Hochschule de Munich, donde estudió ingeniería bajo la tutela de Carl von Linde. En 1880 se unió a la empresa que Von Linde poseía en París.

Rudolf Diesel
Su primera preocupación en materia de motores fue el desarrollo de un motor de combustión interna cuyo rendimiento energético se aproximara lo máximo posible al rendimiento teórico de la máquina ideal propuesta por Carnot. En 1890, año en que se trasladó a Berlín para ocupar un nuevo cargo en la empresa de Von Linde, concibió la idea que a la postre se traduciría en el motor que lleva su nombre. Obtuvo la patente alemana de su diseño en 1892, y un año después publicó, con el título Theorie und Konstruktion eines rationellen Wäremotors, una detallada descripción de su motor.
Con el patrocinio de la Maschinenfabrik Augsburg y de las industrias Krupp, Diesel produjo una serie de modelos cada vez más eficientes que culminó en 1897 con la presentación de un motor de cuatro tiempos capaz de desarrollar una potencia de 25 caballos de vapor. La alta eficiencia de los motores Diesel, unida a un diseño relativamente sencillo, se tradujo rápidamente en un gran éxito comercial, que reportó a su creador importantes beneficios económicos.
Conocido sobre todo por ser el inventor de este nuevo motor de combustión interna, Diesel se distinguió también como sociólogo, lingüista y experto en arte. Fue visto por última vez en la cubierta del vapor Dresden en ruta hacia el Reino Unido a través del canal de la Mancha, por lo que se asumió su fallecimiento en alta mar a causa de un accidente.

Thomas Edison

    Thomas Alva Edison, el menor de cuatro hermanos, nació el 11 de febrero de 1847, en Milan, una pequeña población de Ohio en la que se había establecido su padre, Samuel Edison, seis años antes. Su padre tuvo que abandonar precipitadamente Canadá a consecuencia de una rebelión contra los ingleses en la que tomó parte y que terminó en fracaso. Marginada por el ferrocarril, la actividad en Milan fue disminuyendo poco a poco, y la crisis afectó a la familia Edison, que tuvo que emigrar de nuevo a un lugar más próspero cuando su hijo Thomas ya había cumplido la edad de siete años.


Thomas Alva Edison

El nuevo lugar de residencia fue Port Huron, en Michigan, donde el futuro inventor asistió por primera vez a la escuela. Fue ésa una experiencia muy breve: duró sólo tres meses, al cabo de los cuales fue expulsado de las aulas, alegando su maestro la falta absoluta de interés y una torpeza más que manifiesta, comportamientos éstos a los que no era ajena una sordera parcial que contrajo como secuela de un ataque de escarlatina.

Su madre, Nancy Elliot, que había ejercido como maestra antes de casarse, asumió en lo sucesivo la educación del joven benjamín de la familia, tarea que desempeñó con no poco talento, ya que consiguió inspirar en él aquella curiosidad sin límites que sería la característica más destacable de su carrera a lo largo de toda su vida.

Cumplidos los diez años, el pequeño Thomas instaló su primer laboratorio en los sótanos de la casa de sus padres y aprendió él solo los rudimentos de la química y la electricidad. Pero a los doce años, Edison se percató además de que podía explotar no sólo su capacidad creadora, sino también su agudo sentido práctico. Así que, sin olvidar su pasión por los experimentos, consideró que estaba en su mano ganar dinero contante y sonante materializando alguna de sus buenas ocurrencias.

Su primera iniciativa fue vender periódicos y chucherías en el tren que hacía el trayecto de Port Huron a Detroit. Había estallado la Guerra de Secesión y los viajeros estaban ávidos de noticias. Edison convenció a los telegrafistas de la línea férrea para que expusieran en los tablones de anuncios de las estaciones breves titulares sobre el desarrollo de la contienda, sin olvidar añadir al pie que los detalles completos aparecían en los periódicos; esos periódicos los vendía el propio Edison en el tren y no hay que decir que se los quitaban de las manos.

Al mismo tiempo, compraba sin cesar revistas científicas, libros y aparatos, y llegó a convertir el vagón de equipajes del convoy en un nuevo laboratorio. Aprendió a telegrafiar y, tras conseguir a bajo precio y de segunda mano una prensa de imprimir, comenzó a publicar un periódico por su cuenta, el Weekly Herald. Una noche, mientras se encontraba trabajando en sus experimentos, un poco de fósforo derramado provocó un incendio en el vagón. El conductor del tren y el revisor consiguieron apagar el fuego y seguidamente arrojaron por las ventanas los útiles de imprimir, las botellas y los mil cacharros que abarrotaban el furgón. Todo el laboratorio y hasta el propio inventor fueron a parar a la vía. Así terminó el primer negocio de Thomas Alva Edison.

El joven Edison tenía sólo dieciséis años cuando decidió abandonar el hogar de sus padres. La población en que vivía le resultaba ya demasiado pequeña. No faltándole iniciativa, se lanzó a la búsqueda de nuevos horizontes. Por suerte, dominaba a la perfección el oficio de telegrafista, y la guerra civil había dejado muchas plazas vacantes, por lo que, fuese donde fuese, le sería fácil encontrar trabajo.

Durante los siguientes cinco años Edison llevó una vida errante, de pueblo en pueblo, con empleos ocasionales. Se alojaba en sórdidas pensiones e invertía todo cuanto ganaba en la adquisición de libros y de aparatos para experimentar, desatendiendo totalmente su aspecto personal. De Michigan a Ohio, de allí a Indianápolis, luego Cincinnati, y unos meses después Memphis, habiendo pasado antes por Tennessee.

Su siguiente trabajo fue en Boston, como telegrafista en el turno de noche. Llegó allí en 1868, y poco después de cumplir veintiún años pudo hacerse con la obra del científico británico Michael Faraday Experimental Researches in Electricity, cuya lectura le influyó muy positivamente. Hasta entonces, sólo había merecido la fama de tener cierto don mágico que le permitía arreglar fácilmente cualquier aparato averiado. Ahora, Faraday le proporcionaba el método para canalizar todo su genio inventivo. Se hizo más ordenado y disciplinado, y desde entonces adquirió la costumbre de llevar encima un cuaderno de notas, siempre a punto para apuntar cualquier idea o hecho que reclamara su atención.

Convencido de que su meta profesional era la invención, Edison abandonó el puesto de trabajo que ocupaba y decidió hacerse inventor autónomo, registrando su primera patente en 1868. Se trataba de un contador eléctrico de votos que ofreció al Congreso, pero los miembros de la cámara calificaron el aparato de superfluo. Jamás olvidó el inventor estadounidense esta lección: un invento, por encima de todo, debía ser necesario.

Sin un real en el bolsillo, Edison llegó a Nueva York en 1869. Un amigo le proporcionó alojamiento en los sótanos de la Gold Indicator Co., oficina que transmitía telegráficamente a sus abonados las cotizaciones de la bolsa neoyorquina. Al poco de su llegada, el aparato transmisor se averió, lo que provocó no poco revuelo, y él se ofreció voluntariamente a repararlo, lográndolo con asombrosa facilidad. En recompensa, se le confió el mantenimiento técnico de todos los servicios de la compañía.

Pero como no le interesaban los empleos sedentarios, aprovechó la primera ocasión que se le presentó para trabajar de nuevo por su cuenta. Muy pronto recibió un encargo de la Western Union, la más importante compañía telegráfica de entonces. Se le instaba a construir una impresora efectiva de la cotización de valores en bolsa. Su respuesta a este reto fue su primer gran invento: el Edison Universal Stock Printer. Le ofrecieron por el aparato 40.000 dólares, cantidad que le permitió por fin sentar la cabeza. Se casó en 1871 con Mary Stilwell, con la que tuvo dos hijos y una hija, e instaló un taller pequeño pero bien equipado en Newark, Nueva York, en el que continuó experimentando en el telégrafo en busca de nuevos perfeccionamientos y aplicaciones. Su mayor contribución en ese campo fue el sistema cuádruple, que permitía transmitir cuatro mensajes telegráficos simultáneamente por una misma línea, dos en un sentido y dos en otro.

El laboratorio de Menlo Park

Bien pronto se planteó Edison la construcción de un verdadero centro de investigación, una «fábrica de inventos», como él lo llamó, con laboratorio, biblioteca, talleres y viviendas para él y sus colaboradores, con el fin de realizar no importa qué investigaciones, mientras fuesen prácticas, ya fueran por encargo o por puro interés personal. Los recursos económicos no le faltaban y las proporciones de sus proyectos se lo exigían. Buscó un lugar tranquilo en las afueras de Nueva York hasta que encontró una granja deshabitada en el pueblecito de Menlo Park. Fue el lugar elegido para construir su nuevo cuartel general, el primer laboratorio de investigaciones del mundo, de donde habrían de salir inventos que cambiarían las costumbres de buena parte de los habitantes del planeta.

Se instaló allí en 1876 (tenía entonces veintiocho años), e inmediatamente se puso a trabajar. La búsqueda de un transmisor telefónico satisfactorio reclamó su atención. El inventado por Alexander Graham Bell, aunque teóricamente bien concebido, generaba una corriente tan débil que no servía para aplicaciones generales. Sabía que las partículas de grafito, según se mantuvieran más o menos apretadas, influían sobre la resistencia eléctrica, y aplicó esta propiedad para crear un dispositivo que amplificaba considerablemente los sonidos más débiles: el micrófono de gránulos de carbón, que patentó en 1876.

Era habitual en Edison que un trabajo le llevase a otro, y el caso anterior no fue una excepción. Mientras trataba de perfeccionar el teléfono de Bell observó un hecho que se apresuró a describir en su cuaderno de notas: «Acabo de hacer una experiencia con un diafragma que tiene una punta embotada apoyada sobre un papel de parafina que se mueve rápidamente. Las vibraciones de la voz humana quedan impresas limpiamente, y no hay duda alguna que podré recoger y reproducir automáticamente cualquier sonido audible cuando me ponga a trabajar en ello». Liberado, pues, del teléfono, había llegado el momento de ocuparse del asunto. Un cilindro, un diafragma, una aguja y otros útiles menores le bastaron para construir en menos de un año el fonógrafo, el más original de sus inventos, un aparato que reunía bajo un mismo principio la grabación y la reproducción sonora.

El propio Edison quedó sorprendido por la sencillez de su invento, pero pronto se olvidó de él y pasó a ocuparse del problema del alumbrado eléctrico, cuya solución le pareció más interesante. «Yo proporcionaré luz tan barata -afirmó Edison en 1879- que no sólo los ricos podrán hacer arder sus bujías.» La respuesta se encontraba en la lámpara de incandescencia. Se sabía que ciertos materiales podían convertirse en incandescentes cuando en un globo privado de aire se les aplicaba corriente eléctrica. Sólo restaba encontrar el filamento más adecuado. Es decir, un conductor metálico que se pudiera calentar hasta la incandescencia sin fundirse, manteniéndose en este estado el mayor tiempo posible.

Antes que Edison, muchos otros investigadores trabajaron en esta dirección, pero cuando él se incorporó lo hizo sin regatear esfuerzo alguno. Trabajó con filamentos de las más distintas especies: platino, que desestimó por caro, carbón, hollín y otros materiales, e incluso envió a sus colaboradores al Japón, a América del Sur y a Sumatra para reunir distintas variedades de fibras vegetales antes de escoger el material que juzgó más conveniente. La primera de sus lámparas estuvo lista el 21 de octubre de 1879. Se trataba de una bombilla de filamento de bambú carbonizado, que superó las cuarenta horas de funcionamiento ininterrumpido. La noticia del hecho hizo caer en picado las acciones de las compañías de alumbrado de gas.

En años sucesivos, Edison se ocupó en mejorar su bombilla, y fue esta actividad la que le llevó hacia el único de sus descubrimientos que pertenece a una área estrictamente científica. Ocurrió en 1883, mientras trataba de averiguar por qué su lámpara de incandescencia se ennegrecía con el uso. En el transcurso de tales investigaciones, el prolífico inventor presenció la manifestación de un fenómeno curioso: la lámpara emitía un resplandor azulado cuando era sometida a ciertas condiciones de vacío y se le aplicaban determinados voltajes. Edison averiguó que tal emisión luminosa estaba provocada por la inexplicable presencia de una corriente eléctrica que se establecía entre las dos varillas que sostenían el filamento de la lámpara, y utilizó dicho fenómeno, que recibió su nombre, para concebir un contador eléctrico cuya patente registró en 1886.

De hecho, Edison pudo haber dado aquí el paso de la electrotecnia a la electrónica. No supo, sin embargo calibrar la importancia del descubrimiento Su método, más próximo al «ensayo y error» que a la deducción científica, se lo impidió. Hubo que esperar a que el ingeniero británico John Ambrose Fleming, un tecnólogo de sólida formación científica, diera el paso en 1897 cuando logró, tras discretas modificaciones, transformar el contador eléctrico de Edison en la válvula de vacío, el primero de una larga serie de dispositivos eléctricos que dieron origen a una nueva era tecnológica.

Más de un millar de inventos

En 1886, dos años después de que falleciera su esposa, Edison se casó con Mina Miller, mujer de carácter fuerte, hija de un rico industrial de Akran, Ohio, cuya influencia sobre su excéntrico marido se hizo notar, ya que consiguió hacer de él una persona más sociable. El matrimonio tuvo tres hijos, uno de los cuales, Charles, se dedicó a la política, llegando a convertirse en gobernador del estado de Nueva Jersey.

Al año de casarse, Edison trasladó su laboratorio de Menlo Park, a la sazón pequeño, a West Orange, Nueva Jersey. Creó allí un gran centro tecnológico, el Edison Laboratory (hoy monumento nacional), en torno al cual levantó numerosos talleres, que daban trabajo a más de cinco mil personas.

La electricidad continuó absorbiendo la mayor parte de su tiempo, pues se ocupaba de todos los aspectos relativos a su producción y distribución. No con mucha suerte, sin embargo, ya que cometió un grave error al insistir en el sistema de corriente continua cuando existían razones de peso en favor de la corriente alterna. Edison se interesó también por muchos otros sectores industriales: la producción de cemento y de materias químicas, la separación electromagnética del hierro y la fabricación de baterías y acumuladores para automóviles fueron algunos de sus preferidos.

Su último gran invento fue el Kinetograph, cuya patente registró en 1891. Se trataba de una rudimentaria cámara de cine que incluía, sin embargo, un ingenioso mecanismo para asegurar el movimiento intermitente de la película. En 1894 Edison abrió el Kinetoscope Parlor en Broadway, Nueva York, donde un solo espectador se sentaba frente a una mirilla en una cabina de madera para ver la película, que se iluminaba desde atrás por una lámpara eléctrica. Aunque el Kinetoscope Parlor despertó inmediatamente la atención como atracción de feria, Edison no creyó nunca que fuese importante encontrar algún sistema de proyección para mayores auditorios, lo que le impidió dar el paso definitivo al cinematógrafo de los hermanos Lumière.

La actividad de este genial inventor se prolongó más allá de cumplidos los ochenta años, completando la lista de sus realizaciones tecnológicas hasta totalizar las 1.093 patentes que llegó a registrar en vida. La arteriosclerosis, sin embargo, fue minando la salud de este inquieto anciano, cuyo fallecimiento tuvo lugar el 18 de octubre de 1931, en West Orange, Nueva Jersey.


Henry Morton Stanley

(John Rowlands Stanley; Denbigh, 1841 - Londres, 1904) Explorador británico. Tuvo una infancia difícil: tratado con dureza por sus padres e incluso encerrado en una casa de corrección, logró huir a los quince años.
En 1859 llegó a América, donde fue adoptado por un comerciante al que conoció en Nueva Orleáns y que le dio su nombre. Estallada la guerra civil, participó en ella, y combatió primeramente en las filas de los confederados, y luego, hecho prisionero por el enemigo, ingresó en las de la Unión. Terminado el conflicto bélico, se inclinó al periodismo y fue enviado especial del New York Herald.

Henry Stanley
Aficionado a los viajes y atraído por las aventuras, dirigió en 1869 una expedición que partió hacia el África en busca del misionero escocés David Livingstone, a quien halló en 1871 en Ujiji; con él exploró el lago Tanganika. De tal empresa dio una amplia información en el libro Cómo encontré a Livingstone (1872). Tras la muerte del escocés (1873), cuyo valioso material, contenido en los diarios y las cartas, reunió y llevó a Londres, prosiguió su obra luchando contra la esclavitud y realizando otras exploraciones.
En 1874 volvió al África, donde permaneció hasta 1877; gracias al apoyo económico de Bennett y lord Burnham, director del Daily Telegraph, llevó a cabo las expediciones más importantes de cuantas se hayan efectuado por el Continente Negro, trascendentales no sólo en cuanto al punto de vista geográfico, sino también por su relación con la política y la economía del ámbito africano del imperialismo. Se deben a Stanley el conocimiento de las fuentes del Nilo y de los lagos Victoria Nyanza y Tanganika, y la navegación por el río Congo hasta el mar. La historia de tales empresas, llevadas a cabo entre graves dificultades, aparece narrada en el volumen A través del Continente Negro (Through the Dark Continent, 1878).
Enviado por el gobierno belga, regresó al África en 1879 y permaneció durante cinco años en el Congo, donde hizo construir caminos y bases y estableció líneas de navegación fluvial; fruto de su obra fue el Estado Libre del Congo. Refiere la historia de este acontecimiento el libro titulado precisamente El Congo y la fundación de su Estado Libre (1885). En el volumen En el África más tenebrosa(1890) narró Stanley, en cambio, las aventuras de sus viajes a las regiones ecuatoriales, realizados para el establecimiento en ellas de un protectorado inglés.
Recibido con grandes honores a su regreso a Inglaterra, y tras dar un ciclo de conferencias en Australia y América, recobró la ciudadanía británica y fue elegido miembro del Parlamento en 1895. A partir de 1897, tras su última expedición al África, no se alejó ya de Inglaterra. Puso fin a su actividad de escritor con la publicación de otros dos libros: Mis primeros viajes y mis aventuras en América y Asia (My Early Travels and Adventures in America and Asia, 1895) y A través del África meridional (Through South Africa, 1898).

Más que a la producción literaria, la fama de Stanley queda vinculada a las empresas que llevó a cabo, que le convierten en el más importante de los exploradores africanos. Poseedor de una voluntad tenaz y apoyado en sólidos principios morales, realizó a conciencia en África una misión propia de sentido cultural y cristiano.

David Livingstone

Médico y misionero británico que inició la exploración del interior de África (Blantyre, Escocia, 1813 - Chitambo, Zambia, 1873). Procedente de una familia pobre, sacó adelante sus estudios de Medicina en la Universidad de Glasgow y se enroló en la Sociedad Misionera de Londres movido por sentimientos religiosos (fue ordenado sacerdote protestante en 1840).
A petición propia, fue destinado al sur de África en 1841. Desde allí se adentró hacia el norte en la actual Botswana, predicando la religión cristiana y explorando territorios desconocidos en medio de graves peligros. En 1852-54 atravesó el desierto de Kalahari hasta conectar El Cabo con Luanda, capital de la colonia portuguesa de Angola; desde allí, rechazando las invitaciones para que regresara a Inglaterra y, a pesar de sus problemas de salud, inició una nueva travesía del Atlántico al Índico, uniendo Angola con Mozambique a través del río Zambeze (1854-56).
Durante su posterior estancia en Inglaterra fue premiado y recibido por la reina, convirtiéndose en un héroe popular. Sus escritos y conferencias despertaron el interés por el misterioso continente africano en todo el mundo, incitando a la posterior carrera colonial por el reparto de su dominio entre las potencias europeas; no obstante, las intenciones del propio Livingstone fueron siempre pacíficas, impulsando el conocimiento científico del continente, el establecimiento de relaciones amistosas con los pueblos indígenas y la erradicación de la esclavitud.
El gobierno británico financió un segundo viaje para explorar el Zambeze como vía de penetración hacia el interior de África en 1858-64; pero las múltiples cataratas que descubrió frustraron el proyecto. Un tercer viaje, financiado por la Real Sociedad Geográfica en 1865-73, le llevó a explorar las regiones en torno a los lagos Nyasa y Tanganika.
En 1871 circuló en Occidente la noticia de que Livingstone se había perdido y dos periódicos enviaron en su búsqueda a Henry Stanley; éste se internó en el África oriental y encontró a Livingstone en Ujiji, a orillas del lago Tanganika. Pero no consiguió convencerle para que regresara y, tras aprovisionarle, ambos se separaron en 1872. Mientras Stanley continuaba su exploración por el río Congo, Livingstone siguió su camino y falleció un año más tarde de muerte natural.


Pierre Paul Savorgnan de Brazza
(Pierre Paul François Camille Savorgnan de Brazza) Explorador francés de origen italiano (Castel Gandolfo, Roma, 1852 - Dakar, Senegal, 1905). Como oficial de la Marina francesa participó en las expediciones colonialistas que precedieron al reparto de África entre las potencias europeas en la época álgida del imperialismo. Realizó dos expediciones por la cuenca del río Ogoué (en el actual Gabón), una en 1875-78 y otra en 1879-82. Durante la segunda fundó Franceville y alcanzó el río Congo en el Pool de Stanley, lugar en el que fundó la ciudad que, más tarde, recibiría el nombre de Brazzaville (1880) y sería la capital del Congo francés y de la posterior República del Congo independiente. En los territorios que exploró utilizó el sistema -común en aquella época- de poner a la firma de los jefes indígenas tratados cuyo contenido apenas podían comprender, pero que legitimaban la imposición de un protectorado francés. Sus exploraciones fueron la base para la constitución del África Ecuatorial Francesa. Entre 1886 y 1897 Brazza fue comisario general del Congo francés.


Cecil Rhodes

Empresario, político y colonizador inglés de Sudáfrica (Bishop's Stortford, Hertfordshire, 1853 - Muizenberg, El Cabo, 1902). Hijo de un pastor protestante, emigró a la colonia británica de Sudáfrica en 1870 para trabajar en la fábrica algodonera de su hermano. Un año después la abandonó para explotar minas de diamantes, y tuvo tal éxito que acabó haciéndose con todas las minas de Kimberley y De Beers hacia 1888. Junto con un grupo de socios fundó la compañía De Beers, que hacia 1890 controlaba el 90 por 100 de la producción mundial de diamantes y que ha perdurado hasta nuestros días (mejorando incluso aquella posición de monopolio). Completó el negocio adquiriendo participaciones importantes en la minería del oro del Transvaal en 1887.

Cecil Rhodes















Rhodes tenía una concepción mística del imperialismo, que trató de hacer realidad participando activamente en política. Se debe en gran parte a él la concepción del eje El Cabo-El Cairo, que durante mucho tiempo inspiró la política colonial británica y que acabó haciéndose realidad a costa de las aspiraciones portuguesas, francesas y alemanas en África.
Trabajó al servicio de ese ideal desde los múltiples puestos políticos que ocupó como parlamentario de la colonia de El Cabo (1881), miembro de varias comisiones de límites y primer ministro de El Cabo (1890-96). Impulsó una conflictiva política de penetración británica hacia el norte, desafiando los deseos de independencia de los colonos bóers (de origen holandés) del Transvaal y frustrando las aspiraciones expansionistas de la colonia alemana del África del Suroeste (Namibia).
En 1884 consiguió la anexión británica de Bechuanalandia (Botswana), abriendo la ruta hacia el norte. Engañó al rey de los matabeles, Lobengula, haciéndole firmar un tratado por el que concedía a Gran Bretaña un extenso territorio, en el que Rhodes fundó las colonias de Rhodesia (actuales repúblicas de Zimbabwe y Zambia) y Nyasaland (actual Malawi); desde 1890 empezaron a asentarse allí colonos blancos.
En aquel mismo año llegó Rhodes al poder como primer ministro de El Cabo. Trató de fomentar la reconciliación de los bóers con los colonos británicos en una única Sudáfrica bajo dominio colonial británico. Pero la resistencia de los bóers del Transvaal, encabezados por Paul Kruger, frustró aquel proyecto; después de múltiples conflictos, Rhodes apadrinó una expedición militar contra Kruger en apoyo de los uitlanders (colonos extranjeros del Transvaal, en su mayoría británicos): el raid de Jameson de 1895 fue un fracaso y acabó forzando la dimisión de Rhodes en 1896, además de agravar las tensiones que conducirían a la Guerra de los Bóers de 1899-1902.
Por entonces, múltiples obstáculos se habían alzado ya contra el sueño imperial de una gran Sudáfrica británica: en 1889 los alemanes habían obtenido una franja de territorio que impedía la expansión hacia el norte de Bechuanalandia (la franja Von Caprivi); en 1890 Leopoldo II de Bélgica había extendido su colonia del Congo con el dominio de la rica región minera de Katanga; y el acuerdo anglo-portugués de 1891 había consolidado la presencia portuguesa en Angola y Mozambique.
Otros proyectos suyos, como el de restablecer el control de Gran Bretaña sobre sus ex colonias norteamericanas, eran demasiado audaces para ser tomados en serio. Al morir dejó un gran legado para otorgar las llamadas Becas Rhodes, que permitieran estudiar en la Universidad de Oxford a estudiantes del Imperio británico, Estados Unidos y Alemania.

James Monroe

(Westmoreland, Virginia, 1758 - Nueva York, 1831) Quinto presidente de los Estados Unidos de América, último de la generación que protagonizó la Revolución por la Independencia. Se unió al ejército de George Washington en 1776. Terminada la guerra contra Gran Bretaña con el reconocimiento de la independencia de los Estados Unidos, James Monroe hizo una brillante carrera política: fue miembro del Congreso Continental (1783-86), senador (1791-94), embajador en París (1794-96) y en Londres (1893-06), gobernador de Virginia (1799-1802 y 1811), secretario de Estado (1811-17) y de Guerra (1814-15) y, por fin, presidente de Estados Unidos (1817-25).

James Monroe
















Desde que se opuso a la aprobación de la Constitución de 1787, James Monroe fue un cualificado defensor de la autonomía de los Estados frente al poder del gobierno federal, siguiendo la línea del Partido Republicano que fundaran Thomas JeffersonJames Madison (antecedente del actual Partido Demócrata). Pero, una vez elegido presidente (1816), se consideró más hombre de Estado que de partido y trató de representar a toda la nación. En consecuencia, durante sus dos mandatos se apaciguaron las tensiones políticas entre federalistas y republicanos.
Aunque cuestionó la competencia del Congreso para restringir la esclavitud en los diferentes Estados, aceptó el equilibrio pactado entre los intereses del Norte y los del Sur por el Compromiso de Missouri (1820), que dividía el país en Estados esclavistas y Estados abolicionistas. La Administración Monroe fijó también las fronteras con el Canadá británico (Convención de Londres, 1818) y extendió el territorio estadounidense mediante la compra de Florida a España (1819).
Pero es recordado, sobre todo, por haber acuñado la doctrina Monroe, sintetizada en la máxima: «América para los americanos» (1823). Dicha idea, pronunciada en el contexto de los intentos españoles por reconquistar las colonias que había perdido en el continente americano, iba dirigida sobre todo contra las tentaciones de otras potencias europeas (fundamentalmente Gran Bretaña) de extender su influencia sobre América ocupando el vacío que dejaba el hundimiento de los imperios español y portugués (de hecho, se formuló como respuesta a la invitación británica para iniciar una política conjunta en Iberoamérica).
La idea presidiría la política exterior de Estados Unidos hasta nuestros días, considerando todo el hemisferio americano como zona de influencia exclusiva, en la que cualquier intromisión de las potencias europeas sería considerada un acto hostil. Expresaba así Monroe un pensamiento, muy extendido entre los dirigentes norteamericanos, según el cual la nación que habían fundado, una vez consolidadas sus instituciones republicanas y rotos los lazos con la vieja Europa, estaba llamada a cumplir un destino especial, que comenzaba por afirmar su independencia y hegemonía continental y exigir el respeto de las grandes potencias.
El final de su presidencia estuvo marcado por las disputas sucesorias, que bloquearon las iniciativas políticas del presidente. Retirado de la vida pública, vivió sus últimos años con grandes dificultades económicas.
ACTIVIDADES
Podéis realizar actividades en los siguientes enlaces:

http://www.testeando.es/test.asp?idA=4&idT=euxhlfvt#

http://clio.rediris.es/actividades/Colonialismo/inicio.htm

http://www.claseshistoria.com/general/ejercicios/imperialismo/test1mapa.htm

http://www.claseshistoria.com/general/ejercicios/imperialismo/emp1personajes.htm.htm

http://www.claseshistoria.com/general/ejercicios/imperialismo/emp2dominios.htm.htm

http://www.claseshistoria.com/general/ejercicios/imperialismo/cruc1.htm



LECTURAS DE AMPLIACIÓN
- Uno de los personajes ilustres del imperialismo fue Livingstone..Aquí os dejo una lectura sobre sus vida y logros. PINCHA AQUÍ.

- "La fiebre del caucho que ensangrentó al Amazonas" PINCHA AQUÍ

- "Capitán Cook, en busca del último continente" PINCHA AQUÍ

- Conan Doyle en la guerra de los Boers" PINCHA AQUÍ 

VÍDEOS

La Segunda Revolución Industrial


La Segunda Revolución Industrial en 5 minutos

La revolución industrial (A TODA LECHE)

El Ford T y la Producción en Serie


Ejemplo de Fordismo


La colonización de África


La colonización de Asia


Resumen del Imperialismo (Profesor José Mª Hercal)



La colonización europea de África


El reparto de África


El Imperio británico: El Imperio de África



Guerras Del Siglo XX - Guerras De Los Bóeres


Guerra del Opio